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José David Capielo autor de la columna Del Medanal Venimos

A propósito de la conmemoración el pasado 26 de enero del “Día Mundial de la Educación Ambiental” abordaré nuevamente el tema de la conservación del medio ambiente con la motivación que me ha producido su indiscutible trascendencia. Acá estará referido a su contenido educativo como área específica. Lo ambiental involucra la salud y existencia de nuestro planeta en su conjunto y de toda la humanidad que convive dentro la llamada Pachamama o “Madre Tierra”.

Plantean algunos investigadores que el estudio del medio ambiente a nivel planetario es más antiguo que lo que derivó luego en la creación de una pedagogía y en darle un sentido educativo-formativo al tema, es decir, a lo que sería propiamente la educación ambiental. En el caso venezolano, incluso algunos historiadores identifican a nuestro Libertador Simón Bolívar y a su maestro y mentor Simón Rodríguez como referentes, en el siglo XIX, de la necesidad de preservar el medio ambiente, vinculado en forma incipiente al asunto educativo.

Más allá de los distintos eventos y proyectos antecedentes sobre la temática ambiental educativa, se considera que el término “educación ambiental” surgió por primera vez en la “Conferencia Internacional sobre el Medio Ambiente”, en 1972, en Estocolmo, Suecia, promovida por la Organización de Naciones Unidas (ONU). Luego en la Asamblea General de ONU de finales de ese año se formalizó el “Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente” (PNUMA), que inició sus actividades en 1973 con la inclusión posterior, en 1975, del Programa Internacional de Educación Ambiental (PIEA), junto a la UNESCO.

Se resalta un auge de la educación ambiental a partir de la llamada “Cumbre de la Tierra de 1992”, en Río de Janeiro, Brasil, donde se introduce el término “desarrollo sustentable o sostenible”. Se realizaron en nuestro continente americano al menos cinco Congresos Iberoamericanos de Educación Ambiental, con sedes en México (1992, 1997), Venezuela (2000), Cuba (2003) y Brasil (2006). Se estableció que la educación ambiental debía tener un ámbito tanto en la educación formal (la escuela), no formal (la capacitación) e informal (en la vida humana).

Se ha insistido en que la educación ambiental debe significar educar en valores y que debe abarcar con fuerza a quienes carecen de formación pedagógica o académica formal. Hay la percepción de que la educación ambiental ha costado muchos esfuerzos intelectuales y económicos, con pocos aportes sustanciales en la resolución de problemas ambientales propiamente dichos. Se critica, con razón, la educación ambiental meramente instrumentalista o informativa, que poco repercute en el abordaje y resolución de la difícil situación medioambiental que aqueja a la mayoría de nuestras propias comunidades.

¿Cómo hacer para interiorizar en nosotros como habitantes todos, que la Tierra y la naturaleza no pertenecen a los seres humanos, ni a ninguna minoría privilegiada aún tenga mucho dinero y poder? Que, al contrario, todos somos prescindibles ante ese mundo natural, que puede transformarse y seguir existiendo sin nuestra presencia, que ha sido principalmente destructiva y utilitaria. Claro, acá entra el tema central de los modelos de desarrollo económico y la necesaria referencia al capitalismo en su fase más destructiva, que domina la gran mayoría de regiones y países del mundo.

Existe actualmente una discusión planteada entre la reducida élite capitalista súper adinerada o supremacista, en general (incluido el “filántropo” Bill Gates y otros), que no tienen nacionalidad más allá de sus intereses y no les importa plantear en forma abierta la necesidad de reducir sustancialmente la población mundial a través de la acción militarista y bélica que existe como exitoso negocio, o provocando epidemias o hambrunas igualmente vinculadas al capital y sus ganancias.

Es lo que se cataloga como neomaltusianismo en referencia al tristemente célebre clérigo inglés Thomas Malthus (1766-1834), quien en el siglo XVIII planteó igualmente la reducción de la población mundial ante la supuesta imposibilidad de suplir de alimentos a los más desposeídos.

La propia ONU ha vaticinado, con base en un voluminoso estudio de mediados del año 2021, con participación de unos 200 expertos de todo el mundo, que la vida humana en el planeta Tierra podría finalizar en 2050. Hace énfasis en la amenaza devastadora del cambio climático, que de no ser abordado con la urgencia necesaria en los próximos años, hará irreversibles los daños en todo el globo terráqueo.

 

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De manera que corresponde a los sectores más esclarecidos y verdaderamente humanistas y a la propia lucha emancipadora de los pueblos en general en cada ámbito, poder reivindicar y dar protagonismo a los avances que existen y a los que debamos asumir en materia medio ambiental, para que pueda remediarse la situación y no caer en esa fatídica predicción de un caos irreversible.

El llamado desarrollo sustentable o sostenible debe asumirse en forma auténtica, lejos de las tergiversaciones que han denunciado muchos de los especialistas e investigadores tanto en el mundo, como en nuestra América Latina y el Caribe, donde se han realizado estudios serios sobre esta problemática en los últimos cincuenta años. El tema de la Amazonía, por ejemplo, es hoy día un tema candente en nuestra región (y más allá).

En Venezuela hay un marco legal importante en el tema ambiental, que parte de la propia Constitución Bolivariana de 1999 y las leyes que de ella han derivado. Ya desde 1976 se habían dado algunos pasos con la creación del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales.

Actualmente al Ministerio de Ecosocialismo y Hábitat (MINEC) le corresponde desarrollar las líneas de acción contempladas en el “Plan de la Patria 2019-2025”, y en ello deberá comprometer todo su empeño, el cual haga posible honrar los compromisos asumidos.

La educación ambiental es eje transversal en todos los planes a poner en práctica. Por ello no queda sino expresar, un enérgico y mayúsculo ¡CÚMPLASE!   

 

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José David Capielo Valles es ingeniero agrónomo y magíster en Desarrollo Rural, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Campus Maracay. Nacido en Coro, estado Falcón, en 1949. Es docente jubilado de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR), Núcleo Canoabo (2016). Es locutor, comunicador alternativo y colaborador de Ciudad Valencia desde 2014.

 

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