“Curar a la Poesía del mal de ojo” por Vielsi Arias

0
831
Vielsi Arias-columna-Ciudad Escrita-Festival Internacional de Teatro Progresista

El mal de ojo es una creencia popular presente en muchas civilizaciones, la cual se trata de la capacidad que tiene una persona de producir daño con solo mirar a otra. En los campos de Venezuela, a los niños recién nacidos no se les deja cargar ni hacer cariño para evitar este maleficio, y cuando les da hipo se les coloca un hilo en la frente para que desaparezca; las madres acostumbran colocar una pulsera de azabache en el tobillo del niño y así estarán protegidos de la mala fe.

A este imaginario canta el poeta Ernesto Cañizález en su más reciente libro: Costumbres, pecados y otros altares, premiado el pasado 17 de mayo (declarado Día Nacional de la Poesía en honor al poeta Aquiles Nazoa) con el Premio Nacional Fernando Paz Castillo, en su edición XXII, del Centro de Estudios Latinoamericano Rómulo Gallegos (CELARG).

Bajo el seudónimo: “Más sabe el diablo por viejo”, este joven irrumpió con sus costumbres para curar el hipo, el mal de ojo, la gripe, las heridas y el canto a sus altares. Reivindica  la memoria de una familia campesina venezolana que (como muchas) se desplazó a la ciudad a principios del siglo XX en busca del “progreso”.  Afortunadamente, Ernesto Cañizález supo cuidar las ofrendas heredadas por la madre y hoy nos regala este extraordinario libro que seguro será motivo de muchas críticas en la tradición literaria de su generación.

La madre del poeta Ernesto Cañizález llegó a Valencia con una maleta llena de rezos. Vestía un traje de papel  acompañada de un manojo de santos, vino de Trujillo y abrió puertas en una ciudad que se adentraba a la promesa del progreso. Se trajo  los “secretos del bledo y el cilantro”, su malojillo y túa túa y un collar de azabaches. Llegó  cargada de todos sus pactos para guardar la memoria y cuidar a sus hijos del mal de ojo.

Un poemario en el que se teje el paisaje trujillano y nos revela aquello que el poeta Reynaldo Pérez Só  denomina “poesía salvaje” (refiriéndose a lo que Enriqueta Arvelo Larriva llamó: el paisaje interior), es decir, toda poesía pertenece a un lugar al separarse de la mirada que impuso el modernismo y sus vanguardias y, en tal sentido, poetas como Enriqueta Arvelo Larriva, Salustio González, Vicente Gerbasi y Ana Enriqueta Terán sabrán mirar el paisaje interior. Así lo asevera en su ensayo: “Seis décadas de poesía venezolana» (Poesía, 2019).

Este joven valenciano, quien acompaña su poesía de su trabajo como artesano, interesado en las comunidades originarias, es una nueva voz que promete un lugar en la literatura venezolana. Vuelve la mirada hacia la memoria de un país rural e invisible, que sigue vivo en las orillas de sus autopistas y aunque, como asevera el poeta, “ya nadie pelea con la lluvia” y “sin la cruz de cuchillo / siempre llegan las tempestades”, celebramos su interés por mirar hacia los patios “donde ya nadie despescueza las gallinas”.

El libro (constituido por 40 textos) comprende tres momentos: Costumbres, pecados y otros altares. En costumbres, el poeta inicia haciendo reverencias a las deidades de la familia, sus formas de fe y costumbres para superar situaciones como la enfermedad y el mal de ojo (propias de la vida rural venezolana).

 

LEE TAMBIÉN: “INVOCACIÓN A LA MADRE”

 

Continúa con los pecados y devela las prácticas del hombre ante los hijos, el deseo, la avaricia y la tentación ante lo ajeno, y culmina con otros altares, el lugar (al final del pasillo) donde todos agachan la cara, cierran la boca y se confiesan.

Compartimos algunos textos del autor:

 

Dime
¿Cómo
podías calmar
este hipo
con
el hilo
de tu voz
que apenas
me vestía?

Asomándose
en la entrada
estaba el santo
con sombrero
bañándome
las fiebres
con chorros
de aguardiente
a él
le hiciste
una promesa
lo recuerdo
con ese pacto
fundaste mi memoria.

Mi abuelo
vio la noche
tragarse a un hombre
con todo y sombrero
decía
que por unas monedas
por unos caballos
o tal vez
por una cochina
la avaricia
decía mi abuelo
es un perro
que te hurga el alma
te devora las asaduras.

 

***

 

Vielsi Arias Peraza (Valencia-Venezuela, 1982) es licenciada en Educación, mención Artes Plásticas, de la Universidad de Carabobo (UC) en 2005. Participó en los talleres del Ateneo de Valencia y de la Dirección de Cultura de la UC (2003). Es miembro de la Red Nacional de Promotores de la Lectura por el estado Carabobo. Es autora del poemario Transeúnte (Editorial el perro y la rana, 2005) y de La Luna es mi pueblo. Memorias del pintor Cristóbal Ruiz (Editorial el perro y la rana, 2008).

 

Ciudad Valencia