Chema Saher
José David Capielo autor de la columna Del Medanal Venimos

Vistos el final, inicio e intermedio de este largo conflicto estudiantil de 1974, en el Núcleo UCV Maracay, pretendo narrar algunos sucesos de esa dura pelea en la que enfrentamos al llamado RR o “Reglamento de Repitientes” (sin que la mayoría de los líderes principales fuésemos afectados por el mismo) y al poder estatal, interventor y anti universitario del puntofijismo de AD y COPEI. Se había logrado imponer desde 1970 una arbitraria reforma universitaria que “legalizó” múltiples arbitrariedades en nuestras universidades públicas.

En principio me referiré a experiencias propias que considero significativas. Allí destaco dos visitas amorosas de mi madre Paz Agustina a Maracay, en medio de todas esas vicisitudes. Yo había estado en forma relámpago en Coro, previo a la “toma vacacional”, y le había anunciado que enfrentábamos un conflicto muy serio y que no podría ir al terruño en esos días por venir.

Ella siempre, en su gran religiosidad, me decía: “Te tengo en mis oraciones”, “No quiero que te pase nada”, “Cuídate mucho”. Siempre fue así, atenta y sin ningún reclamo. Le había explicado que yo intentaba cumplir con aquella consigna de “estudiar y luchar” y que no abandonaría el objetivo de darle la satisfacción de recibir junto a ella mi grado universitario. Fue un compromiso que afortunadamente le pude cumplir en vida, años más tarde.

Estando en la “toma vacacional” en la Facultad de Veterinaria, estimo finales de agosto, se presentó mi madre desde Coro en estas instalaciones, junto a dos de mis tías maternas mayores. Al parecer, mis tías habían venido a Maracay a visitar a un familiar y mi madre las acompañó. Luego, por iniciativa e insistencia de Paz Agustina, se acercaron hasta el Núcleo UCV. Se dio así este feliz encuentro, que celebré con ellas, aun con los justificados temores que la situación imponía.

Posteriormente, a mediados de octubre, igualmente mi madre viajó a Maracay estando yo incorporado a la huelga de hambre. Estuvo unos cuatro días ayudando en distintas gestiones, sobre todo en la intermediación con las autoridades universitarias, a través de un “comité de familiares” que habíamos constituido. En esta oportunidad había aprovechado la intervención de un sobrino residente en Maracay, quien facilitó su estadía. Igual fue un grato aliciente su presencia fraterna.

La otra anécdota que recuerdo gratamente es la de un compañero de estudios en Agronomía y de la residencia estudiantil donde yo vivía, a quien conocimos como “Compae Chucho”, oriental, de Río Caribe, estado Sucre, que en toda esa confrontación se autonombró mi  “jefe de seguridad”. El era un fornido personaje de poco más de 1,80 metros y una contextura atlética, que solo con su presencia infundía respeto. En varias escaramuzas de las asambleas y fuera de ellas, Compae Chucho asumía mi defensa en forma expresa, señalando desafiante: “El que se meta con mi Compae, tiene que matarme a mí primero”. Había un grupo especialmente violento en Veterinaria, la mayoría con alto nivel económico y lujosos autos, que atacaban en grupo con sus tijeras y otros instrumentos de cirugía en cada encuentro. Otros llegaron a exhibir alguna arma de fuego con fines intimidatorios e igualmente peligrosos. En la propia universidad había que andar preparado para todo. Compae Chucho, aun cuando no culminó Agronomía, se hizo profesional de la docencia, volvió a su tierra y llegó a ser un destacado dirigente magisterial.

Otra anécdota que recuerdo del conflicto fue el intento de “emparejamiento formal” con una combativa compañera de lucha (y muy exitosa estudiante de Veterinaria), a quien apodábamos “Chilena”. De ella me sentía especialmente atraído. Busqué la oportunidad dentro de la “toma vacacional” ya descrita (donde “Chilena” estuvo en forma consecuente) para expresarle mis deseos de formalizar una relación sentimental y resulté rechazado. La compañera ya tenía un compañero de vida, desconocido por todos. Al parecer se trataba de un militante revolucionario clandestino, fuera de la universidad, que obviamente no se hizo “visible” en toda esa lucha.

En otros episodios, destaco casos como el de “Luisín”, un combativo estudiante de Agronomía que normalmente pasaba inadvertido y siempre evitaba las figuraciones en público. Resultó que finalmente adquirió notoriedad al incorporarse como participante en la huelga de hambre. Su madre, de origen andino, llegó a visitarlo y no evitó reclamarle: “Luisín, siempre le he dicho, métase en p…, pero no se deje ver”. Era la advertencia protectora que le hacía su progenitora, quien sabía que al aparecer él públicamente existían mayores riesgos de sufrir represalias. De hecho, Luisín estuvo entre los “amonestados” (amenazados) por las autoridades.

 

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También hubo un estudiante de Veterinaria que era maratonista y una especie de “deportista de alto rendimiento”, apodado “Tío Tom”, que accedió a incorporase en solidaridad a la huelga de hambre y pasados apenas tres días, solicitó ser desincorporado “porque no aguantaba”. El gesto solidario de este compañero no bastó, ya que aparentemente no estaba sicológicamente preparado para ese ayuno. Debimos sacarlo con las sirenas de los bomberos universitarios encendidas, tratando de enmendar en algo su indisposición, para ser recluido luego en un centro asistencial para una evaluación de rutina. “Tío Tom” resultó expulsado por dos años.

Refiero también el caso de “El Boliviano”, un estudiante de Agronomía originario de este país plurinacional latinoamericano, quien muy voluntarioso y combativo se incorporó a la huelga de hambre, debiendo ser sacado al hospital como a los seis días, con un cuadro clínico diagnosticado como hepatitis. “Boliviano” demostró mucha valentía, dentro de su carácter calmado y de poco hablar. Luego nos enteramos de que tenía familiares que estuvieron vinculados a la gesta guerrillera que se dio en su país, en tiempos de Ernesto “Ché” Guevara. “Boliviano” afortunadamente no fue sancionado.

Estas pocas anécdotas no logran recoger todas las situaciones vividas. Son apenas pinceladas dentro del gran lienzo de todos los acontecimientos en ese largo conflicto universitario de 1974. Quizás se requerirá retomar posteriormente algún otro suceso de los que puedan permanecer en la memoria. Por ello, aun cuando avancemos hacia otros escenarios, no doy por concluido totalmente  este especial período de gran confrontación y resistencia plena de 1974.

 

 

“…ha emergido una nueva metodología de conocimiento de lo social que se apoya en la experiencia de lo vivido, en la subjetividad como forma de conocimiento, tan válido como los números, los modelos, las curvas o cualquier otro instrumento estadístico”. (Profesor Víctor Córdova. UCV, 2003)

 

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José David Capielo Valles es ingeniero agrónomo y magíster en Desarrollo Rural, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Campus Maracay. Nacido en Coro, estado Falcón, en 1949. Es docente jubilado de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR), Núcleo Canoabo (2016). Es locutor, comunicador alternativo y colaborador de Ciudad Valencia desde 2014.

 

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