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Ángel Omar García González: autor de la columna de Ciudad Valencia "Historia y Memoria"

Historia y Memoria / Carupanazo y Porteñazo (I)

 

Amigas y amigos, constructores de sueños, forjadores de esperanzas. Se cumplen sesenta y un años de los alzamientos militares contra el segundo gobierno de Rómulo Betancourt, ocurridos en Carúpano, el 4 de mayo y Puerto Cabello, el 2 de junio de 1962, liderizado el primero, por el capitán de corbeta Jesús Teodoro Molina Villegas, el mayor Pedro Vegas Castejón y el teniente Héctor Fleming Mendoza, y el segundo por el capitán de navío, Manuel Ponte Rodríguez, el capitán de fragata, Pedro Medina Silva y el capitán de corbeta, Víctor Hugo Morales.

 

Movimientos que hicieron parte de las diversas acciones subversivas adelantadas durante aquel convulsionado año, que procuraban la sustitución del régimen puntofijista y que habrían encontrado aliciente en cinco acontecimientos de gran significación: el triunfo de la Revolución cubana, en 1959, las divisiones del partido Acción Democrática y las resoluciones del III Congreso del Partido Comunista de Venezuela, de 1961 y,  la huelga de transporte público y de carga, así como la exclusión del partido de gobierno de la directiva de la Cámara de Diputados, en 1962.

 

Pacto de Élites

 

El régimen político concebido y plasmado en el documento de acuerdo firmado el 31 de octubre de 1958, conocido como Pacto de Puntofijo, y su implementación a partir de la asunción a la Primera Magistratura por Rómulo Betancourt, en marzo de 1959; fue concebido desde el comienzo como un Pacto de Élites. Tal condición fue claramente enunciada por el mandatario en su discurso de toma de posesión: “Es falaz y demagógica la tesis de que la calle es del pueblo. El pueblo en abstracto es una entelequia que usan y utilizan los demagogos de vocación o de profesión para justificar su empeño desarticulador del orden social. El pueblo en abstracto no existe. En las modernas sociedades organizadas… El pueblo son los partidos políticos, los sindicatos, los sectores económicos organizados, los gremios profesionales y universitarios”.

 

Era ésta la definición más diáfana de la democracia representativa, según la cual, el pueblo solo podía tener expresión política a través de las instituciones del sistema. Una visión que rápidamente comenzaría a ser desbordada por la compleja realidad política y social de un país que no encontraba causes a sus angustias, problemas y necesidades, y que asumió el activismo político, a través de la protesta social, como mecanismo para impulsar la agenda de sus necesidades; reivindicando, al mismo tiempo, el espíritu del 23 de enero sobre el que se había levantado el naciente sistema político, y del que se habían distanciado los partidos signatarios del Pacto.

 

Las constantes protestas contra el gobierno de Betancourt por reivindicaciones socioeconómicas y laborales, que con frecuencia dejaban saldo de muertos y heridos tuvieron, además de la propia situación interna, otra fuente de inspiración muy clara: el triunfo de la Revolución cubana, triunfo que demostraba que sí era posible alcanzar la victoria popular tomando el poder político.

 

Implosionar el sistema

 

El primer aniversario del 23 de enero coincidió con la visita al país, a pocos días del triunfo del pueblo cubano, del líder de la Revolución: Fidel Castro, quien vino a agradecer la solidaridad del pueblo venezolano con la gesta que había librado la nación antillana. En Caracas diversas emisoras radiales se conectaban con las transmisiones que se emitían desde la Sierra Maestra, y una campaña de recolección de fondos para apoyar la insurgencia, bajo el lema: “Un bolívar para la Revolución”, se había realizado en 1958.

 

Aprovechando la coincidencia de ambos eventos se organizó un mitin que tuvo lugar en la Plaza El Silencio en el que participaron, además del ilustre visitante, entre otros: Fabricio Ojeda, Wolfgang Larrazábal, Jóvito Villalba, Jesús Sanoja Hernández; allí el líder cubano afirmó: “Se decía que era imposible una revolución contra el Ejército. Los teóricos no concebían una revolución sin el apoyo del Ejército, pues bien nosotros hicimos una revolución contra el Ejército. Se decía que no era posible una revolución si no había crisis económica, si no había hambre. Y sin embargo, la nuestra se hizo…Todos los complejos rodaron por tierra. Rodaron así mismo las mentiras escritas”.

 

Con el tiempo y en la medida en que se agudizaba la crisis venezolana, las palabras del carismático líder se convertían en una brújula que orientaría e inspiraría los análisis de las acciones que debían emprenderse para dar respuestas a la compleja situación nacional. Dos fueron las vías que se plantearon para derrocar al puntofijismo: emular la lucha armada al estilo cubano, o producir una alianza con sectores de las Fuerzas Armadas que implosionara al sistema. En esta dirección se profundizaron los contactos con sectores de las Fuerzas Armadas.

 

Otros dos elementos que influyeron en la agudización de la crisis política que condujo a los alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello fueron los efectos de la primera división de Acción Democrática, en 1960 y, las resoluciones adoptadas en la plenaria del III Congreso del Partido Comunista de Venezuela, en marzo de 1961. La importancia de ambos eventos radica, por una parte, en que el naciente régimen político se sustentaba sobre un Sistema de Partidos, razón por la cual la insurgencia de dos agrupaciones partidistas, sobre todo una de importante trayectoria como el PCV, actor fundamental en el derrocamiento de Pérez Jiménez; constituía una amenaza a la estabilidad del sistema. Por la otra parte, ambos eventos ocurrían al tiempo que se suscitaban acechanzas de militares de derecha, reminiscencias de la última dictadura militar.

 

La sustitución del régimen

 

En Acción Democrática, sobre todo después del año 1952, la lucha contra la dictadura perezjimenista fue liderizada por la juventud del partido quienes asumieron su conducción contraviniendo las directrices que desde el extranjero emanaba la generación fundadora encabezada por Rómulo Betancourt. Esas contradicciones, profundizadas durante el gobierno de éste, no obedecían únicamente a discrepancias respecto de las políticas económicas, sociales, y al carácter abiertamente represivo del gobierno; sino que estaban inspiradas en aspectos ideológicos: la juventud, formada en las fuentes del marxismo, había sido tocada por el brillo incandescente de la Revolución cubana.

 

Ante la profundización de las contradicciones, en 1960, el Comité Directivo Nacional (CDN) de Acción Democrática expulsó de las filas del partido, acusándolos de seguir directrices del gobierno cubano, a la dirigencia del Buró Juvenil integrada por Domingo Alberto Rangel, Gumersindo Rodríguez, Moisés Moleiro, Héctor Pérez Marcano; entre otros. Lo que vino después fue la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).

 

El nuevo partido radicalizó progresivamente su posición contra el gobierno y desde su órgano informativo, el Semanario Izquierda, a mediados de 1961 publicó un editorial en el que llamó abiertamente a la insurrección: “El régimen ha sido segregado de las grandes masas por su ineptitud y su entreguismo, y su desprestigio asciende en forma vertical… Ahora es evidente que no hay solución dentro del marco de la situación actual… No puede haber otra solución que el cambio de gobierno, la sustitución del régimen actual por otro que responda a los intereses del pueblo”.

 

El gobierno no sólo censuró al Semanario, también que produjo la detención de los dirigentes miristas: Humberto Cuenca, Héctor Pérez Marcano y Rafael José Muñoz. Esta situación, en medio de una escalada de constantes protestas sociales, con frecuente saldo de muertos, heridos y detenidos, además de la amenaza latente de un golpe de estado de derecha; terminaría convenciendo a la dirigencia del MIR de que no había más camino que emular de la experiencia cubana.

 

Sin plan insurreccional

 

Por la otra parte, la exclusión del PCV del Pacto de Puntofijo no representó, en principio, un motivo de oposición al naciente sistema político, la constatación de tal afirmación radica en que éste se sumó al juego electoral, en alianza con URD, para apoyar la candidatura de Wolfgang Larrazábal en las elecciones de 1958; respaldando de esta manera al régimen. Fue la agudización de la represión gubernamental contra sectores sociales, políticos y sindicales, aunado a la contingencia abierta por el triunfo de la Revolución cubana, en el contexto de un clima de tensiones internacionales signadas por el respaldo político y militar que La Habana comenzó a recibir de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), lo que condujo al PCV a tomar el camino de la luchar armada como vía para derrocar al gobierno de Betancourt.

 

Con frecuencia se afirma que tal decisión fue asumida con base en las resoluciones del III Congreso del partido; sin embargo, en estricto apego al documento, se puede afirmar que no hay en él ninguna expresión que aluda a tomar ese camino; por el contrario, luego de un largo análisis de la situación nacional, los comunistas se trazaron cuatro objetivos que juzgaban fundamentales: aumentar la participación nacional en el PIB; lograr la independencia en el abastecimiento de materias primas, medios de producción y financiamiento; reemplazar, a través del Estado, la influencia del sector monopolista y; mejorar la distribución del ingreso del sector productivo.

 

Como puede observarse no existe ninguna alusión a un plan insurreccional para deponer al gobierno, razón por la cual vale la pena preguntarse ¿cómo se llegó a la decisión de impulsar la lucha armada? Las razones de esa decisión continúan siendo objeto de debate hasta el día de hoy. Quizás la agudización de la represión por parte del gobierno haya terminado de convencer a los comunistas de la necesidad de explorar otras vías para deponer al gobierno, a fin de cuantas, la experiencia cubana demostraba que sí era posible. A partir de este momento, 1961, ambos partidos profundizaron sus contactos con sectores de las Fuerzas Armadas con miras a deponer el gobierno represivo presidido por Rómulo Betancourt.

 

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Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.

 

Ciudad Valencia