«El alto precio de la mansedumbre» por Armando José Sequera
El animal cuya imagen se utiliza generalmente para simbolizar la destrucción de la naturaleza fue un ave mansa que se extinguió en 1681.
Esta ave, el dodo, era una especie de paloma de gran pico y tamaño similar al de un ganso que vivía en la isla Mauricio, que es hoy un estado independiente ubicado al Este de Madagascar, en el océano Índico.
Como no tenía depredadores de los cuales huir, el dodo perdió sus alas y sin ellas la capacidad de volar, así como también el temor hacia los otros seres. Por eso se volvió manso y confiado, a tal punto que hacía sus nidos en el suelo.
En 1507, arribaron los primeros humanos a la isla Mauricio. Fueron marinos portugueses que, al advertir la mansedumbre del ave, le dieron el nombre despectivo por el que se le conoce. Doudo significa estúpido, en el habla coloquial portuguesa.
Con los marinos arribaron gatos, perros, cerdos, cabras y, por supuesto, ratas y ratones que viajaron como polizontes en los barcos. Las cabras se comieron las plantas que resguardaban al dodo; los perros y los gatos lo persiguieron e hicieron de él el plato principal de su dieta. Los cerdos se comían los huevos y los polluelos e igual hacían las plagas de roedores que llegaron con el hombre.
174 años más tarde, el dodo se convirtió en el primer animal cuya extinción se debió a la acción humana directa e indirecta.
Luego ha habido otros, pero pocos casos han sido tan dolorosos como el de la paloma pasajera o paloma migratoria, como también se le denominaba.
A comienzos del siglo XIX la paloma pasajera era el ave más abundante del mundo. Originaria de América del Norte, esta ave –Ectopistes migratorius– existía por millones. De hecho, cuando realizaba los viajes que la caracterizaban, se reunía en bandadas de hasta dos millones de ejemplares, capaces de eclipsar el Sol durante un rato, como nubes de lluvia.
Para los ornitólogos –los estudiosos de las aves–, la paloma pasajera se caracterizaba por su larga y hermosa cola. Pero, para las personas comunes, su mejor característica la constituía el buen sabor de su carne.
Esto último hizo que, como era fácil de cazar, debido a que no rehuía la presencia del hombre, durante décadas se le cazó sin contemplación alguna.
Un siglo después de considerarse el ave más abundante del planeta, ya no quedaban en la naturaleza palomas pasajeras, ni en Estados Unidos ni en Canadá.
El último ejemplar de la especie murió en el zoológico de Cincinatti. El acta de defunción de la especie fue fechado e1 de septiembre de 1914.
Esa última sobreviviente se llamaba Martha.
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Armando José Sequera es un escritor y periodista venezolano. Autor de 93 libros, todos publicados, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 23 premios literarios, ocho de ellos internacionales (entre otros, Premio Casa de las Américas, 1979; Diploma de Honor IBBY, 1995); Bienal Latinoamericana Canta Pirulero, 1996, y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes”, 2012).
Es autor de las novelas La comedia urbana y Por culpa de la poesía. De los libros de cuentos Cuatro extremos de una soga, La vida al gratén y Acto de amor de cara al público. De los libros para niños Teresa, Mi mamá es más bonita que la tuya, Evitarle malos pasos a la gente y Pequeña sirenita nocturna.
«Carrusel de Curiosidades se propone estimular la capacidad de asombro de sus lectores».
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