Crónicas de la Pandemia (5): Epidemia y desigualdad social
Las Pandemias sacan del colectivo lo mejor de sí o sus vicios y límites más decepcionantes. Sobre todo la segunda alternativa, cuando los ciudadanos reproducen las relaciones de poder disfuncionales en lo micro-cotidiano. En lo macro-cósmico, nadie como las élites políticas y económicas predatorias dentro y fuera de los países. El envilecimiento corre aguas abajo anegando el alma de sus víctimas en la crapulencia.
En Estados Unidos, esta catástrofe de la salud no le ha dado pausa ni armisticio a los vicios de una sociedad victoriana por lo imperial e intolerante. El obsceno asesinato de George Lloyd por policías racistas que legitiman un orden injusto, nos retrotrajo con intensa tristeza a Martin Luther King, Malcolm X, los afroamericanos colgados por el KKK y el apaleamiento de Rodney King.
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Tampoco el asedio a la soberanía de las naciones por parte de falsos demócratas [Clinton, Obama] y republicanos [Reagan, Bush, Trump] ha cesado. Un país que quebró a la ciudad de Detroit, no puede administrar su abominación del estado asociado de Puerto Rico.
Los huracanes evidenciaron la trituración colonial despiadada de la isla de Borinquen en todos los niveles. Qué puede esperarse del Imperio más endeudado del mundo en todos los tiempos, sino encarcelar a los Oscar López por venir.
El precario estado socio-económico de los puertorriqueños no es más que la exportación de la miseria de afroamericanos y latinoamericanos en Estados Unidos. Ya lo había denunciado Mark Twain en sus crónicas agudas, la plutocracia norteamericana encarna la epidemia destructiva de la propia nación.
La economía de mercado [así la suavicen con el adjetivo “social”] sólo es un despropósito teorético ratificado por sus propios mentores. Como se sabe, ni Milton Friedman ni Von Hayek creen en la competencia económica leal, ni mucho menos que esta condición se realice en la democracia. El paradigma sigue siendo la dictadura de Pinochet con su Palo para muchos y Pesos / Dólares para la élite que mal gobierna.
El gendarme hipertrofiado, para nada necesario, se salta todos los formalismos jurídicos y organizativos del que se ha provisto para apuntalar su opresiva presencia dentro y fuera de su territorio mal habido [Texas y California, por ejemplo]. Incumple el acuerdo con Irán, propicia el saqueo de las riquezas ajenas [Irak, Libia y Venezuela], amén de sostener subordinadas entidades hipócritas como la OEA y la OTAN.
Estados Unidos se desdice en su cinismo proverbial. No cuida de la salud de sus desprevenidos habitantes [como ocurrió en la vaguada de New Orleans y hoy con los infectados del Coronavirus], como tampoco asiste a sus millones de ciudadanos vulnerables en lo económico y social.
Sus poderes fácticos [en su pervertido desenvolvimiento] provocan innumerables víctimas de connacionales por vía de quiebras fraudulentas y el estímulo a la industria militar de corporaciones bajo el cuidado del Pentágono.
No ha de sorprender que el muy torpe de Juan Guaidó, el auto-proclamado presidente o, mejor retratado todavía, el Guiado [como lo define Armando Amanaú], sea el delfín del arrogante empresario norteamericano que sobreactúa como presidente de USA. Ya habían convenido ambos la entrega de PDVSA a las siete hermanas de la industria y la soberanía venezolana hecha estrella en tan estrellada bandera.
¿Escucharemos el consejo maledicente de Trump para inyectarnos desinfectante que nos cure la insumisión de Bolívar y Miranda?
José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC