María Alejandra Rendón, autora de la columna Nos (Otras)-Un abrazo para Valencia
María Alejandra Rendón, autora de la columna Nos (Otras)

Contemporáneas: la piel de nosotras… En una época embotada de tanto “feminismo enlatado”, diría Giordana García (G. G.), abarrotada de marketing, campañas y consignas de inclusión –esas que van “ocupando espacios”, dejando al margen a quienes padecen de manera profunda todas las indiferencias, daños y perjuicios– plantear nuevas estrategias de visibilización, prescindiendo de la parafernalia e iconografía impuestas desde los medios, es algo que urge construir. Hacerlo supone tejer, extender, convocar, aceptar la heterogeneidad, juntar, reconocer, marchar, legitimar formas de protesta y de comuniones orgánicas sostenibles en el tiempo y, sobre todo, hurgar incansablemente.

Urge, sí, un escrutinio de las formas y contenidos que las mujeres han venido re-definiendo y re-simbolizado, afincando el pie en el acelerador, una vez se inaugura este siglo. Todo ello sin perder de vista lo que falta por construir y abolir de manera definitiva como antídoto contra la barbarie. Se trata de palpar los advenidos y claros contornos de una nueva tradición estética que se ha venido consolidando en muchas áreas y de diversas maneras.

“En este tema hay que afinar el hilado, evitar todo esencialismo (…). Asimismo, es imperativo asumir la exclusión como una condición tanto contextual como subjetiva: las mujeres nos hemos cosido a un imaginario de nuestro entorno y de sí mismas a partir de la práctica cotidiana y naturalizada de la exclusión.

Esta desigualdad de origen no se transforma con esteroides culturales, no es un trabajo ni rápido ni sencillo, pues no se trata solo de visibilizar en estantes, podios o listas a algunas mujeres y corregir en una imagen siglos de exclusión. Se trata de un trabajo sistemático de recuperación de otra memoria y de reconstitución de nuevos espacios y modos de ejercer inclusión, igualdad y resarcimiento histórico”. (G. G.)

Esta tarea supone pormenorizar los rasgos de tales experiencias creativas que corresponden a muchísimas creadoras contemporáneas que, a contracorriente y genuinamente,  han  venido quebrando el discurso canónico-hegemónico y creando a partir de la incomodidad que resulta  reconocerse en un estadio marginal y como categoría específica.

Resulta necesario, también, observar con ojo crítico la ineludible disputa en el aparato de divulgación y acogimiento de esos discursos, pues, para el movimiento de mujeres creadoras  y, el movimiento de mujeres en general, ha resultado dar la batalla en varios frentes, sobre todo en los planos económico: simbólico, político y comunicacional, pues ya no se está tratando solo de aparecer y ser nombradas, sino de reconocer y erigir una identidad propia con el objetivo de superarnos como cultura silenciada.

Ya no se trata solo de estar, sino de incidir, como tampoco se trata de las “libertades para expresar”, sino de formular y ejecutar tareas tras ejercer el derecho de palabra. Se trata de una praxis disruptiva, que más allá de rasgar el velo, permita poner en evidencia el enorme entramado de relaciones de poder como punto de origen de todas las formas de despojo de las cuales las mujeres, sobre todo las creadoras, han sido objeto.

Se trata de otorgarle rostro, nombre y sustancia a cada mujer que irrumpa en el escenario creativo a donar su experiencia y perspectiva propias. En ese sentido, han sido importantes las creaciones plurales, el empuje conjunto, el acompañamiento colectivo que se registran como mecanismos y fórmulas identitarias.

Todo ello son reflexiones que hago en el ejercicio de ser testigo de un esfuerzo valioso por exponer a 109 artistas plásticas, durante tres meses en el Mueso de Arte Contemporáneo desde el pasado 18 de mayo. Es una experiencia que a todos y todas nos deben llenar de orgullo, no solo por la tarea enorme que implica su producción, que ya es bastante por imaginar y comprobar, sino por cimentar ese esfuerzo en una cualidad y visión unitarias.

Marlon Zambrano apunta, a propósito de este hecho: Más allá de entablar una controversia arcaica o reclamar una cuota de género en la exhibición del arte, parece inevitable notar la asimetría y cuestionar que si bien con relativa frecuencia las mujeres participan en el fenómeno artístico en su conjunto representadas por la mano del varón, no aparecen en la historia del arte con el justo reconocimiento a su valor autoral

Que 109 creadoras se reúnan desde el jueves 18 de mayo en la sala 11 del Museo de Bellas Artes de Caracas (MBA) para exhibir sus obras, detona por lo menos tres reglas fundamentales en la historia de la exclusión: todas son mujeres, provienen de casi todos los rincones del país y no sufrieron el reduccionismo de las limitaciones en la selección de sus obras.

Gloria Blancato y Natalia Rondón desvelan el milagro como niñas asustadas. Son dos de las coordinadoras de la exposición, de un grupo de cinco, y si bien no ondean con flagrancia las banderas de las luchas feministas desde la tarima de las consignas, asumen en la práctica todos sus postulados al saberse partícipes de un acto de subversión contra la costumbre, el patriarcado, y el velo institucional. Además, con el contradictorio pero emotivo crédito de que fue un hombre el que se dispuso a revertir una injusticia histórica: Zacarías García, director del Museo de Bellas Artes y presidente del Instituto de las Artes de la Imagen y el Espacio (Iartes)”.  

Por supuesto, dicho esfuerzo contó desde un principio con el apoyo de Ministerio del poder Popular para la Cultura, gabinetes estadales de Cultura, así como distintas individualidades, colectivos e instituciones, porque es colectivamente que ha sido posible su materialización, y es ello es un motivo más para celebrar.

La exposición Contemporáneas: La piel de nosotras, no admite, hasta el día de hoy, un precedente en las artes plásticas y visuales; ni en su visión, ni en sus proporciones, ni mucho menos en el esfuerzo que implica abrir un escenario que demandó, desde el comienzo, tanta capacidad organizativa y mística en torno a una visión común que admitiera la versatilidad diversa de formas y sentidos.

Ángela Álvarez, Josefina Guerra,  Gloria Blancato, Lupe Sánchez y Natalia Rondón fueron las responsables de llevar a término este formato donde la pluralidad y el encuentro fungen como objetivos abrazados por quienes participan, y  que han sido cristalizados con vigor y entusiasmo inigualables. Otras artistas convocadas son Ximena Benítez, Chemir Colina, Nania Leal, Maritza de Góngora, Beatriz Peñin,  Leonor Vasalo, Gloria Rojas, Italia Moscoso, Euri Fugett y Carola Rochi, entre otras.

Una convocatoria informal que surgió de un grupo más reducido, terminó por adoptar la forma de una exposición colectiva de enormes dimensiones  y de gran inspiración para todas las mujeres del país.  Se trata de una movilización que ha puesto la creación como centro y espacio para el diálogo.

Lo que quiere decir que las artes plásticas en nuestro país cuentan con un amplio muestrario, cuando a mujeres nos referimos. Esta exposición contó con la curaduría de Zacarías García, quien cuenta con una amplia trayectoria, y la realización del texto quedó a cargo de la poeta y artista plástica de origen carabobeño, residenciada en Trujillo, Chemir Colina.

Voy a emplear, de nuevo, la primera persona para manifestar mi orgullo, mi alegría, mi particular beneplácito al ver concretadas experiencias como estas. Chemir, con su ternura y su insistente vocación por la labranza colectiva desde que es muy joven, ha creado un texto que nos redime con altivez y hondura a todas las mujeres creadoras: “Memoria furtiva, miradas que se configuran en cada trazo como marca de agua habitando nuestra piel y también la de otras, mujer, madre, artista, siendo todas ellas, nos impregnamos de cada detalle que nos circunda, que nos libera, que nos conecta y en otras nos avasalla; no hay hilos sueltos, ni casualidades». Además que nos habla de las pulsiones vitales de quienes se expresan, no solo siendo artistas, sino madres, esposas, trabajadoras, místicas, investigadoras, docentes, emprendedoras, hijas, hermanas, artesanas, etc. La mixtura propia de las mujeres que van haciendo mundo, sosteniendo cargas y, además, creando de forma activa.

Esta exitosa convocatoria es una manera de que las artistas se acompañen, se reconozcan y se alcen en un espacio que da lugar a lo propio y a una identidad común que surge de ese acercamiento. Por tan razón se  encuentran participando mujeres artistas de casi todos los estados del país, “… no hubo selección, porque de alguna manera lo que queremos es hacer visible y colocar en presente a todas las que están trabajando y que en determinadas circunstancias, por los filtros de selección, tal vez no se dan a conocer ni salen del taller”, dice Blancato.

Esta experiencia también parece, así lo visualizan, ser un punto de partida para futuras iniciativas: foros, conversatorios, muestras, sistematizaciones y fusiones genéricas expresivas que serán documentadas y aprovechadas para convertirlas en insumos y fuente de enriquecimiento para el trabajo que cada cual ejecuta por separado. Sin duda es una magnifica tribuna para redimensionar los alcances y la pertinencia de los elementos, a partir de los cuales, las mujeres hoy crean activamente y exaltan sus distintas realidades.

 

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Las mujeres están decididas a traspasar los techos de cristal, declararse autónomas en las tareas que demandan capacidad, convocarse a sí mismas, convertirse en referentes, organizarse en nuevas  claves cuando de inclusión se trata y entrar en la historia con el peso justo de su esfuerzo y acción. La visibilización dejó de ser una necesidad de naturaleza autocompasiva, para dar lugar a la consumación de una de las tantas formas de justicia que demandan desde hace varios siglos.

En ese revisionismo necesario han dejado claro la importancia de construir una identidad sin la mirada obcecada de lo que se asimiló como medida; no están del todo interesadas en la legitimidad ofertada por el canon que ahora rige; han puesto de manifiesto la incomodidad que representa ser “aceptadas” como lo otro, lo rarificado, lo mutilado, lo particular e, incluso, lo opuesto.

Han introducido su mirada  y la defenderán como un derecho inalienable al momento de crear y vivir. De eso se trata aparecer;  poder dialogar con el mundo asumiendo su naturaleza -mujer-  intrínseca, auténtica e ineludible. Asumen el YO como parte de una entidad colectiva que, tal como con en Contemporáneas, funda promisorios caminos para que la equidad sustantiva sea una realidad que surja del constante movimiento y desde los diversos lenguajes  de los que siempre han formado parte desde que existe el mundo  conocido.

Contemporáneas ha hecho de la piel de cada una un registro unívoco y de la sororidad una práctica política humana, sanadora y revitalizante. Celebro a cada una de las 109 que se miran y  acompañan en este espacio tan necesario  como emancipador.

 

Referencias:
https://epaleccs.info/publicacion/394-109-mujeres-en-una-misma-sala
https://www.abisiniareview.com/7-peces-en-la-lengua-7-poetas-venezolanas/

 

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María Alejandra Rendón Infante (Carabobo, 1986) es docente, poeta, ensayista, actriz y promotora cultural. Licenciada en Educación, mención lengua y literatura, egresada de la Universidad de Carabobo, y Magister en Literatura Venezolana egresada de la misma casa de estudios. Es fundadora del Colectivo Literario Letra Franca y de la Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela.

PREMIOS

Bienal Nacional de Poesía Orlando Araujo en agosto de 2016 y el Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca 2019 en poesía.

PUBLICACIONES

Sótanos (2005), Otros altares (2007), Aunque no diga lo correcto (2017), Antología sin descanso (2018), Razón doméstica (2018) y En defensa propia (2020).

 

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