El ascensor: el nuevo viejo… Una de las muchas ideas erróneas que tenemos acerca de nuestra historia se refiere a la edad de los objetos que nos rodean. Entre nosotros hay objetos milenarios de uso corriente a los que no prestamos atención, como la puerta, la ventana, el embudo, el cuenco para comer o beber, entre otros.
Los anteriores fueron inventados en tiempos tan remotos que se ignora quiénes fueron sus creadores. Hoy día es normal saber cuál persona o grupo de tales creó algo novedoso y lo incorporó a la vida cotidiana.
Pero hay objetos o sistemas a los que consideramos casi contemporáneos a nosotros y provienen de cientos o miles de años atrás. Tal es el caso del ascensor. El mismo no nació –como piensa la mayoría de las personas– cuando surgieron los rascacielos.
Apareció en diversas culturas europeas y asiáticas tres siglos antes de Cristo, cuando se usaban rodillos y cabrias para transportar horizontal, diagonal y verticalmente cargas pesadas desde el interior de las minas. Por supuesto, entonces no recibían el nombre de ascensores, dada su versatilidad de movimientos espaciales.
Fue en tiempos del Imperio Romano cuando surgieron elevadores que movilizaban por separado objetos y personas. En el Coliseo de Roma, había doce de ellos que comunicaban los pasillos de acceso a la arena y a las tribunas con las dependencias subterráneas, destinadas a los gladiadores y a las jaulas de las fieras.
En el año 64 después de Cristo, Nerón se hizo construir un nuevo palacio al que, por su magnificencia, llamó Domus Aurea, esto es, La mansión de oro. Para ir de una planta a otra, Nerón utilizaba un ascensor hecho con madera de sándalo, que subía y bajaba mediante un cable del que tiraban cuatro o más esclavos, según el peso.
En 1853, el inventor estadounidense Elisha Graves Otis patentó el llamado ascensor de seguridad, cuyo mecanismo impedía accidentes mortales si se rompían los cables. A la inversa de lo que se cree, fue gracias a este nuevo tipo de elevador que, a fines del siglo XIX, surgieron los grandes edificios de viviendas y oficinas que hasta entonces no se habían construido, no solo por la carencia de un material resistente, sino por la falta de un sistema de transporte vertical seguro y relativamente rápido entre las plantas.
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Dos últimos detalles: uno, el ascensor es el único medio de transporte exclusivamente vertical que existe. Es decir, solo tiene una dirección de desplazamiento. El helicóptero también tiene un desplazamiento vertical, pero puede moverse en todas las direcciones. Algunos aviones despegan en vertical pero, como el resto de las aeronaves, luego vuela de modo horizontal.
Dos, hay un detalle que puede usarse como trivia en las conversaciones entre amigos: si usted pregunta cuál es el medio de transporte más utilizado en el mundo, sus interlocutores se centrarán en discutir si lo es el automóvil o el avión. Sorpréndalos con este dato: el más empleado en el planeta es el ascensor. Desde hace décadas, la cantidad de viajes que se realizan en él es muy superior a la que se hace en automóviles, aviones, barcos e incluso equinos.
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Armando José Sequera es un escritor y periodista venezolano. Autor de 93 libros, todos publicados, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 23 premios literarios, ocho de ellos internacionales (entre otros, Premio Casa de las Américas, 1979; Diploma de Honor IBBY, 1995); Bienal Latinoamericana Canta Pirulero, 1996, y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes”, 2012).
Es autor de las novelas La comedia urbana y Por culpa de la poesía. De los libros de cuentos Cuatro extremos de una soga, La vida al gratén y Acto de amor de cara al público. De los libros para niños Teresa, Mi mamá es más bonita que la tuya, Evitarle malos pasos a la gente y Pequeña sirenita nocturna.
«Carrusel de Curiosidades se propone estimular la capacidad de asombro de sus lectores».
Ciudad Valencia / Foto del autor: José Antonio Rosales