“El sujeto histórico de la Revolución Bolivariana” por Christian Farías

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(febrero civil 1989 y febrero militar 1992)
 

El sujeto histórico de la Revolución Bolivariana… Generalmente, los hechos históricos tienen el problema de cómo son caracterizados y valorados en su relación directa con el contexto del tiempo y el espacio en el cual se producen. Además de eso, nos encontramos con el problema del enfoque teórico y metódico sobre el cual se sustenta el análisis.

En tal sentido, decir que tal hecho partió la historia en dos pedazos: un antes y un después, me parece que es un criterio muy simple y reduccionista que anula parcial o totalmente la complejidad del contexto histórico social en el cual se generan las causas, el escenario y las consecuencias del hecho; a corto, mediano y largo plazo. Todo lo cual ocurre dentro de un sistema de relaciones determinadas.

De manera que la lógica social, histórica, indica que siempre hay una línea de continuidad, indetenible, de causa y efecto. Cada efecto se convierte en una nueva causa que genera otro efecto; y así hacia el infinito. Eso es lo que se conoce como proceso dialéctico que opera sobre sistemas sometidos a la crítica negativa o positiva en correlación con sus niveles de complejidad.

La insurgencia, rebelión o alzamiento civil, del pueblo de Caracas, el día 27 de febrero del año 1989, tuvo una trascendencia no esperada por las fuerzas dominantes del Estado burgués venezolano. Ellos creían que, con la segunda elección presidencial de Carlos Andrés Pérez y su discurso de toma de posesión presidencial del 2 de febrero de ese año, el pueblo quedaba controlado bajo sus designios. Los análisis de esa época, indican que:

 

El 80% de los venezolanos se encontraba en situación de pobreza; solo un 55% tenían acceso a un salario digno que cubriera sus necesidades. Para no morir de hambre, mucha gente recurría a la comida para perros para llenar el estómago. La clase media prácticamente había desaparecido. Había muchos muy pobres y muy pocos muy ricos. La deuda externa era de 32 mil millones de dólares”. (www.20minutos.es/noticia/241).

 

Esos datos son el resultado del proceso de crisis del modelo económico social, puesto en marcha desde el surgimiento de la democracia formal representativa. El famoso y nefasto Pacto de Nueva York (Rómulo Betancourt por AD, Rafael Caldera por COPEI y Jóvito Villalba por URD) es el elemento clave que revela la entrega de nuestro país a los intereses imperiales de Estados Unidos.

Veinticuatro años después del inicio de ese pacto entreguista y antipatriótico, Michel Chossudousvky publica en 1982 su famoso libro La miseria en Venezuela: mapa de la pobreza en Venezuela. Con este texto, se intensifica el debate político y la crítica a la democracia formal representativa del puntofijismo adeco-copeyano.

Al año siguiente, la crisis económica se intensifica, el modelo bipartidista adeco-copeyano inicia su decadencia y pérdida de legitimidad. Fernando Spiritto (1983) publica El “viernes negro” y las oportunidades perdidas, en donde expresa lo siguiente:

 

En febrero de 1983 culminó un largo ciclo de estabilidad económica que comenzó en los inicios de los años sesenta y que con muy notables excepciones (devaluación en 1961, aumento de precios a mediados de los setenta, déficit comercial y contracción en 1978) se caracterizó por alto crecimiento y baja inflación.

Con la devaluación del bolívar en 1983 se inició una cadena de eventos históricos que pondrían fin a la llamada democracia puntofijista, vigente desde 1958 cuando cayó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Así como la estabilidad económica terminó en 1983, la paz social lo hizo con el Caracazo de 1989 y la política con los golpes de Estado de 1992. El triunfo electoral de Hugo Chávez en diciembre de 1998 cambió las reglas de juego e impuso un sistema de tipo populista autoritario. El camino le fue facilitado por varios años de deterioro institucional, expresado en una grave crisis de representatividad de los partidos dominantes (AD y Copei) y el crecimiento sostenido de la pobreza. El deterioro que en todos los frentes experimentó el país durante las décadas del ochenta y noventa del siglo XX, encontró en el colapso cambiario de 1983 el punto de partida apropiado. (https://revistasic.org/el-viernes-negro).

 

Desde el campo de la estética musical, nuestro cantor mayor Alí Primera resume la tragedia de la pobreza crítica a la que había sido sometido nuestro pueblo en su famosa canción Los techos de cartón:

 

Qué triste, se oye la lluvia
En los techos de cartón
Qué triste vive mi gente
En las casas de cartón

Viene bajando el obrero
Casi arrastrando los pasos
Por el peso del sufrir
¡Mira que es mucho el sufrir!
¡Mira que pesa el sufrir!

Arriba, deja la mujer preñada
Abajo está la ciudad
Y se pierde en su maraña
Hoy es lo mismo que ayer
Es su vida sin mañana

Ahí cae la lluvia
Viene, viene el sufrimiento
Pero si la lluvia pasa
¿Cuándo pasa el sufrimiento?
¿Cuándo viene la esperanza?

Niños color de mi tierra
Con sus mismas cicatrices
Millonarios de lombrices
Y, por eso:
Qué tristes viven los niños
En las casas de cartón
Qué alegres viven los perros
Casa del explotador

Usted no lo va a creer
Pero hay escuelas de perros
Y les dan educación
Pa que no muerdan los diarios
Pero el patrón
Hace años, muchos años
Que está mordiendo al obrero

Qué triste se oye la lluvia
En las casas de cartón
Qué lejos pasa la esperanza
En los techos de cartón.

 

Estas cuatro referencias, de perspectivas diferentes, nos muestran la verdad histórica del proceso de la crisis endógena y destructiva impuesta a nuestro pueblo, desde los órganos del poder imperial de los Estados Unidos de Norteamérica.

En más de 110 años no ha habido tregua alguna para el pueblo que somos. En las épocas de las dictaduras militares represivas de Juan Vicente Gómez, primero; y Marcos Pérez Jiménez, después; o durante la democracia puntofijista, formal, representativa del Pacto de Punto Fijo; y ahora, contra el proceso de la Revolución Bolivariana de nuestro siglo XXI, el poder imperial del Norte ha sido implacable en sus agresiones permanentes. Es el enemigo principal que necesita destruirnos para poder reinar y dominar en nuestro país y en toda nuestra América.

Para nosotros, la rebelión del 27F-1989 fue el bravo pueblo en la calle diciendo ¡Basta! y echó a andar con sus propias fuerzas y deseos en correlación con sus necesidades de trabajo digno, vivienda, alimentos, medicinas, transporte, vestido, educación, cultura, ciencia, tecnología, deporte, recreación, etc. La consigna colectiva que orientó el sentido de las acciones de calle fue ¡SAQUEOS! Para apropiarse de lo que le era negado por ser pobres y marginados.

En medio día, Caracas y otras capitales del país, se convirtieron en el gran escenario nacional de la más profunda, inédita y sorprendente rebelión popular de nuestra historia, desde la época de la independencia y la Guerra Federal del siglo XIX.

Con ella, el bravo pueblo estaba decidiendo el final y la sepultura del nefasto pacto de Punto Fijo, sobre el cual se sostenía la dominación burguesa capitalista, aliada del imperialismo norteamericano, contra nuestra soberanía, independencia y libertad con bienestar social.

Lamentablemente, esta rebelión popular no tuvo una dirección política de vanguardia que la condujera a la victoria. Pero, su extraordinaria fuerza numérica, social, moral, anímica y espiritual, se erigió como una acción colectiva, nueva y masiva, de una gran contundencia histórica.

Douglas Bravo introdujo el concepto de Ruptura Creadora, aplicable a la rebelión del 4F-1989. De acuerdo con la realidad de los hechos, efectivamente, hubo una ruptura de la falsa paz de la democracia burguesa representativa, una ruptura de la pasividad de los pobres que se rebelaron contra el sistema dominante. Una ruptura del miedo, la resignación, la indiferencia, para asumir ahora la valentía, la acción y la solidaridad en las comunidades.

Y esa ruptura fue, al mismo tiempo, creadora porque surgió un nuevo escenario de fuerzas. Hombres y mujeres creando el nuevo Poder Popular para superar la simple condición de electores y ser ahora los y las protagonistas de nuestra propia historia desde la nueva democracia participativa, protagónica y creadora.

Este cambio indica que surgió un nuevo estado de la conciencia política, anímica, espiritual y colectiva de los pobres, fundada ahora en el rechazo definitivo de la vieja política adeco-copeyana y la búsqueda de nuevos liderazgos y nuevas organizaciones políticas, comprometidas con el pueblo y no con la oligarquía.

En ese nuevo contexto, hubo un gran vacío o ausencia de liderazgo. La izquierda parlamentaria estaba ya en declive y desacreditada, sin pueblo ni propuesta alternativa frente a la crisis del país. Igualmente, la izquierda radical, venida de la guerrilla y la clandestinidad, no tuvo las condiciones ni la capacidad necesarias para vincularse orgánicamente con el pueblo y orientarlo hacia la victoria.

En esa especie de desolación socio-política, anímica y emocional, bajo las nuevas imposiciones y avances del neoliberalismo imperialista, el día 4 de febrero de 1992, se produce la segunda gran rebelión del siglo XX venezolano. Esta vez, no era el pueblo civil; sino el pueblo militar de nuestros soldados liderizados por un joven valiente y digno, llamado el comandante Hugo Chávez.

Esa segunda rebelión histórica tampoco pudo triunfar. Fue militarmente derrotada; pero, en lo moral, lo ético y lo político, resultó profundamente victoriosa. El líder de la sublevación, un militar joven y desconocido llamado Hugo Chávez, logró audazmente que le permitieran hablar a través de las cámaras de los canales de televisión para pedirle a sus soldados la rendición, evitar mayor derramamiento de sangre y agradecerles su valentía y eficacia militar.

Asimismo, el jefe rebelde derrotado tuvo la audacia y la inteligencia de dirigirse al pueblo y expresarle que “POR AHORA” no pudieron lograr los objetivos; pero, que vendrían tiempos mejores….Esas cortas y llanas palabras le llegaron al centro del corazón a todos los humildes y pobres de nuestra patria. Y esa fue la primera gran victoria política, moral, ética y emocional del primer comandante del actual proceso revolucionario Bolivariano, Liberador y Socialista.

 

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Para cerrar, diremos que estos dos acontecimientos históricos, uno civil y masacrado y el otro militar y derrotado, con tres años de distancia temporal, representan las dos dimensiones: civil y militar, separadas en aquel tiempo, que luego se reencuentran, se unen y logran la primera gran victoria política constitucional en las elecciones presidenciales de diciembre de 1998.

De esa manera nace e inicia su desarrollo el proceso revolucionario bolivariano del siglo XIX, cuyo protagonista y principal conductor está encarnado en esa unidad política, orgánica, moral, ética, emocional, amorosa, irreductible e indestructible del PUEBLO y el LÍDER, convertidos en un solo SER SOCIAL que no es otro sino el SUJETO HISTÓRICO del proceso revolucionario.

Bendito sea febrero, mes de la rebeldía de los civiles que cantan y lloran; de los militares que cantan, lloran y disparan; del amor y la amistad que se funden en la fraternidad, unión, lucha, batalla y victoria. Febrero Bendito.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia