Barca de Papel (21): Novela de Iniciación III se refiere a una serie sobre este género en América Latina que continúa con Alfredo Bryce Echenique. JCDN.

Una edición de tantas de esta extraordinaria novela de iniciación

Un mundo para Julius (1970) de Alfredo Bryce Echenique. Esta larga y conmovedora novela constituye una radiografía de la burguesía peruana, paradójicamente, en sus escarceos clasistas con el proletariado del servicio doméstico que lo complementa bajo un lirismo enervante sin par. Juega al texto desideologizado que esconde “la cultura de los satisfechos”, tratada sin concesiones por J.K. Galbraith en el ensayo homónimo.

La voz narrativa ambigua se pasea entre la perspectiva omnisciente y de segunda persona. Pertenece al Palacio o Castillo, asumiendo un tenor estamental dominante no exento de un cariz tierno y cómplice [incluso en lo interclasista]: “Cuando llegó el mago, el partido ya había terminado. Todos sabemos que ganó el equipo de Martín. Dos a cero: un taponazo de Pipo en el estómago del arquero (cayó dentro del arco), y un puntazo de Martín que hizo añicos una ventana del castillo” [Bryce Echenique, 2005, p. 37].

Una preciosa edición de la novela por Anagrama

La superposición y sucesión de los diversos puntos de vista, insertos sobre todo en los diálogos y monólogos, concilia las contradicciones, asociaciones y diferencias entre ricos y pobres fuera de la plantilla ideológica y militante. El proceso de formación y auto-revelación vital de Julius se desarrolla en la mudanza y el acarreo de los artículos de lujo, el mobiliario copioso y la vorágine de sus sentimientos propios.

Por lo cual, la problemática que va de la infancia a la adolescencia posee una profunda implicación territorial: El viejo Palacio [el origen y vínculo umbilical], el Country Club [paraíso de transición o limbo portátil] y el nuevo Palacio concebido por Juan Lucas [padrastro] y su madre Susan como consolidación de la vida burguesa limeña. Otra locación, esta vez periférica y sórdida, fue el derruido edificio de vecindad, presidido por Frau Proserpina, una castradora profesora de piano venida a menos, y la linda colegiala cholita que le perturbó el corazón enamorado.

A la izquierda Bryce Echenique y a la derecha Ribeyro, escritores peruanos cómplices

La dolce vita justifica entonces no sólo la Arquitectónica y el tratamiento de los espacios que colindan con la comedia, sino también las afinidades del púber en la confrontación y cotización de clases. El imperio de la oralidad pequeñoburguesa peruana, nos remite la consideración brillante del habla de la clase alta [con el substrato popular y mestizo] como prestigio social, cultural y estético en el contexto que comparten los personajes de la casta superior con la servidumbre atenta y díscola.

Ello como vehículo delator de la dinámica del Poder en la familia por demás disfuncional: Desde la complicidad mutualista entre el ‘niño’ Julius y la mayordomía de la casa, la presencia eviterna de Cinthia más allá de la muerte, las pataletas y malacrianzas de su hermano Bobby, la inflexibilidad materialista del paterfamilias sustituto Juan Lucas, hasta la sensualidad y alcahuetería dulce de mamá Susan.

No se quedan afuera ni a la intemperie de este microcosmos los miembros del servicio doméstico, los cuales aliñan el ajiaco picante de esta sociedad cruenta pero maravillosa de personajes: el chofer Carlos, la ama Vilma, Bertha [la ama solícita de su hermana Cinthia], la cocinera Nilda [la Selvática], la cachifa Arminda, la Decidida, los mayordomos Celso y Daniel.

LEE ESTE ENSAYO SOBRE «UN MUNDO PARA JULIUS»

El aprendizaje del protagonista, semejante al del ensayista Michel de Montaigne [de los clásicos greco-latinos a la Campiña y sus campesinos aparceros], se enraizó tanto en el palacio protector como en la áspera calle: El episodio de Julius y los albañiles trabajando en la construcción del nuevo Palacio es por demás ilustrativo y, si se quiere, épico y popular: “Los demás querían seguir conversando con Julius y divertirse oyéndolo hablar. Le enseñaron un montón de lisuras en premio por haber cargado la lata hasta arriba. Ahora ya no lo trataban como a una mujercita y hasta se pusieron hablar sus cosas delante de él” (Bryce Echenique, 2005, p. 229).

El autor y otra edición de su novela

Los apodos en el colegio y los epítetos funcionan como catalizadores en la categorización psicológica y social, de modo que la repulsión decadente por los más pobres, los distintos y los fracasados asume una arista hiperrealista: “Ya hasta lo conocían y lo recibían con sonrisas: era el niñito orejudo que venía con la cocinera insolentona y el ama requetebuena” [Bryce Echenique, 2005, p. 71].

Entre los momentos superlativos de la novela, destacan el monólogo apesadumbrado de Arminda [entre planchada y planchada y en la ausencia de Nilda]; la tristísima muerte de Cinthia en el extranjero [“Cinthia, tú, angelito, junto a tu padre. Cemento” (Bryce Echenique, 2005, p. 63)] y la fábula de la nieta de Beethoven [Frau Proserpina] como instrumento lúdico de la captación equívoca del mundo.

El asombro y la curiosidad estimulan la imaginación del joven protagonista y el placer mórbido de los lectores entrometidos.

BIBLIOGRAFÍA:

Bryce Echenique, Alfredo (2005). Un mundo para Julius. Buenos Aires: Planeta / Booket.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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