Christian Farías: «Jefe, líder o dirigente, ¿cuál es el modelo a seguir?»

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En nuestro artículo anterior expusimos las diez claves del auténtico liderazgo chavista, revolucionario, emancipatorio; puesto en funcionamiento por el comandante Hugo Chávez, desde el momento de su aparición pública el 4F y durante toda su vida política, hasta su despedida el 10 de diciembre de 2012; y ahora, continuado por el actual presidente de la República, Jefe de Estado y Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), el camarada Nicolás Maduro Moros.

Ahora es necesario establecer las diferencias semánticas, metódicas y epistémicas entre los tres términos más comunes: jefe, líder y dirigente, con los cuales identificamos normalmente la delicada función de orientar, conducir y desarrollar las luchas políticas, sociales, económicas, culturales, religiosas, éticas y morales, en el contexto dinámico y cambiante del proceso revolucionario bolivariano.

En el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) encontramos que la palabra jefe, de origen francés, se refiere al superior o cabeza de una corporación, partido u oficio; al militar que ejerce un mando según su grado; al funcionario de categoría administrativa civil; cada una de las personas que turnan por días en el servicio de vigilancia; el que tenga el mando superior de una entidad federal o territorial, como los gobernadores; autoridad superior de un país o presidente del consejo de ministros.

Por su parte, el diccionario Larousse indica que la palabra jefe se refiere a quien da y/o recibe órdenes.

Por otro lado, el vocablo líder, derivado de la palabra inglesa leader, define a la persona que un grupo sigue reconociéndola como jefe u orientadora. Persona o equipo que va a la cabeza de una competición deportiva. El término liderazgo, derivado de líder, significa la superioridad de una empresa, un producto o un sector económico, dentro de un ámbito determinado.

En el Pequeño Larousse, la palabra líder se identifica con campeón, el mejor, en una competición o concurso en cualquier área; bien sea deportiva, escolar, gerencial, laboral, artística, etc.

La palabra dirigente es un sustantivo derivado del verbo dirigir que, en el DRAE, se define de la siguiente manera:

Enderezar, llevar rectamente algo hacia un término o lugar señalado. Guiar, mostrando o dando las señas de un camino… Encaminar la intención y las operaciones a determinado fin. Gobernar, regir, dar reglas para el manejo de una dependencia, empresa o pretensión. Aconsejar y gobernar la conciencia de alguien. Orientar, guiar, aconsejar a quien realiza un trabajo. Conjuntar y marcar una determinada orientación artística a los componentes de una orquesta o coro, o a quienes intervienen en un espectáculo, asumiendo la responsabilidad de su actuación pública.

Igualmente, el Pequeño Larousse señala al dirigente como la persona que escucha y se comunica con sus seguidores, orienta, organiza, direcciona.

A partir de estos tres conceptos es fácil distinguir la diferencia de fondo entre jefe, líder y dirigente, a la luz de nuestras propias experiencias durante el tiempo que tenemos de militancia partidista.

En primer lugar, es evidente que ser jefe se reduce a la doble función de recibir y dar órdenes. Ello implica una cadena de mando con sentido vertical de arriba hacia abajo. Así, la estructura partidista se convierte en una simple pirámide.  sustentada básicamente en la obediencia y la subordinación de la mayoría al mando central ejercido por una minoría de manera infinita.

Del ejercicio de la jefatura surgió el fenómeno de la burocracia (del francés buró, que significa escritorio, y cracia, que significa gobierno) y de allí, el burocratismo, es decir, gobierno encerrado en la oficina y lleno de papeles; sin tomar la calle para conocer y atender las necesidades, inquietudes y reclamos del pueblo.

Este modelo partidista deviene en autoritarismo negador de la democracia y la participación del colectivo, bajo cualquier pretexto o justificación. Solamente invoca el valor de la confianza que, por lo general, es traicionada o frustrada. Por eso, este modelo se agota y genera eso que llamamos crisis de jefatura o del burocratismo, asociado a la ineficacia y la corrupción

En segundo lugar, la palabra líder, o liderazgo, remite a la exaltación del individuo que sobresale como el mejor, el excepcional, el único, el campeón, el inigualable. Si los jefes se unen y forman la burocracia; el líder no necesita colegiarse con iguales porque él es el mejor de todos. Le basta que todos lo reconozcan y lo sigan, lo adoren, lo veneren.

En tal sentido, esos modelos de líder y jefe, si no están sustentados en doctrinas políticas y filosóficas democráticas, socialistas, comunistas, revolucionarias, corren todos los riesgos de convertirse en lideres o jefes de dictaduras, sean militares o civiles; y no de modelos democráticos, participativos y protagónicos del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Finalmente, es la figura del dirigente la que mejor corresponde a los procesos  revolucionarios anti-imperialistas y socialistas como el nuestro, fundamentado, en este caso, en nuestra propia doctrina Robinsoniana-Bolivariana-Zamorana, profundamente liberadora, emancipadora, justiciera y constructiva de una nueva vida económica, social, política, cultural.

Efectivamente, el Comandante Chávez supo enderezar el rumbo de este país hacia el reconocimiento y la reivindicación del pueblo como el protagonista principal de la vida colectiva y democrática de la República.

Supo llevar rectamente el cambio de la democracia formal representativa hacia la democracia participativa y protagónica, sustentada en el respeto y obediencia de los derechos humanos; dando así las señales de un camino, la intención y las operaciones hacia la construcción del estado de bienestar colectivo y la paz eterna de la nación.

El Comandante Chávez no se propuso ser un jefe ni líder de nada; sencillamente supo guiar al pueblo por su propio camino para construir el bienestar social, la paz, la justicia, la igualdad, la libertad, la soberanía, la independencia y el socialismo bolivariano del siglo XXI.

Supo encaminar la intención y las operaciones a determinado fin: la refundación de la República Bolivariana, la realización del sueño y el proyecto inconcluso del Padre Simón Bolívar. Con esa agenda, Chávez supo regir, dar reglas, aconsejar y gobernar la conciencia del pueblo organizado y sus nuevos y nuevas dirigentes.

Chávez supo, muy bien, no ser el mejor jefe o líder; sino el extraordinario dirigente del pueblo venezolano y latinoamericano-caribeño, para orientar, guiar y aconsejar a sus mejores dirigentes y representantes.

Para concluir es importante decir que, efectivamente, sí existen diferencias semánticas, metódicas y epistémicas entre los tres términos más comunes que hemos analizado.

El jefe recibe y da órdenes, su método es vertical, lineal, unidireccional y autoritario. Epistémicamente, se ubica en el burocratismo del Estado y, por tanto, en la ineficiencia y la corrupción del gobierno en todos sus niveles.

 

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El líder es personalista e individualista, su método le rinde culto al narcisismo y se centra en su propio yo. Por lo tanto, su episteme es el miedo a la soledad y el empeño en hacer su propia historia (individualismo personalista); por encima de la historia del pueblo (colectivismo identitario).

El dirigente es un ser social que conjuga el interés de su yo personal con las necesidades del nosotros, del sujeto colectivo de la tribu (la comunidad, el pueblo, la nación). Su episteme es el pueblo, la socialización y la sabiduría colectiva, el inconsciente colectivo, la voz de la tribu. La comunión y el compromiso del individuo con la especie y la sociedad, formando un solo bucle, dialéctico, sistémico y complejo, como bien lo define Edgar Morin.

Chávez es el gran dirigente de esta época. Superó el modelo de la dictadura militar y el modelo de la dictadura partidista. Se convirtió en pueblo y dejó de ser él para ser el niño, el joven, el hombre, la mujer, la patria toda, encarnada en el pueblo hecho poder, en la marea roja, en la unidad cívico-militar-policial-religiosa, en millones de votos, en Poder Popular, en el Sujeto Histórico de la revolución bolivariana, indestructible y leal a su legado. Tal como lo viene asumiendo de igual manera, nuestro actual presidente Nicolás Maduro Moros.

 

Christian Farías / Ciudad VLC