Como ya lo hemos hecho en otras ocasiones, hoy traemos al programa una palabra absolutamente extranjera que hasta ahora no tiene ningún equivalente en nuestro idioma, sólo por complacer a un amigo oyente. Esa palabra, muy fea aunque no es una de las comúnmente llamadas malas, es napalm.
Aunque es cosa que hasta los niños más pequeños saben gracias a la labor “pedagógica” de la televisión, no está de más recordar que el napalm es la gasolina gelatinosa que en las guerras modernas se usa para achicharrar a las personas, los animales y la vegetación con bombas y lanzallamas.
El napalm fue desarrollado por los científicos norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial. El ejército yanqui lo utilizó ampliamente, primero en la Guerra del Pacífico contra los japoneses y más tarde en las guerras de Corea y Vietnam. La imagen de un ser humano alcanzado por las lenguas del napalm, convertido en una tea viviente y profiriendo gritos desgarradores es una de las más horribles que se puedan recordar.
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El nombre de este producto, uno de los instrumentos de muerte más crueles que se hayan inventado, es una de esas que en el registro de comercio se denominan “palabras de fantasía”. Está formada por las sílabas iniciales de sus componentes principales, los ácidos nafténico y palmítico, que con el aluminio forman las sales con las cuales se prepara la diabólica mezcla, en inglés, por supuesto.
Irónicamente, el ácido palmítico proviene del inocente aceite de coco, que nuestra medicina popular emplea, entre otras cosas, para aliviar los quemaduras.
Entre los aditivos que la humanitaria ciencia moderna ha desarrollado para perfeccionar el napalm se encuentran algunos especialmente formulados para hacerlo más pegajoso y “mejorar” así la agonía de la víctima.
Complacido el amigo oyente. No es culpa nuestra si no existe una manera más agradable de referirse al napalm.
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Tomado del libro “La palabra de hoy / Programa radial” (Cenal, 2014)
Autor: Aníbal Nazoa González (Caracas, 12 de septiembre de 1928 – Ibíd., 18 de agosto de 2001) poeta, periodista y humorista, considerado «uno de los escritores venezolanos que mejor retrató el siglo XX».
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