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Armando José Sequera, autor de la columna: Carrusel de Curiosidades

Las Olimpiadas de París en 1900 –las segundas de la historia moderna– fueron las más desorganizadas y las menos promocionadas de las realizadas en la época contemporánea.

Portrait of Baron Pierre de Coubertin in May, 1996.

Pese a ser la patria de Pierre de Frèdy, barón de Coubertin –quien retomó la realización periódica de los Juegos Olímpicos–, Francia se mostró indiferente al montaje de las competencias deportivas más importantes del mundo.

Incluso, algunas de sus autoridades se dedicaron sistemáticamente a sabotearlas.

Sí, como lo escribo: a sabotearlas.

El mayor de estos sabotajes consistió en incorporar los juegos a las actividades de la Exposición Universal de 1900 y no hacerles promoción aparte. Tal acto, en su momento, fue acogido como algo positivo, pero la realidad mostró la verdadera cara de tal decisión.

De hecho, no hubo ceremonia de inauguración ni de clausura. Además, los juegos fueron presentados ante el pueblo francés como si fueran simples competencias colegiales, en las que participaban estudiantes y aficionados de diversas naciones del mundo.

Como competiciones, se incluyeron algunas en las que solo participaron escolares franceses, así como ejercicios militares, entre estos un torneo de tiro con cañón.

juegos olímpicos de París 1990-tiro al cañón

Hubo, además, contiendas en pseudo disciplinas deportivas que, por supuesto, más nunca aparecieron en las otras olimpiadas, tales como el salto largo a caballo, la natación con obstáculos y el mencionado torneo de tiro al cañón, que se realizó durante tres meses, en tres modalidades: tiro individual, tiro con batería de campaña y tiro con batería de asalto.

Hubo, además, competiciones de globos aerostáticos y de pesca con caña.

La asistencia diaria al conjunto de todas las pruebas nunca pasó de 3.000 personas. Cuatro años antes, en Atenas, el número de espectadores jamás estuvo por debajo de 80.000 por día.

En cuanto a las competencias, gran parte de ellas se programó en días domingos, lo cual obligó a los deportistas a permanecer en París varias semanas e incluso meses.

Esto, en lugar de resultar maravilloso, dada la belleza de la ciudad, se convirtió en un drama, pues el gobierno francés no financió el alojamiento, las comidas ni los traslados de los participantes. Tampoco lo hicieron los gobiernos de los respectivos países, aunque en el caso de los deportistas de las naciones económicamente fuertes, recibieron el respaldo de sus consulados y embajadas.

Los demás debieron acogerse a la buena voluntad de algunas familias francesas.

Las pruebas de natación, debido a que no se habilitó ninguna piscina, se realizaron en el río Sena, donde entonces desaguaban las cañerías de toda París. La pista para pruebas atléticas estuvo en buenas condiciones porque los mismos competidores, especialmente los estadounidenses, trabajaron en conjunto para acondicionarlas.

 

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Los vencedores no recibieron medallas porque no las había y, en su lugar, a unos pocos les entregaron copas y trofeos. A los otros les obsequiaron souvenires, como guantes y bastones, obsequiados por los asistentes. En el caso de un esgrimista, el premio fue de 3.000 francos, donados por un particular.

Esa accidentada segunda Olimpiada duró cinco meses y catorce días, ya que comenzó el 14 de mayo y finalizó el 28 de octubre de 1900.

 

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Armando José Sequera es un escritor y periodista venezolano. Autor de 93 libros, todos publicados, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 23 premios literarios, ocho de ellos internacionales (entre otros, Premio Casa de las Américas, 1979; Diploma de Honor IBBY, 1995); Bienal Latinoamericana Canta Pirulero, 1996, y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes”, 2012).

Es autor de las novelas La comedia urbana y Por culpa de la poesía. De los libros de cuentos Cuatro extremos de una sogaLa vida al gratén y Acto de amor de cara al público. De los libros para niños TeresaMi mamá es más bonita que la tuyaEvitarle malos pasos a la gente y Pequeña sirenita nocturna.

«Carrusel de Curiosidades se propone estimular la capacidad de asombro de sus lectores».

 

Ciudad Valencia / Foto del autor: José Antonio Rosales