“El Esequibo en tres dimensiones” por Christian Farías

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Es indudable que, en la actual coyuntura política, el tema del Esequibo constituye un reto fundamental y decisivo para la estabilidad, la paz y el desarrollo de nuestro país, en el contexto de nuestra independencia y soberanía, justicia y bienestar colectivo para todo nuestro pueblo y naciones hermanas de América Latina y El Caribe.

En tal sentido es necesario distinguir y analizar tres (3) elementos o dimensiones inherentes al tema central del Esequibo. Primero, las dimensiones históricas socio-culturales de ambos pueblos. Segundo, la dimensión geopolítica y jurídica de la frontera que compete exclusivamente a ambas naciones y define la naturaleza y características del problema. Tercero, la dimensión intervencionista  de los poderes imperiales (Inglaterra y Los Estados Unidos de Norteamérica) que han estado y siguen estando inmiscuidos en función de sus propios deseos hegemonistas y propósitos destructivos para nosotros.

La primera dimensión histórica sociocultural tiene como protagonistas al pueblo guyanés y al pueblo venezolano. El primero es heredero étnico y directo de la población negra traída de África, como esclavos y esclavas del imperio inglés. El segundo es el pueblo originario indígena y caribe del continente americano que resistió y sigue resistiendo en la defensa de nuestra propia identidad y nuestros derechos legítimos y legales.

En virtud de esos antecedentes similares, debemos reconocernos mutuamente como pueblos hermanos, solidarios e iguales, para disfrutar de los mismos derechos humanos, universales y constitucionales como los tenemos nosotros: las mujeres y los hombres de Venezuela, en nuestra Carta Magna: la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela  (CRBV).

En consecuencia, debemos tratarnos como iguales, como hermanos pertenecientes a dos razas fundamentales del planeta Tierra, que determinan nuestras propias formas de vida, creencias, culturas y costumbres originarias: la raza Indígena, nativa de este continente americano; y la raza Negra, nativa de la hermana África.

A partir de esa condición étnica y de gran fortaleza milenaria, fuimos perseguidos como animales, sometidos como criminales y esclavizados como bestias de carga, como laboriosos sembradores de frutos y como máquinas humanas, generadoras de nuevas riquezas para el disfrute de los poderes imperiales de la vieja y perversa Europa.

Esa civilización europea, ha sido siempre bipolar, dual, hipócrita; y aún, sigue mostrando sus dos lados, sus dos rostros: el primero corresponde a lo constructivo civilizatorio, creador de progreso, desarrollo, riqueza y bienestar con base en sistemas económicos esclavizantes y explotadores, sustentados en la desigualdad social (llámese esclavitud, feudalismo, capitalismo o imperialismo).

El segundo lado es destructivo, retrógrado, esclavizante y criminal; generador de atraso, estancamiento, pobreza y miseria en los países sometidos a la dependencia económica, tecnológica, política, cultural y militar

Ambas realidades han sido, y son todavía, objetos de manipulación por parte de los poderes imperiales de la vieja y pervertida Europa (España, Inglaterra, Francia, Portugal y Holanda) desde hace más de 500 años (1492- 2023), a lo cual se sumó el nuevo imperio norteamericano con la puesta en marcha de su perversa y hegemonista Doctrina Monroe de 1823, hasta hoy, con la cual sigue pretendiendo imponer su voluntad imperial a todos nuestros pueblos indo-afro-americano-caribeño.

Los primeros cinco (5) imperios europeos se repartieron los territorios promisorios, impusieron sus designios de dominación esclavista, con base en la superioridad tecnológica y militar, que les facilitó el exterminio de la resistencia indígena y la población negra traída del continente africano. Igualmente, obtuvieron la bendición y apoyo de la Iglesia Católica española y la protestante inglesa.

A partir del siglo XVIII, Los Estados Unidos de Norteamérica se independizan y se erigen como la nueva potencia imperial que desplazó a su madre perversa: la vieja Inglaterra ya decadente; pero, con las fauces abiertas y sedientas de sangre.

De manera que la primera dimensión del problema, nos ubica en la disyuntiva de abrir caminos para el diálogo, el entendimiento y el acuerdo para una paz duradera y definitiva entre ambas naciones, Venezuela y la Guyana; o bloquear esa ruta y abrir paso a la confrontación antagónica, en términos de una guerra binacional que solo le interesa al imperio norteamericano y su progenitora Inglaterra.

Así como El Pentágono puso en marcha la guerra de Ucrania contra Rusia, que aún no tiene solución, sino un acumulado creciente de destrucción y muertes; y asimismo, los bombardeos de Israel contra la población civil de Palestina; no sería extraño generar algo parecido entre Venezuela y Guyana.

Hasta ahora, en ambas guerras, lejos de haberse obtenido resultados rápidos y favorables para esas naciones y para la paz del mundo; lo que vemos hoy son resultados catastróficos de muerte y desolación, dolor, sufrimiento, desesperanza y angustia colectiva de la humanidad.

De acuerdo con nuestra tradición guerrera, soberana e independentista, sabríamos ganar rápidamente una eventualidad de esa naturaleza, pues, nuestra FANB y todo nuestro pueblo valiente y heroico estamos preparados para esa negada eventualidad; porque nuestra mejor victoria irreductible y proteica ha sido, es y seguirá siendo LA PAZ FIRME, DURADERA E INDESTRUCTIBLE.

El camino y las banderas de la PAZ es nuestro mapa para seguir construyendo nuestro destino de nación y pueblo libre, independiente, soberano y bolivariano socialista chavista.

En tal sentido, nuestra paz no es pasiva, ni utópica; sino activa, constructiva; real y concreta, unitaria, poderosa, firme y valiente, clara y precisa; tal y como lo hemos logrado demostrar a lo largo de estos 24 años de desarrollo del proyecto Bolivariano, ideado y propuesto por nuestro comandante eterno, Hugo Chávez; y continuado contra vientos y mareas, bajo el liderazgo de nuestro presidente indestructible Nicolás Maduro, al frente del pueblo protagonista, unitario y legitimador del poder político y constitucional de nuestra Patria Bolivariana.

Con la bandera de la paz bolivariana, hemos derrotado todos los intentos y los múltiples ensayos golpistas, guerreristas y perversos de la oposición apátrida; hoy reducida a la nada o a los simples estertores lánguidos y escuálidos que, como fantasmas, deambulan perdidos en el amplio espacio, libre y soberano, de la política venezolana.

La segunda dimensión histórica corresponde a la realidad geopolítica fronteriza que involucra a los dos países y define la naturaleza y características del problema fronterizo; aún no resuelto de manera total y definitiva con garantías de paz y bienestar para ambas naciones.

El punto de partida de esta dimensión histórica del problema fronterizo, es la delimitación definitiva y firme entre ambos territorios. Al respecto, la historia indica que el imperio español decide crear la Capitanía General de Venezuela en 1777, estableciendo como línea limítrofe el río Esequibo, que separa los territorios de Venezuela y la Guyana (equivalentes a España e Inglaterra, respectivamente).

Con esta acción, respetada por Inglaterra, España establece su posicionamiento limítrofe y su mandato sobre el Esequibo. Años más tarde, nuestro Libertador Simón Bolívar, reafirma la pertenencia del Esequibo a Venezuela, en el “DOCUMENTO 2197. DECRETO DEL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR FECHADO EN ANGOSTURA EL 15 DE OCTUBRE DE 1817, POR EL CUAL INCORPORA LA PRO­VINCIA DE GUAYANA A LA REPÚBLICA DE VENEZUELA Y SEÑALA SUS DEPARTAMENTOS, tal como aparece en el siguiente Decreto del Libertador :

 

Cuartel General de Angostura, octubre 15 de 1817.
SIMÓN BOLÍVAR.
Debiendo incorporarse a la República la Provincia de Guayana tomada últimamente por la primera vez bajo la protección de nuestras armas y leyes, he tenido a bien decretar y decreto lo siguiente.
Artículo 1° – – La Provincia de Guayana en toda su exten­sión queda reunida al territorio de Venezuela, y formará desde hoy una parte integrante de la República.
Artículo 2° – La Provincia de Guayana se divide en tres Departamentos.
1° – Departamento del Alto Orinoco, cuyos límites son. Al Norte: las corrientes del Orinoco desde la boca de Apure [1] hasta la del río Caura [2]. Al Oriente: el Caura desde su boca hasta su origen [3], de éste línea recta al pueblo de la Esmeralda [4], y atravesando aquí el Orinoco, la comunicación entre éste y el Río Negro [5] por el Casiquiare [6], y desde su confluencia con el Río Negro las corrientes de éste hasta el pueblo de Guaycaba [7]. Al Sur: las corrientes de Río Negro desde Guaycaba hasta San Pablo [8]. Al Occidente: tomando el río Atabapu [9] desde su origen hasta su confluencia con el Orinoco, y las corrientes de éste hasta la boca de Apure.
2° – – Departamento del centro. Al Norte: las corrientes del Orinoco desde la boca del Caura hasta la del Caroní [10]. Al Oriente: las corrientes de éste, hasta su origen línea recta al lago Parime [11], y de aquí el río Amanavisi [12] desde su origen hasta su confluencia con el río Parime [13]. Al Sur: una línea recta tirada desde este último punto hasta Guaycaba. Al Oc­cidente los límites señalados al Oriente del Departamento del Alto Orinoco.
3° – – Departamento del Bajo Orinoco. Al Norte: las co­rrientes de Orinoco desde la boca del Caroní hasta la emboca­dura al mar por río grande [14], y la costa del mar hasta el fuerte Muruca [15] exclusive. Al Oriente, y Sur: los límites con las po­sesiones extranjeras. Al Occidente: los que se han señalado al Departamento del centro por el Oriente.  (Ver: http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/)

 

Con base en estas dos referencias fundamentales, más todos los antecedentes que reafirman el reclamo insistente, permanente y pacífico de Venezuela, a lo largo de casi dos siglos, el objetivo central y estratégico de este momento es RESCATAR LA PERTENENCIA HISTÓRICA Y SOBERANA del Esequibo como territorio original de la República Bolivariana de Venezuela.

Este mandato imperativo de la historia y de la geopolítica actual, no puede seguir siendo postergado. Por esa razón, el presidente Nicolás Maduro, en su condición de jefe del Estado venezolano, ha tomado la iniciativa geopolítica, inédita y promisoria, de convocar al Soberano a la elección libre y directa, del SI o del NO para el abordaje definitivo del viejo problema fronterizo con la hermana República de Guyana.

El voto SÍ o NO  es para para expresar la respuesta a cada una de las cinco premisas sobre las cuales  se podrá re-legitimar o no, el reclamo de la pertenencia de la Guayana Esequiba a lo que ha sido siempre y hoy se denomina la República Bolivariana de Venezuela.

Más allá de ser un viejo problema fronterizo, es evidente que, en esta nueva etapa histórica, se trata de un problema estratégico de seguridad y resguardo de nuestro derecho a ejercer nuestra soberanía en ese territorio poseedor de inmensas riquezas mineras que son propiedad colectiva de la nación y del pueblo venezolano.

Frente a esa realidad, el poder del Estado está obligado y tiene el deber de preservar el ejercicio de la soberanía nacional, la seguridad del pueblo y el suelo patrio de nuestra República libre y soberana. En tal sentido y para que eso se cumpla, el gobierno debe convocar, como en efecto lo está haciendo, la voluntad colectiva de la nación.

De esa manera, se reafirma la unidad nacional y el ejercicio de la democracia plena, participativa y protagónica, tal como lo consagra nuestra Carta Magna.

En consecuencia, le corresponde al Estado y al gobierno de la República de Guyana, respetar, reconocer y dialogar con el gobierno nacional de la República Bolivariana de Venezuela, presidido por nuestro legitimo presidente Nicolás Maduro Moro, para lograr el acuerdo necesario para ambas naciones.

Optar por otra vía, equivale a una negación peligrosa, con resultados de altos riesgos para ambos pueblos; y pingües beneficios para las potencias imperiales, enemigas de la Unión Latinoamericana y Caribeña de nuestras naciones.

El Estado, el gobierno, el pueblo y todas las fuerzas políticas, parlamentarias, comunitarias, populares, culturales, religiosas, económicas y productivas, de la nación venezolana, estamos hoy unificadas en un solo y común interés de recuperar e integrar nuestra antigua y originaria Guayana esequiba al mapa actual y la vida dinámica y activa de nuestra nación.

La República Bolivariana de Venezuela es hoy una sola y grande nación, sustentada en una sola Carta Magna para un solo destino de paz, unidad, trabajo, productividad, bienestar, progreso y felicidad sólida y duradera de nuestro pueblo.

La Tercera dimensión está encarnada por los poderes imperiales, agresores, hegemonistas, interventores, guerreristas y criminales que han estado y siguen estando inmiscuidos en función de sus propios deseos y necesidades hegemonistas, para ellos; pero destructivas para los pueblos.

Estamos en un nuevo tiempo histórico de altísima tensión entre el modelo agotado y decadente, de dominación y hegemonía imperial, por un lado; y el nuevo modelo de desarrollo económico-social emergente, en un nuevo contexto de relaciones internacionales justas, equitativas, de respeto e intercambio bajo el paradigma de ganar – ganar entre iguales y ya no más el viejo intercambio desigual, donde siempre gana el fuerte y pierde el débil, condenado a ser siempre el débil.

Hoy vemos a diario y somos testigos, de un tiempo de mucho dinamismo, competitividad, conflictividad, agresiones y guerras en Europa; con serias amenazas en Asia, en África y América Latina y El Caribe. La guerra de Ucrania contra Rusia; y ahora, la guerra de Israel contra Palestina, nos revelan una nueva realidad de destructividad perversa y criminal de naciones y pueblos como si fueran hormigueros que es necesario destruir y desaparecer de la faz del planeta Tierra.

Estados Unidos es hoy, un imperio que ya no tiene absolutamente nada nuevo ni bueno para ofrecerle a los seres humanos, a las ciencias y las culturas de los pueblos, a los niños y niñas; a las juventudes del mundo, a las personas mayores de edad, etc. Tal como sí lo logró hacer durante el siglo XX.

La verdad material, concreta, real y verdadera, es que hoy, el imperio yanki ya se encuentra en pleno proceso de decadencia cultural, geopolítica, tecnológica, militar, moral y ética.

Lo que puede ofrecerle al mundo, es lo más destructivo de su modelo civilizatorio; es decir, apropiación y posicionamientos territoriales, para generar guerras, saqueos de las riquezas de otras naciones, ataques económicos, monetarios, políticos y militares; competencia tecnológica, comunicacional, monetaria, financiera, cultural, religiosa y militar.

Buena parte del conglomerado humano universal, ya viene tomando conciencia de las catástrofes humanitarias y tecnológicas, generadas por las potencias imperiales bajo la hegemonía de los Estados Unidos y su Doctrina Monroe.

 

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Frente a ese drama, intenso y peligroso para toda la humanidad, la alternativa no puede ser otra, sino reafirmar la unión de todos los pueblos y naciones libres y soberanas en torno a la paz estable e infinita.

Es urgente establecer acuerdos serios, sinceros, fuertes y seguros para restituir y preservar las garantías de los derechos universales de la especie humana; y sobre esas bases, refundar la paz como condición primordial de la especie para el desarrollo del buen vivir de todos los pueblos y naciones de nuestro inmenso y pródigo refugio planetario, llamado Tierra.

Sólo los senderos del reconocimiento recíproco entre los pueblos, el respeto entre los humanos y la naturaleza, junto a la bendición del Dios Padre Nuestro, es posible forjar y preservar la paz necesaria, duradera, firme y sólida, en el marco de la diversidad étnica, socio-cultural, política, filosófica y doctrinaria que nos distingue como un universo profundamente humano, pluripolar y multicéntrico.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia