“Carta a la muerte” por Arnaldo Jiménez

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Divagaciones-Arnaldo Jiménez-Poesía de lugar

Estimada compañera:

En estas últimas semanas he pensado mucho en ti, es decir, un poco más de lo acostumbrado. ¿Recuerdas que en el hospital te la pasabas rondando los ojos de los enfermos y arrojando en ellos el vértigo de la lejanía? Pero yo también te contemplaba vestida de corazón, permitiendo que las voces elevaran plegarias y las personas abrazarán a sus familiares y amigos como si fuese la primera vez. Y entonces, querida amiga, una tarde cantaste en un delirio que abrió un abismo en el aire y escarbó en la piel de las sombras, y una anciana miró hacia ti con la dulzura en su canto y en ella uniste el principio con el final. Muerte, solo tú sabes lo difícil que es vivir.

En el hospital estabas a la misma distancia de Dios; porque tú, muerte, eres su tregua, la prolongación de todas sus criaturas, la posibilidad de que el padrenuestro sea una esponja de miel en nuestras bocas. Yo te vi pintar de blanco el rostro de una niña, quien se fue contigo sin ningún reclamo, pero todavía sintiendo en su piel la fiebre de la injusticia. Sabes que todos andamos por el borde de un precipicio, a un palmo de la caída.

Disculpa si molesto tu tranquilidad, digo, esa paz de la que gozas en mi vida, mas preciso decirte algunas cosas: fíjate, si me enfrento a las derrotas con la solvencia de la paz, si me enlazo al duende de las alegrías y no me dejo absorber por su desaparición, sé que tú lo haces posible. Tu palabra tan corta y eficaz no es de tristeza ni de nostalgia; es un paso, un destello de elevación del alma en la tierra. Te aseguro que no estoy utilizando la ironía cuando coloco palabras en tu boca, muerte, porque tú te comunicas a través del silencio más puro; por eso mismo todas las voces te pertenecen. Si el segundo de la belleza pasa es porque en lo efímero reside su goce, su disfrute.

Muerte, sé que es un error pretenderte alejada, sumergida en otras atenciones por los pasillos de tu misericordia. Eres la luz de la vida, por eso te ofrezco esta carta. Cómo no ver tus amarras en estos botes de piel y tormento. Solo por tu presencia sé que mi cuerpo es plural, que es un viaje a nada, una lucha perdida de antemano. Aquí la culpa no tiene hospedaje, Muerte, desgarradura de los juicios.

¿Cuántas veces han dibujado tu figura siempre proyectando el horror humano en tu transparencia? Un luto permanente, una cosechadora de almas; una guadaña que acecha con el rostro duro en la amenaza; a ti que permites la salida del sol; a ti que favoreces la reproducción incesante del ciclo de la vida, que llegas para desamarrarnos del cuerpo y nos dices una y otra vez la claridad que somos por dentro. Muerte, anatomía de la evaporación.

Déjame describirte según te he ido descubriendo; déjame aproximarme a tus proporciones, a tus atributos, usando otras comparaciones: la muerte no lleva ese artículo neutral e indicativo. Toda muerte es mi muerte, es nuestra posesión, no una visita que repentinamente nos saca del camino. Mi muerte es mi camino. Ciega, solo abre los ojos en el instante en el que yo los cerraré para siempre. Su ternura entra al cuerpo en el brevísimo soplo de un aletear de colibrí, y entonces se tiene otra conciencia de la vida, la sentimos en todas sus dimensiones y anhelamos una oración. Todo inútil para ti. No nos escucharás jamás, contraste de nuestro ruido, eterna tejedora del silencio.

La muerte es un caballito de oro bebiendo la mudez de las piedras. Una llovizna que extrae una rama nueva en el tronco inerte en los barrancos. Las manchas de las aceras por donde nuestros pasos se desgastan. El ojo del toro delante del hambre. Ese descuido con que la rata también se transforma en veneno. El destello del sol en el movimiento de las culebras. La muerte tiembla en la soledad y nos consuela de los golpes con que la vida suele formarnos la humildad.

Nada logro con hacerte preguntas, solo delato mi imprudencia, mi manía de creerme humano. La muerte acaso es el rayo que detiene el transcurso de los espejos. La frescura en la mutilación de los pastos, la sensación que surge después de bebernos los ríos. Disculpa que el autor haya cambiado de la primera a la tercera persona, son conjunciones inevitables.

 

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Sé que estas palabras no llegarán a ti. Me ilusiono pensando que tornarás a la carne y despojada de los verbos oscuros con que te cubrimos la leerás sentada a la diestra de los dioses. Pese a toda tu sabiduría, no puedo dejar de regalarte algunas advertencias: no creas en nosotros, nunca abras tu fe en el ser humano. No te pienses esqueleto inverosímil navegando corceles de venganza. Que nuestra mudez no sea una invocación a tu delirio, que tu delirio no nos enmudezca.

Es cierto que perdemos el tiempo en destruirnos los unos a los otros; pero es la vida la que produce esas armas, es la vida la que multiplica los peces del asesinato, lo grotesco de las guerras. No te contagies, sigue siendo tan solo lo que eres: una espera. Nunca creas que es verdad que tú nos haces daño. No estamos acostumbrados a nuestra mortalidad, no te involucres en este tipo de problemas. Sigue siendo lo que eres: el muro donde rompen todas las preguntas.

Siempre tuyo…

 

***

 

Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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