Nace el globo con los anhelos infantiles de volar; descifrando un círculo anterior: la casa que tornó en sedentario al hombre, la cueva de la huida, el orificio de salvación. El globo terráqueo es profetizado por Julio Verne y preconizado por Leonardo Da Vinci; pero no es sobre una hoja o un lienzo o en borradores ocultos donde el hombre comenzó a trazar las líneas del Ecuador, los meridianos de sus guerras y los paralelos de sus búsquedas imposibles.
Globalizar significa unificar la diversidad de las culturas y encausarlas en la corriente de las culturas poderosas. Una nueva formalidad para el sentido de la envidia del poder, la envidia de las culturas blancas, de los que tienen derecho a salir en las páginas de la historia posando sus atuendos de conquista, es decir, en los medios publicitarios: las revistas de farándula, Internet, la televisión mundializada.
Es indudable que la historia ha buscado otras hojas donde escribirse y el prestigio del poder se comparte con otros actores que no están vinculados directamente al juego político; aunque muchos de ellos terminan formando parte de sus filas. Nos referimos a las imágenes publicitarias, a los actores de cine y cantantes… la historia se vuelve ancha y ajena. Se orienta la atención hacia otros aspectos de la vida que se devuelven en contra de esta y la reducen porque la dejan sin signos y símbolos de pertenencia.
La industria publicitaria roza el plano político, pero se inserta cómodamente en el económico; subió a la fase del imperialismo monopólico de los sentidos, a través de ella se igualan los comportamientos en las culturas más disímiles. Es en la vida concreta y consuetudinaria que podemos medir sus alcances: la juventud se ha transformado en la edad de la imitación, a fuerzas de no tener valores culturales propios, el vacío simbólico se llena con las imposturas de otras realidades en las que ganan privilegios las realidades de la ficción virtual. Las edades se marcan: el ser humano tiende a buscar los medios para tatuarse y conservar un tiempo o darle sentido a los días de ese tiempo que separa cronológicamente de los otros: la niñez, la adultez y la vejez.
Es allí donde las “marcas” de las mercancías suplen algo ya perdido en muchas culturas; los ritos de iniciación. Los padres que podrían ser las figuras de identificación son rápidamente desechados y cambiados por otras figuras, esto les hace perder campo afectivo en los hijos, pues el ser apartados significa no tener credibilidad, las edades se separan por efecto de las novedades en las mercancías, los códigos de uso, los nuevos lenguajes. Cortes de pelo, la moda de la vestimenta, indiferencia hacia la historia, la sexualidad multiplicada, colores de prendas de vestir, tatuajes, tonos de hablar, orientaciones del pensamiento hacia la historia de vida de los artistas de la pequeña y la gran pantalla, usos de drogas aceptadas o no culturalmente, señalan el inicio de una edad y la puesta en olvido de la edad de las metras y las muñecas.
Nada escapa de la industria. La niñez es la edad más sumergida en el juego de la oferta y la demanda. San Nicolás es el personaje más vendedor del mundo, a todas partes lleva los mismos juguetes, en todas partes vende las mismas lavadoras y planchas de ropa, en cada rincón del mundo se baja los pantalones y se ríe de sí mismo. En todos los países representa al industrial más aventajado, ser semirreligioso, medio dios y eternamente viejo; el único viejo que es escuchado, la prostitución del dinero personificado y disfrazado. Pero aún no ha vencido al Niño Jesús, éste sigue siendo un símbolo religioso con fuerza, sigue siendo escurridizo para la publicidad, lo único que han logrado es eternizarlo en la niñez, repetir su nacimiento para sacarle el mayor de los provechos económicos.
Los pueblos se ven inmersos en el torrente globalizador cuando permiten que las edades de sus habitantes sean vulneradas y empobrecidas espiritualmente. A los adultos se les inyecta el botox de la voluntad de no envejecer, se les considera susceptibles de no reconocerse. En verdad, ninguna edad se reconoce a sí misma. Los espejos ya tienen otros rostros que nos usurpan, cuando logramos vernos no nos aceptamos porque estamos conscientes de no ser iguales al otro ideal que nos han vendido junto con las cremas para evitar el envejecimiento y detener la aparición de las arrugas, los ejercicios de respiración, la lectura del tarot y los ritos para ganar más dinero, etc. La industria nos ofrece los ideales del yo. De la misma manera funcionan todas las maquinarias de los juegos de azar, alcanzar el ideal de manera directa, más rápida. Dejar de ser por momentos.
Al final de la vida las edades se han dispersado en tantas banalidades que la vejez termina por ser una edad carente de sabiduría. La sabiduría se acumula en lo vivido, y si nuestra atención está puesta en no vivir, no hay manera de aprender del pasado, las generaciones se aíslan, los tejidos de aprendizajes son cada vez más débiles.
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Pero los pueblos también se enrollan sobre sí mismos, no somos tan manejables como parece en los párrafos anteriores. Los mismos niños que duran seis horas frente a un juego por Internet y le escriben una carta a San Nicolás o al Niño Jesús pidiendo celulares o marcas de ropas y zapatos, son los que se van a los cerros más cercanos y pasan horas volando papagayos, jugando pelotas de goma o chapitas y buscan mangos o cazan lagartijos, muchos de ellos tienen espíritus protectores y se transportan en las montañas sagradas.
La llamada cultura popular tiene sus propias maneras de desviar los mensajes del poder, sus propias maneras de conservar sus identidades. Ante el globo que se impone por medios virtuales e informáticos, oponemos la metra que supone el apego a los pequeños espacios de pertenencia. Ningún mensaje de poder es codificado sin modificación, sin burla, sin deformación.
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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.
Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).
Ha publicado:
En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).
En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).
(Tomado de eldienteroto.org)
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