Con la finalidad de difundir la maravillosa esencia humanista y poética implícita en la música popular latinoamericana, el Gobierno Bolivariano de Aragua, a través de la Secretaría de Cultura, impulsó, el pasado jueves 14 de febrero, a eso de las 10 de la mañana, y en el marco del Día del Amor y la Amistad, el conversatorio y concierto didáctico: “Boleros para la Paz”, actividad realizada en la pérgola de la Casa de la Cultura de Maracay.
El evento, donde participaron los reconocidos locutores y melómanos valencianos Ramón Toro, Luis Felipe García y Ramón Núñez, acompañados por la prestigiosa agrupación maracayera “Los seis del porche”, dirigida por el profesor Dennys Azuaje, y las inconfundibles voces de Enrique “El Tío” Tovar, Gaby Bon, Aída Soledad y la cubana Gloria Díaz, “La Pantera Negra del Bolero”, promovió una interesante interacción con el público maracayero, sobre las particularidades del Bolero Antillano, develando a través de curiosas anécdotas la historia de esta particular manifestación artística y promoviendo interesantes debates sobre su vigencia en Venezuela.
“Nos sentimos felices de visitar al estado Aragua, una tierra donde ‘hasta las piedras cantan’. Hablar sobre el bolero significa adentrarnos en una maravillosa simbología de amor y paz universal, tan necesaria en estos tiempos. Es una herramienta que permite hermanar a los pueblos. Con estos conversatorios, invitamos a la gente, a analizar las letras y su marco histórico-social”, señaló Luis Felipe García, el popular “Mechón de la Salsa”.
Los ponentes charlaron durante hora y media con el público aragüeño sobre uno de los géneros más antiguos y románticos de la música afrocaribeña, como lo es el Bolero Antillano. Por más de cien años, innumerables compositores, cantantes y músicos de diversas naciones latinas se han dedicado a la creación e interpretación de temas de corte amoroso, que han pasado a convertirse, muchos de ellos, en clásicos universales de la música popular latinoamericana: poesía hecha canción.
“El Bolero es el género musical que nos caracteriza como latinoamericanos, donde sus letras se refieren principalmente a la mujer, convertida en el centro de nuestras vidas, desarrollando inolvidables situaciones sobre amores y desamores. Sus canciones nos hermanan porque: ‘¿Quién no ha sufrido algún ‘guayabo’ en su vida?’”, acotó Ramón Núñez.
Este novedoso concierto didáctico implicó un recorrido histórico, de manera breve e interactiva, acerca del origen del Bolero, su evolución y su presente; con la muy oportuna interpretación, en vivo, de algunos temas representativos de este género musical donde privan el amor y el desamor, y entre los que se destacaron Perfidia, Frenesí, Bajo un palmar, Perdón, Quisqueya, Capullito de alelí, Campanitas de cristal y Motivos, entre otros.
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El Bolero es así…
Como amigos. Comunicándonos casi en silencio, en una de esas tardes grises de una Maracay que se adormece para despertar con el crepúsculo nocturno y en vigilia hasta el alba, camino con Toro, García y Núñez, mis tres maestros valencianos del Bolero Antillano.
No es fácil explicar, durante pocas horas, el misterio de ciudades y pueblos latinoamericanos. Pero, confiados mutuamente, transitamos por icónicas calles hacia el centro de la Ciudad Jardín.
Luego del conversatorio, estábamos dispuestos a continuar charlando sobre la magia del Bolero. Mientras tanto, yo les invitaba a arremangarse la camisa para “aclimatarnos” con el ambiente familiar y sencillo que nos rodeaba de a poco, hasta formar un círculo alrededor nuestro.
Los trabajadores culminaban su jornada laboral, mientras las sirenas de las fábricas silbaban al unísono. Algún chamo se disponía a demostrar que jugaba al beisbol, tan bien como Miguel Cabrera o José Altuve, mientras fildeaba una pelotica de goma.
Descamisados, caminando a lo largo de la avenida Bolívar, hablamos sobre el significado del Bolero en comunidades populares de Aragua y Carabobo, intentando no acoplarnos a definiciones remanidas, porque nos gustan los diálogos-debates.
Ramón Toro me explicó, que el Bolero es una ilusión personal del mundo íntimo: “Es un sentimiento triste que se baila”, recalcó mi pana Ramón Núñez.
Mientras tanto, “El Mechón de la Salsa” musitó algo. Y de pronto aseveró: “El Bolero es, ante todo, un nostálgico que deambula, habitando a veces en los barrios populares. Viviendo en todos y en ninguno a la vez. Se reconoce desposeído, ansioso, despojado. Signado por la desgracia, la tristeza y el desamor, a las que no puede ni podrá evitar nunca, porque si le faltaran, las inventaría”.
Y luego de sorber un generoso vaso de cocuy de penca, mi amigo Toro explicó que el Bolero es algo semejante al pecado original. Viene de atrás. De un Génesis que desentrañan teólogos y eruditos, obteniendo nuevas formas. Descubrimientos varios que se parecen a las caras de un mismo cuerpo.
Me develó algunos misterios. Y supe que la raza latinoamericana es aquella que hereda el Bolero, la nostalgia y el desamor (que al fin y al cabo son lo mismo), como la carga de la pareja del Paraíso Terrenal que nos angustia, pero también nos alivia.
Entonces, un melancólico Núñez acotó: “El Bolero asemeja sentir la pasión hacia una amante que no te pertenecerá jamás por entero, pero que te ha brindado un placer inolvidable. Cada estrofa tiene gusto a ron o cocuy de penca, del que se bebe para olvidar o asumir coraje”.
Hablamos de los personajes típicos que integran las temáticas del Bolero. Y entonces, bares, cantinas, esquinas rosadas, malandros, mujeres de la mala vida, barrios, ciudades y potreros, se mezclaron en pinceladas fosforescentes, para crear un cuadro general abigarrado y abrumador.
El Maestro Toro meditaba, sintiéndose seducido como siempre. A él le interesan los orígenes de ese “Pecado Original”, contenido en una Biblia escrita en letra de Bolero.
Súbitamente entendí que es preferible no analizar a sus personajes legendarios. Tal vez, por miedo a dejar de amarlos. El rechazo a las posturas analíticas es instintivo en los boleristas.
Al diablo con las metodologías. Al mismísimo demonio con teorías que expliquen que el Bolero es bailado tanto por la más rancia aristocracia, como por trabajadores que se deslizan en patios iluminados de casas malas ubicadas en los suburbios. Todo esto quizás sea sólo una ansiedad por apresar sueños.
Ya estábamos cerca del terminal de pasajeros. Hablábamos de Felipe Pirela, Daniel Santos, Alfredo Sadel, Olga Guillot y Bienvenido Granda, entre otros legendarios boleristas, rememorando pasajes de sus más recordadas interpretaciones.
De repente, nos interrumpió un joven, indicándonos que le devolviéramos una pelota que rodaba lentamente hacia nosotros. Núñez la detuvo con la punta del zapato. Me miró y entendí. Nos entendimos: “Esta jugada es tuya”, pensó con seguridad.
Y al grito de: “A ver si puedes fildearla”, lancé la pelota de spalding lo más fuerte que pude, yendo a reunirse con sus dueños. Una barra de muchachos fanáticos de los Tigres de Aragua, de seguro, y quizá tocados también por toda esa mitología popular implícita en el Bolero.
Estoy seguro de que mis tres Maestros del Bolero Antillano, antes de regresar a Valencia, debieron de haber repetido, o ¿por qué no cantado?, en los pasillos del autobús: “¿Para qué recordar, si nos hace sufrir?, tratemos de olvidar para poder vivir”.
Toro, García y Núñez llevan al Bolero en su vida.