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Ya hemos expresado en ocasiones anteriores la necesidad de diferenciar los significados y usos de las palabras PRÁCTICA y PRAXIS. La primera indica o se refiere al “ejercicio o realización de una actividad de forma continuada y conforme a sus reglas para lograr un determinado objetivo, propósito, fin o meta”. De acuerdo con esta definición, todas las actividades que realizamos a diario, se constituyen en prácticas sociales de diferentes áreas o tipos de acciones sistemáticas que conforman una amplia red de sistemas locales, regionales y nacionales.

Ejemplos: la actividad del campesino que labra la tierra, el obrero que maneja las máquinas y produce, el estudiante que practica la lectura y la escritura para adquirir y desarrollar nuevos conocimientos, el profesional que ejercita su especialidad, la ama de casa que realiza sus oficios diarios, el gobernante que cumple sus promesas o sencillamente no las cumple, el funcionario que funciona y labora con eficacia o no funciona y fracasa, etc.

Todas estas prácticas individuales o grupales funcionan como subsistemas socio-productivos que, a su vez, constituyen el gran sistema socio-productivo de la nación, definido geo-políticamente como país, que debe estar sustentado en el pleno ejercicio de su soberanía, libertad e independencia. Es lo que llamamos la práctica social, sistémica, dinámica y compleja de una nación.

Así mismo, y al margen de la institucionalidad del Estado y el sistema o modo de producción económica-social, el significado de la palabra práctica nos remite también a una dimensión individual o grupal, entendida como “habilidad o experiencia que se consigue o se adquiere con la realización continuada de una actividad determinada, bien sea de naturaleza profesional, artesanal, deportiva, cultural, religiosa, socio-política, administrativa, familiar, amorosa, etc.

Por otro lado, la palabra praxis se refiere al mismo sentido de la palabra práctica; pero se diferencia y la trasciende en cuanto a la presencia, uso y valoración del soporte teórico-metódico que acompaña a la persona en su condición de sujeto, sea colectivo o individual, en el ejercicio de su práctica; diseñada y sustentada en una o varias teorías que sean pertinentes para la transformación requerida.

Igualmente, la praxis se refiere a lo que ella misma genera, es decir, nuevas bases o explicaciones teóricas y prácticas, de utilidad en el proceso continuo y dialéctico entre la teoría y la práctica social transformadora de la vida social, publica y privada del ser humano.

En definitiva, la praxis va más allá de la simple práctica porque en ella   se fusionan y activan, como un todo único e inseparable, los procesos teórico-prácticos que, a su vez, alimentan y generan nuevas teorías que sustentan la pertinencia de nuevas prácticas sociales. He allí el sentido y la esencia dialéctica, revolucionaria, histórica y trascendente de la praxis.

Por esa razón, decimos que la práctica se remite al simple ejercicio de la acción, bien sea, de manera aprendida mecánicamente o adquirida con mucha destreza con base en la experiencia y continuidad en el tiempo. En cambio, la praxis es práctica novedosa y creativa de nuevos modelos o procedimientos sociales, culturales, estéticos, económicos, políticos, espirituales.

La práctica sin praxis es pura mimésis y no poiésis. Por ejemplo: la práctica de una persona profesional, bien sea de la medicina o la docencia. En ambos campos, predomina la práctica porque ésta se ejerce sobre realidades en las que se repiten los conocimientos teóricos ya previamente adquiridos (mimésis).

Igualmente, en el ejercicio de funciones de gobierno, la práctica ya está previamente diseñada, organizada y puesta en escena con base en un diseño o estructura funcionalmente vertical y cerrada, que sigue una línea de mando vertical. El jefe máximo da las órdenes y el resto cumple cada uno en su sitio, la acción que le corresponde (mimésis).

De esa manera, el Poder del Estado se constituye como una enorme y monstruosa estructura de mando, que imparte órdenes; define y establece funciones en cada instancia, modifica o momifica estructuras, etc., (mimésis).

En términos generales, podemos decir que el mal mayor que predomina en la estructura de poder del Estado es la relación vertical de sus partes que constituyen un enorme aparato burocrático, dogmático, cerrado, autoritario y en buena medida anacrónico, corrompido y desvinculado de la realidad histórica-social-cultural de la sociedad (mimésis).

Frente a esa realidad histórica y muy añeja, anacrónica y sustentada en la repetición mecánica de un modelo de práctica gubernamental centralizado, burocrático y corrompido (mimésis); el proceso revolucionario bolivariano no ha podido todavía hacer la revolución política-administrativa-funcional, para transformar esa vieja e ineficaz estructura del estado venezolano (poiésis).

Se plantea, entonces, la necesidad de asumir la praxis como un proceso revolucionario sustentado en enfoques teóricos de la doctrina bolivariana para generar nuevas teorías que transformen la vieja estructura del actual Estado en el nuevo Estado que reclama el Pueblo Soberano; Sujeto y Objeto del actual proceso revolucionario bolivariano. (Praxis + Poiésis = nuevas teorías-nuevas creaciones, dentro de las realidades históricas).

A partir de estas consideraciones, es necesario y urgente que, desde la vanguardia y el Poder Popular de nuestro proceso revolucionario bolivariano, asumamos y emprendamos, a propósito de esta época del emprendimiento económico socio-productivo, los procesos necesarios para la transformación revolucionaria de las estructuras y fundamentos teóricos del Estado, el PSUV, gobernaciones, alcaldías, consejos municipales y el Poder Popular.

Es pertinente subrayar que, desde los inicios de la construcción socialista bolivariana del Estado de Bienestar Social de nuestro pueblo (la gran praxis-poiésis de Chávez), se puso de relieve la contradicción entre el viejo Estado capitalista, burgués, centralizado y vertical, burocrático, ineficaz, corrompido y corruptor, por un lado; y por el otro, el pueblo organizado y militante de la revolución bajo la plataforma histórica de la unión cívico-militar-policial-religiosa.

Esto es lo que llamamos la necesaria objetivación dialéctica de la contradicción histórica social, para poder identificar lo viejo inservible y saber cómo construir lo nuevo y necesario para el pueblo y la sociedad toda. Esto es asumir la confrontación dialéctica entre la mimésis y la poiésis histórica-social.

Hoy es evidente que esa contradicción entre el burocratismo, la ineficacia y la corrupción del viejo Estado centralista gomecista, por un lado; y por el otro, las estructuras de base del PSUV y del Poder Popular, puestas en marcha por Hugo Chávez, lejos de resolverse ha permanecido, se ha ensanchado y genera un gran malestar, descontento, frustración, rabia e impotencia en los sectores populares.

Por esa razón, uno siente y observa que, en las bases populares de nuestras barriadas y comunidades del Poder Popular, hay un gran descontento que crece al ritmo de la ineficacia de las instituciones del viejo Estado capitalista burgués. Muchas gentes se sienten golpeadas, aisladas, desasistidas y abandonadas a su propia suerte para resistir y vencer las adversidades del día a día de esta etapa histórica y desafiante de nuestro proceso revolucionario bolivariano.

Con base en estas premisas para el debate permanente, crítico, auto-crítico y sin malas intenciones para orientar la acción revolucionaria, es pertinente preguntarse: ¿DÓNDE ESTÁ LA PRAXIS Y LA POIÉSIS HISTÓRICA DEL PSUV, LAS GOBERNACIONES, ALCALDÍAS, LOS CONSEJOS MUNICIPALES Y EL PODER POPULAR?

De entrada y con base en las definiciones que hemos abordado acerca de la praxis, la respuesta es evidente: no ha habido ni hay aún, la praxis necesaria para dar los saltos cualitativos y cuantitativos, imprescindibles e impostergables, necesarios y pertinentes para consolidar y potenciar nuestro proceso revolucionario bolivariano.

Me atrevo a decir, sin pesimismo ni malas intenciones, que sí hay signos muy evidentes de retroceso, de intencionalidades perversas y contra-revolucionarias dentro de las estructuras de mando del PSUV, del Poder Popular, del Estado (en salud, educación, economía, seguridad y defensa nacional) y del gobierno en todos sus niveles: nacional, estadal, municipal y parroquial.

Frente a esa realidad inocultable, ha sido precisamente nuestro presidente Nicolás Maduro, máximo líder del proceso bolivariano, quien tomó la iniciativa y dio un extraordinario golpe de timón contra la corrupción perversa y destructiva comandada por el ex-ministro de alto nivel Tarek El Aisami.

Este acontecimiento marca el inicio de lo que debe ser una revolución moral y ética, bolivariana-chavista, de carácter permanente, contra el viejo Estado gomecista, puntofijista, burgués, corrupto y perverso que subyace en las estructuras del gobierno bolivariano, como un estigma residual destructivo y retrogradante.

En contraste con esa realidad, maluca y normal, es pertinente que reafirmemos nuestra visión dialéctica del proceso revolucionario bolivariano a lo largo de estos 24 años. En ese sentido, podemos decir que hemos logrado sembrar las bases históricas, constitucionales, políticas, socio-culturales y orgánicas en el contexto nacional, continental y mundial que nos ha tocado confrontar.

Hemos logrado poner en marcha, contra malos vientos y enormes mareas, la construcción dialéctica del proceso revolucionario bolivariano, con base en nuestra propia praxis revolucionaria bolivariana, perfilada de manera teórica y práctica por el comandante eterno Hugo Chávez (la praxis y la poiésis chavista).

Pero, desde la partida física de nuestro comandante eterno, han transcurrido diez años en los cuales le ha correspondido a nuestro querido, apreciado y muy respetado y admirado presidente Nicolás Maduro, ejercer, nutrir y mantener el modelo de la dialéctica, la praxis y la poiésis, puestas en marcha por Hugo Chávez.

Hoy, bajo condiciones totalmente diferentes y muchísimas más adversas que las que tuvo que enfrentar Chávez, el destino ha convertido al camarada Nicolás Maduro en el gran conductor de victorias que han consolidado la extraordinaria fortaleza de este proceso, en medio de las enormes dificultades que nos han impuesto desde los centros de mando del imperio norteamericano.

Las victorias logradas demuestran que somos un pueblo con una gran fortaleza y protagonista de una gran gesta de soberanía, independencia y paz. Hemos permanecido de pie en la pelea y seguimos construyendo la patria libre, independiente y soberana, como el gran sueño utópico colectivo que ya tiene más de 200 años, en la conciencia, la praxis, la poiésis y la espiritualidad del pueblo que somos.

Con el comandante Chávez, iniciamos el sentido y el carácter de la praxis orgánica y la poiésis política y social del PSUV; se creció y lo convirtió en un gran partido de masas y de vanguardia con un poderoso liderazgo masculino y femenino de una enorme trascendencia y vigencia, plenamente legitimada por el pueblo en cada uno de los más de 22 procesos electorales ganados de manera impecable.

Todo eso y mucho más, es cierto y contiene los valores fundacionales e insustituibles de lo que es la esencia del pueblo en el corazón de Chávez y la esencia chavista en el corazón del pueblo soberano y dueño de su propio destino de libertad, soberanía, independencia y socialismo bolivariano del siglo XXI.

Ahora, estamos frente a nuevas realidades del presente histórico, marcado por los inicios de la recuperación económica del país, la restauración del estado de bienestar social del pueblo, la consolidación de la estabilidad política, la mayor madurez y fortaleza del sistema electoral y el reposicionamiento político y diplomático de nuestro país en el escenario internacional, entre muchas otras victorias significativas.

En el plano de la geopolítica internacional, debemos destacar la recuperación y fortalecimiento del bloque de países latinoamericanos con gobiernos socialistas, revolucionarios o progresistas: Venezuela, Cuba, Nicaragua, Honduras, Bolivia, Brasil, Colombia, Argentina y el Caribe. Se ha reactivado el funcionamiento de la Comunidad de Estados de Latino América y el Caribe, CELAC y la Unión de Naciones Suramericanas, UNASUR.

Igualmente, las relaciones diplomáticas, comerciales y geopolíticas con las nuevas potencias del mundo (Rusia, China, India, Irán, Turquía) y demás naciones de África, Asia, Europa y América Latina y El Caribe, se han recuperado y fortalecido de manera muy significativa, como consecuencia de los resultados victoriosos de nuestra capacidad de resistencia y contraataque político, económico, social, cultural con base en nuestra diplomacia internacional de paz y cooperación compartida con todos los pueblos y naciones del mundo.

En definitiva, hoy podemos decir que hemos superado los momentos más críticos y agudos de esta enorme confrontación económica, social, diplomática y geopolítica con el imperio norteamericano. Hemos demostrado, ante sus ataques nefastos y criminales, que somos un pueblo digno y valiente, heredero de la mejor tradición independentista, liberadora y justiciera, de nuestra historia.

Ubicados en ese amplio contexto que hemos esquematizado, una primera  respuesta que podemos dar a la pregunta que sirve de título a este artículo, la podemos resumir de la siguiente manera:

 

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1.- Retomar, profundizar y fortalecer la praxis y la poiésis socio-política con la formación teórica de la dirigencia popular de las comunidades que conforman y son las y los protagonistas del PODER POPULAR. El SOBERANO es el gran protagonista de esta revolución, junto al presidente de la República y Comandante en Jefe de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Por lo tanto, es a ellos a quien la burocracia del Estado debe reconocer, respetar y obedecer.

2.- La burocracia del gobierno, en todas sus instancias, debe atender las necesidades materiales e inmateriales de las comunidades: los servicios públicos (agua, electricidad, aseo, transporte, salud), la educación, la seguridad, la recreación, la producción económica artesanal, etc.

3.- El Poder Popular debe desarrollar y fortalecer sus propias formas de organización, participación y desarrollo socio-productivo en todas sus formas: Comuna, Consejos Comunales, UBCH, etc. con base en el conjunto de Leyes existentes para tal fin, que fueron elaboradas y puestas en marcha por el propio comandante presidente Hugo Chávez.

4.- En definitiva, se trata de desarrollar orgánicamente y con base en la praxis comunal colectiva, todas las potencialidades de la poiésis individual y grupal, con base en la CRBV que contiene los fundamentos conceptuales, doctrinarios, de nuestro propio modelo de nación libre, independiente y soberana.

5.- Activar y desarrollar en las comunidades, los cinco (5) objetivos históricos del Plan de la patria: 1- Ser un país libre, independiente y soberano. 2- Desarrollar todas nuestras potencialidades para ser un país potencia. 3- Coadyuvar, fortalecer y formar parte del nuevo mundo multicéntrico y pluripolar. 4- Fortalecer la defensa y preservación del ambiente y la vida en el Planeta. 5- Construir en nuestro país el nuevo modelo del Socialismo Bolivariano del siglo XXI.

He allí, pues, los fundamentos doctrinarios y programáticos del modelo de sociedad y de nación libre, independiente, soberana y socialista que nuestro pueblo ha aprobado y asumido frente a las pretensiones anacrónicas del imperio del Norte que hoy, a diferencia de sus fortalezas del pasado, se encuentra en plena crisis de decadencia de su hegemonía y perversión moral y ética irreversible.

¡Viva Bolívar, viva Chávez y viva Maduro, juntos con el pueblo siempre!

 

Christian Farías / Ciudad Valencia