La cebolla es un ingrediente de base en muchas recetas. Son esenciales para cualquier cocina. Las sopas, los sándwiches, las ensaladas, los estofados y los arroces se benefician de su sabor distintivo en todos sus cortes.
En términos de intensidad de sabor, la cebolla blanca es la considerada más intensa, la cebolla morada más suave. Generalmente son intercambiables, y cambiar entre ellas no arruinará un plato, si se altera ligeramente su sabor o apariencia.
Muchas veces hay confusión sobre las cebolla morada frente a la cebolla blanca. La primera suele ser más pequeña que las últimas, y tiene una piel más roja. Ambos tipos tienen sabores casi similares. Pero hay algunas diferencias clave, más que el tamaño y el sabor.
El atractivo de una cebolla morada es su color, con un tono morado profundo que proporciona un buen contraste visual.
Preferidas en la cocina asiática y europea, por su sabor distintivo y color vibrante. Las cebollas moradas se carbonizan a la perfección en la parrilla cuando se cortan en cuñas, y su textura interna se vuelve pegajosa (hasta caramelizada) en lugar de blanda, como lo hacen las cebollas blancas y amarillas. En raras ocasiones, pueden manchar y decolorar determinados ingredientes como los huevos y patatas, en gris azulado.
Por su parte, las cebollas blancas son más intensas que sus compañeras moradas. Encargadas de dar sabor a las comidas y de resaltar los otros alimentos, son pocas las recetas que no requieren ni necesitan de este bulbo. La cebolla blanca es un ingrediente universal en las cocinas del mundo.
Un truco para aligerar la intensidad del bulbo, es cortarla en rodajas finas y dejarla en remojo en agua fría durante una hora mientras se alistan el resto de los ingredientes. Esto ayudará a suavizar el sabor y picor drásticamente.
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Ciudad Valencia / Directo al paladar