“Antivacunas, una raza de idiotas” por Fernando Guevara

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Antivacunas, una raza de idiotas… A mí no me dio sarampión, ni viruela, ni sufrí de poliomielitis, varias veces me corté con metales oxidados y no sufrí de tétanos. ¿Ya ven por dónde vamos? Hay vacunas contra la rabia, la BCG, la fiebre tifoidea y la fiebre amarilla, por cierto, en muchos países piden esta vacuna para poder entrar; recuerdo mis carreras en Caracas para ponérmela cuando fui a España.

Hemos escuchado centenares de excusas de gente antivacunas para no colocarse la vacuna contra la Covid-19: …que están en fase experimental… que aún no se conocen las consecuencias de las vacunas… que tengo otros problemas de salud y esto lo puede empeorar… son algunos de los pretextos más usados y, objetivamente, quizás sean los más serios, pero realmente no tienen fundamento para no vacunarse.

Una gran cantidad de activistas antivacuna esgrimen también que la epidemia del coronavirus es mentira y que es un gran plan universal para controlar a la población o para limitar el crecimiento de la humanidad. Vemos que es cierto que los humanos estamos destruyendo el planeta, pero de ser destructores de la Madre Naturaleza a esto hay un trecho.

Como decía al principio, no sufrí las enfermedades mencionadas por la conciencia de mis padres, en especial mi madre, que me vacunó a muy temprana edad. De hecho, dolencias como la poliomielitis, la viruela y otras tristes enfermedades que hicieron sufrir a la humanidad desaparecieron o están casi extintas gracias a la vacunación. Entonces es sumamente difícil entender el porqué cientos de personas comulgan contra las vacunas.

Para quienes creemos en la ciencia, en los médicos y en los esfuerzos que la humanidad ha hecho en estos más de 24 meses de pandemia, los comentarios y las acciones de los antivacunas nos resultan ofensivas. Bien es cierto que la vacuna no es la mágica solución al covid, pero es una de las más contundentes armas para evitar la propagación de la enfermedad y para protegerse y proteger a su familia de esta calamidad que está acabando vidas.

Ciertamente las personas tienen derecho a no vacunarse, especialmente cuando son adultos y pueden decidir por sí mismos, de hecho, hace más o menos un año los antivacunas tenían argumentos más sólidos para sus creencias. No obstante, a esta fecha, científicos de las más altas cualificaciones han examinado la enfermedad, las diferentes vacunas y los datos que esta pandemia ha arrojado y concluyen, casi de manera unánime, que las vacunas han logrado detener el avance y la gravedad de la enfermedad, y que si la raza humana no ha sido exterminada es porque la ciencia ha contribuido con la creación de las vacunas a darnos una mejor calidad de vida.

Ahora, seguirán existiendo activistas antivacunas, quizás nuestro compañero de trabajo o de estudio, o nuestro primo o el vecino que no se quiere vacunar no sean tan importantes para la humanidad y su terquedad en no vacunarse sea mínima y no importa mucho que se aferren a esas teorías de la conspiración solo para llevar la contraria, pero ese amigo o familiar o vecino que sube al ascensor con usted y con sus viejos puede ser una persona que contribuya a una tragedia familiar, y no me diga que soy un dramático, esas cosas pueden pasar.

Aquellas personas con presencia mediática, figuras públicas, políticos como Bolsonaro, deportistas como Novak Djokovic, quienes son fieros antivacunas, le hacen un daño inmenso a la sociedad. Millones de personas alrededor del mundo han muerto, muchos porque no alcanzaron a llegar al momento de la vacunación, decenas de miles de médicos, enfermeros, entre otros personales de la Salud, enfermaron y murieron mientras intentaban cuidar y curar a millones de pacientes que sufrían el Covid.

Sus argumentos son banales, su actitud puede destruir las cosas buenas que hayan hecho. En lo personal, el tenista serbio siempre me pareció un excelente deportista y muchas de sus acciones también eran dignas de respeto y admiración, pero esta actitud antivacuna, arrogante y cargada de necedad, lo tumba de un pedestal universal.

El ser antivacuna hoy en día no se puede calificar de ignorancia, especialmente entre aquellos que tienen posibilidad de acceder a información seria y precisa sobre el tema. Ser antivacuna a estas alturas es una actitud chocante, desafiante, llena de egoísmo y petulancia.

 

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Los neoantivacunas, como creo que deben ser llamados, son un puñado lamentable de sujetos pobres en criterio y ricos en narcisismo, tienen una inmensa necesidad de dar de qué hablar, aunque sea poniendo en peligro a la humanidad.

Aunque no soy su admirador, creo que Emmanuel Macrón tiene razón en que hay que “emmerder” a los antivacunas.

Al finalizar esta nota leemos que en Australia la justicia acuerda liberar a Djokovic no porque haya mentido o no, sino porque no le respetaron los lapsos procesales para su defensa, es decir, un tecnicismo que no tiene nada que ver con su posición antivacunas, la cual sigue sosteniendo y que seguramente reforzará, sin embargo, el mismo juez que dicta esa sentencia deja en manos del gobierno si lo expulsa de la nación oceánica.

 

Fernando Guevara / Ciudad VLC