“Estado-Gobierno-Comuna vs imperio-desgobierno-antigobierno” por Christian Farías

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La intención de este artículo es presentar los elementos claves de las relaciones dialécticas, críticas, sistémicas y complejas que han dinamizado nuestra historia contemporánea, polarizada entre dos bloques de poder. Por un lado, las fuerzas del Estado, el gobierno y las Comunas del proceso revolucionario bolivariano; y por el otro, la fuerza imperialista norteamericana con sus agentes infiltrados en el Estado que conforman el desgobierno y sus títeres agrupados en la oposición o anti-gobierno.

Estos dos bloques de fuerzas, son los protagonistas de la contradicción principal de nuestro tiempo histórico: ser libres y soberanos, como lo concibió y por lo cual luchó nuestro Libertador Simón Bolívar, junto a todos los libertadores y libertadoras de su época; o ser eternamente esclavos modernos y colonia dependiente del capitalismo imperialista norteamericano, tal como lo sugiere la nefasta Doctrina Monroe en su tesis central: “América para los americanos”. Esa es la contradicción principal que determina la dialéctica histórica de nuestro tiempo.

Durante todo el siglo XX, a partir del mandato dictatorial de Juan Vicente Gómez (1908) hasta el final del segundo gobierno de Rafael Caldera (1999), Venezuela estuvo en las manos del imperialismo yanki. Nos impusieron el modelo de desarrollo económico capitalista, dependiente y atrofiado, rentista y neocolonial que generó exclusión socio-cultural, pobreza crítica y marginalidad social en magnitudes macro que condujeron al gran estallido insurreccional del 27 de febrero de 1989 en el cual el pueblo fue masacrado con toda la impunidad ya conocida.

Históricamente, la presencia norteamericana en nuestro país generó dos realidades antagónicas. Por un lado, los beneficios y enriquecimientos de la burguesía dependiente, rentista y apátrida; y por el otro, la exclusión social y desgracia económica de las grandes mayorías de nuestro pueblo, condenadas a la pobreza crítica y la marginalidad en sus ranchos de lata y cartón.  De allí, surgió la famosa canción de Ali Primera, llamada precisamente “Techos de cartón”.

Con el surgimiento de la lucha revolucionaria armada (1962 – 1970), se inicia la crítica radical al sistema de dominación imperialista yanki y sus gobiernos títeres del pacto de punto Fijo (AD- COPEI). Esa crítica de las armas empuñadas por los guerrilleros revolucionarios, fue derrotada porque no estaba acompañada ni nutrida de la infinita fuerza revolucionaria del pueblo organizado.

Años más tarde de la lucha armada, el 27 de febrero de 1989, estalla “El Caracazo” o insurrección del pueblo en masa contra el paquete de medidas neoliberales, puesto en marcha por el recién electo presidente Carlos Andrés Pérez II. Históricamente hablando, esta fue la segunda gran crítica, violenta y espontánea del pueblo contra el sistema de gobierno capitalista adeco-copeyano. Pero, resultó igualmente derrotada como la lucha armada de los años sesenta.

Tres años después, el 04 de febrero de 1992, se produce la tercera crítica de las armas, en el contexto de la agudización dialéctica de la lucha por el poder contra el ya deslegitimado y nefasto pacto de Punto Fijo. La rebelión armada de nuestros jóvenes militares, patriotas y revolucionarios, liderizados por el teniente coronel Hugo Chávez, fue también derrotada. Pero, dejó una señal de esperanza: “Por ahora, no se pudo…pero, vendrán tiempos mejores”.

Efectivamente, en el contexto de la dialéctica histórica del proceso electoral presidencial de 1998, la crítica de las armas, de la insurrección popular y del alzamiento militar, que fueron derrotadas, se presentaron ahora como la crítica pacífica a través del voto popular, directo y secreto que funcionó eficazmente y le dio la victoria a la candidatura del comandante Hugo Chávez.

A partir de esa primera y gran victoria histórica de la unidad cívico-militar-patriótica-revolucionaria quedó muerto y sepultado el viejo y nefasto pacto de Punto Fijo (AD, COPEI, la burguesía apátrida y el imperio) y se inició lo que ya hoy es y seguirá siendo victorioso: el proceso popular y patriótico de la revolución bolivariana, sustentada en la democracia participativa y protagónica del pueblo venezolano, en la perspectiva de una nueva civilización liberadora y socialista.

 

Estado- Gobierno- Comuna

Con el surgimiento del liderazgo del comandante eterno Hugo Chávez y su elección presidencial en diciembre de 1998, se inicia en Venezuela una transformación profunda y radical del viejo Estado venezolano, controlado por la burguesía y subordinado a los dictámenes del imperialismo yanki.

Con Chávez y el pueblo, nació el nuevo Estado que hoy tenemos definido en la CRBV con base en cinco poderes que son: el Ejecutivo Nacional, la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), el Poder Ciudadano (Consejo Moral Republicano, Defensoría del pueblo y el Ministerio Público o Fiscalía General de la República Bolivariana de Venezuela) y el Poder Electoral o Consejo Nacional Electoral.

Esos cinco poderes, constituyen la estructura sistémica y compleja del actual Estado venezolano. Y dentro de cada uno de ellos, funcionan a la vez, múltiples estructuras, unas en conexión directa con el pueblo y otras muy distantes de las comunidades, lo cual reduce su eficacia, real y concreta, para atender las necesidades de todo el pueblo. Así mismo, facilita la reproducción de los viejos vicios del Estado burgués: el burocratismo, la ineficacia y la corrupción.

Pero, por encima de los males heredados del tormentoso siglo XX, debemos destacar esquemáticamente, tres elementos nuevos, muy importantes y de carácter estratégico, que determinan las victorias y fortalezas del actual proceso revolucionario bolivariano, iniciado por Chávez y hoy en resistencia y continuidad resguardada y victoriosa por la sabia y valiente conducción de presidente Nicolás Maduro.

El primero es el protagonismo del pueblo, como sujeto histórico que ejerce su derecho para elegir a sus gobernantes o ser elegido en cualquier otra instancia, a través del ejercicio del voto universal, directo y secreto. Igualmente, el pueblo es el Sujeto Histórico del nuevo Estado venezolano, en virtud de lo cual ejerce, defiende y resguarda la vigencia de nuestra Carta Magna.

El segundo componente estratégico es la jefatura del Estado, que la ejerce el presidente de la República, electo democráticamente por el pueblo a través del voto universal, directo, secreto, libre y soberano, para un mandato de seis años con derecho a la reelección, bajo el arbitraje del órgano correspondiente: el Consejo Nacional Electoral.

Además de ser la primera autoridad de la República y jefe del Estado, el presidente también es Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, FANB. En consecuencia, le corresponde fortalecer, orientar, convocar y movilizar la unidad cívico-militar para la defensa activa y permanente de la seguridad, el funcionamiento y la paz de la República.

El tercer componente estratégico del Estado es, precisamente, nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana, que ejerce su función rectora en la defensa integral y estratégica de la nación; pero, no sola como estaba concebida en la   democracia burguesa adeco-copeyana; sino acompañada por el Poder Popular en unión cívico-militar-policial-religiosa.

La diferencia histórica que nos interesa destacar es que el 27 de febrero de 1989, la Fuerza Armada salió a las calles a masacrar al pueblo y resguardar al gobierno neoliberal y corrupto de Carlos Andrés Pérez.

En cambio, el 11 de abril de 2002, cuando los generales apátridas le dieron el golpe de Estado al presidente Chávez, el pueblo salió solo a las calles, inmediatamente. Pero, el día 13 de abril, salieron también los militares patriotas, bolivarianos, constitucionalistas y chavistas, a rescatar al comandante, derrotar a los traidores y restituir al pueblo su protagonismo histórico en la defensa de la soberanía popular y la continuidad del proceso bolivariano, bajo el mando del comandante eterno y la vigencia de la CRBV.

Con ese acontecimiento, quedó sellada para siempre y eternamente la unidad cívico-militar, popular, patriótica y revolucionaria, como garantía de la continuidad en los tiempos por venir, del proceso bolivariano, antimperialista y socialista del siglo XXI.

A partir de este acontecimiento histórico, que bien puede ser considerado como el más relevante, trascendente y decisivo de nuestro siglo XX, que lo antecedió, y lo que llevamos del siglo XXI que lo precede. En tal sentido, es pertinente decir que, efectivamente, el 13 de abril de 2002 nació el nuevo Estado que hoy tenemos y que el imperio yanki no ha podido ni podrá derrotar o someter a sus designios y dictámenes.

También debemos recordar que antes de cambiar de paisaje, el presidente Chávez adelantó tres políticas estratégicas y fundamentales para el desarrollo social del proceso revolucionario y el nuevo Estado bolivariano, en la perspectiva  del nuevo socialismo del siglo XXI.

El primero fue el acuerdo concertado dentro de la OPEP para estabilizar el nuevo precio del petróleo en la franja de 60 a 80 dólares el barril, en función de garantizarle al Estado y al pueblo venezolano, un ingreso económico suficiente, estable y seguro para atender las necesidades y garantías del bienestar colectivo.

El segundo fue impulsar el desarrollo del estado de bienestar social de todo el pueblo con base en los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, garantizados por la CRBV bajo la responsabilidad del Estado para los y las habitantes del país, sin distinción social, política, económica, religiosa, étnica o de cualquier otra índole.

El tercero fue el plan de desarrollo del Poder Comunal en los barrios, urbanizaciones, caseríos, pueblitos o zonas rurales de todas las regiones y estados de la República. Para ello elaboró una serie de diez o doce leyes para el desarrollo del Poder Comunal como principio generador del nuevo Estado Comunal, en el cual se sustenta la estructura primaria del proyecto socialista bolivariano del siglo XXI.

Podemos decir que, con los elementos reseñados, efectivamente, queda claro que el comandante Chávez puso en marcha la conformación del nuevo Estado popular y revolucionario, en la perspectiva del nuevo socialismo bolivariano del siglo XXI.

Pero, a partir de su partida física, el imperialismo yanki retoma la ofensiva y pone en macha su plan contrarrevolucionario, orientado hacia la destrucción total de todo lo construido durante el mandato de Chávez y derrotar así las aspiraciones y derechos de nuestro pueblo que es la patria misma erguida como República libre, independiente, soberana, socialista y bolivariana.

 

Imperio-desgobierno-antigobierno

Ubicados en el extremo opuesto de la Patria, los partidos y organizaciones de la oposición apátrida se enfilan en total y absoluta obediencia al plan imperialista y sus furibundos agentes de la CIA, la Casa Blanca y el Pentágono, para emprender la destrucción criminal de nuestro país y sobre sus cenizas, imponer de nuevo la bota insolente del invasor.

“Nicolás no es Chávez”, “Muerto Chávez, se acabó el chavismo”. Estas y muchas otras son las consignas que puso a rodar el imperio en las filas del chavismo, a través de la guerra mediática, como modalidad especifica de la guerra general y multifactorial de cuarta generación. Lamentablemente, mucha gente se desmoralizó, se dejó confundir y enredar en la madeja de la contra revolución.

Es necesario reiterar que, efectivamente, con la puesta en marcha de su guerra no convencional, multifactorial y de cuarta generación, el imperio logra posicionar su ofensiva de violencia generalizada en las calles; pero, solamente en ciertos sectores de urbanismos de la clase media y en muy pocos barrios populares de las principales ciudades del país.

Al no prosperar el plan de la violencia política de calle, el imperio activó su ataque más despiadado y criminal como lo es la guerra económica en tres planos que afectan gravemente al pueblo: la escasez de productos, el alza incontrolada de los precios y la devaluación de nuestra moneda frente a la dolarización ilegal y criminal.

Igualmente, la guerra económica interna se extiende hacia lo externo con los bloqueos y medidas coercitivas, de carácter financiero, comercial y de inversión en áreas estratégicas y fundamentales para nuestro propio crecimiento y desarrollo económico industrial, comercial y financiero.

Con toda esa artillería de la guerra económica, el imperio pretendía imponernos una crisis mortal de hambruna atroz. Pero, además de eso, igualmente atacaron en el área de la salud en hospitales y las redes de centros de salud comunitarios. Todo eso afectó también al sector educativo, en el cual docentes, estudiantes, personal administrativo y obrero nos vimos atrapados en esa guerra criminal y espantosa.

El imperio y sus agentes apátridas tienen un gran poder, control y hegemonía en el terreno de los mass-media (cine, TV, radio, internet, redes sociales, prensa escrita, agencias internacionales de noticia y demás medios) a través de los cuales imponen matrices de opinión, noticias manipuladas o tergiversadas, narrativas que son mentiras o distorsiones de hechos reales, propaganda de guerra sucia y demás fabulaciones para alienar y enajenar a los sectores débiles de la población.

En definitiva, el poder mediático imperial se impone para desinformar, desviar, enredar, confundir, atormentar, desmoralizar y liquidar la facultad de pensar, analizar y crear de manera sana y equilibrada de sectores importantes y sensibles de nuestro pueblo. Pero, también logra que mucha gente fanática o mercenaria, le haga daño a la gente de su propia comunidad, sector o clase social.

Queremos distinguir aquí dos sectores de nuestro pueblo que se prestan para aliarse y acompañar al imperio en sus planes de destruirnos como nación y como proyecto de vida independiente y soberano, en nombre de sus supuestos “derechos vulnerados por el régimen dictatorial de Nicolás Maduro.”

El primero se identifica como el desgobierno, que se llama así por su naturaleza dual e hipócrita de ser y actuar al mismo tiempo como funcionario y enemigo del gobierno bolivariano chavista. Se beneficia de la renta del Estado, roba dinero y bienes del Estado y al mismo tiempo, conspira, sabotea y maldice al gobierno bolivariano que dirige y administra las riquezas y funciones del Estado.

Este maligno agente de destrucción moral y ética del Estado y el gobierno, no es otra cosa sino una forma de conspiración solapada que genera falta de gobierno o mal gobierno desde el gobierno mismo. Es como un virus echado o impuesto desde adentro del poder político o de las estructuras económicas y administrativas del Estado y del gobierno, en sus diferentes niveles.

 

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El desgobierno genera así, descontento, desilusión, frustraciones y rabia en la población. Para derrotar al desgobierno es necesario identificar su conducta y expulsar o enjuiciar y encarcelar a sus jefes y protagonistas.

Nuestra gente no debe dejarse confundir; sino saber diferenciar entre los funcionarios eficaces, honestos y dignos; de los infiltrados, corruptos y agentes de la contrarrevolución que pertenecen y ejercen sigilosamente el desgobierno.

Igualmente, el llamado anti gobierno es una actitud o conducta destructiva y militante de la oposición apátrida contra el gobierno bolivariano; pero, desde afuera, en la calle, en los escenarios políticos, económicos, sociales, educativos, culturales y sobre todo, en los medios de información y redes mediáticas, en clara y evidente confrontación negativa que todo lo critica, no propone alternativas ni colabora en positivo para nada.

Sus planes terroristas, golpistas, insurreccionales, tampoco le sirvieron para destruir el proceso revolucionario creado por nuestro pueblo, primero, de la mano con el comandante Chávez y ahora, junto al presidente Nicolás Maduro, que ha resultado ser INDESTRUCTIBLE frente a todas las ofensivas criminales del imperialismo y sus lacayos internos.

Finalmente, y para cerrar estas notas, debemos decir que en la Venezuela de hoy, hay una confrontación histórica entre el Bien, que crea, construye y reconstruye el bienestar colectivo; y el Mal, que niega, destruye y liquida el bienestar colectivo. He allí el dilema eterno del Hamlet de Shakespeare: SER O NO SER.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia