Frankestein en las redes… Cuando un personaje como Eduardo Fernández aparece cumpliendo su turno al bate en Instagram y no logran disiparle su pinta de viejo «verde», bastante Copei todavía, queriendo ser una figura con semblante de solterón, empapado en Jean Marie Farina, pontificando sobre la naturaleza de la llamada «transición»; o cuando aparece el cura Baltazar Porras 18 años después de actuar públicamente en el golpe de Estado del 2002 y secuestro de Hugo Chávez, luciendo un look de zorro inofensivo, o de lobo enmascarado de cordero de dios en vísperas de un viaje al exterior «exigiendo» al CNE tal o pascual requerimiento en nombre de la voluntad nacional, o de los casi setecientos mil nuevos muchachos electores en las presidenciales del 28-J, uno piensa y hasta cree que son disparates, quizás menos ofuscados que los bruñidos alcaloides de Franklin Virgüez, inspirado en unas chuletas escritas a mano por Orlando Urdaneta o un abreviado guasat de Leonardo Padrón, de César Miguel Rondón, o de Alonso Moleiro, enviado desde una tasca del Siglo de Oro español en la esquina de la calle Miguel Yuste, donde el País de España hace de las suyas y el joven Moleiro es empleado de su laboratorio contra Venezuela.
El carnet de identidad
Hace ya bastante tiempo que la oposición venezolana fue metamorfoseando su típico modo de ser de derecha en una suerte de pasarela de adoquines en busca de unos contrafuertes fascistas universales, de unas cédulas de identidad no plastificadas, de unos comprobantes arcaicos.
Al abandonar el terreno de la racionalidad, la lógica y el ser político para buscar una o dos, o tres o cuatro soluciones más o menos digeribles y razonables, o unas «alternativas» a las pandemias y endemias del capitalismo y el neoliberalismo, como sucedía en la cuarta república y se manifestaba en los ámbitos de la polarización adeco-copeyana, la oposición se ha convertido en una especie de «la hija de nadie».
Ya ninguno de sus especímenes cita a Rómulo Betancourt, ni al Dr. Caldera, ni a Teodoro Petkoof, ni a Reny Otolina o a Jovito Villalba. Las lumbreras de Uslar Pietri, Alberto Adriani, Simón Alberto Consalvi, por citar a tres luces de Bengala del alma nacional tatuadas en el logo del Pacto de Punto Fijo, se esfumaron.
Hace bastante rato la verdad fue expulsada de la realidad, sustituyéndola por sofismas, mentiras y versiones mediáticas. Pero lo peor es que juntaron todas las técnicas de publicidad y márquetin para vendernos la mentira como verdad o al revés.
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En eso de hacer un juego de libre mercado con las ideas y las cosas, la oposición siempre luce con ventajas casi insalvables. Porque ¿Cómo nos defendemos con la verdad ante una guerra multiforme, híbrida o total? ¿Cómo arremetemos contra el narcisismo consumista? ¿Cómo nos defendemos del fascismo que tiende a convertirse en el producto espiritual y mental de nuestras alienadas generaciones de jóvenes y adolescentes? ¿Cómo mercadeamos la ternura y el abrazo como valores sociales? Decía Laurencio Zambrano: «¿Qué le hace falta a nuestros poemas, ensayos y canciones para que nuestras éticas y estéticas sean capaces de repolitizar a nuestro prójimo como nos ha repolitizado y embellecido a nosotros mismos?».
Como los carros de Ford
Hubo una época en la que los medios de comunicación eran herederos de la cultura fordista: dijo recientemente el ensayista y periodista argentino José Natansón, estudioso y protagonista del asunto, que se hacían de pies a cabeza unos diarios y los lectores iban a por él en masa, así como se compraban los carros de Henry Ford en las agencias abiertas hasta la madrugada, mientras los niños de Disney comían hamburguesas y el crimen no pagaba si el amanecer lo anunciaba algún jibaro urbano.
Eran productos ya hechos para el consumo social. Allá la gente después qué carajos hacía con esas mercancías tan útiles y necesarias para la existencia.
Como la MUD
Pero desde que Frankestein se fugó de la novela de la escritora inglesa Mary Shelley, el mundo cambió en la medida en que el personaje se va apoderando de la era digital y entra por todas sus puertas y ventanas.
Hay que recordar que Frankestein es como la MUD: una juntura de cadáveres con vida propia cada uno, gracias al capital, al Departamento del Tesoro y gobiernos de USA, a la Banca(da) de la Unión Europea, al dinero que han robado de Pdvsa y a los tesoros del narcofondomonetarista.
La implantación de la fenomenología digital y sus prodigiosos tentáculos fueron dando vida e inteligencia a las redes sociales para oxigenar más allá de su agonía perpetua al capitalismo mundial. «Produjo una mutación por la cual los medios pasaron a ser, cada vez más, un flujo, un work in progress interminable que se va actualizando, corrigiendo y enriqueciendo a lo largo del día», dice con rigor Natanson.
Por cada una de esas redes ronda un Frankestein. De hecho, Milei es una suerte de onomatopeya del personaje de Shelley. En nuestra patria hay otro de tercera edad plasmado en un pendón y mostrado en las redes como el candidato de María Corina Machado, la legendaria hija de los Amos del Valle que ha pedido a gritos a los EEUU una intervención militar y una mayor rigurosidad en la aplicación de las sanciones para que Maduro le afloje el coroto.
Guernica en Venezuela
En recuerdo a los 80 y pico de años del bombardeo nazi al pueblo de Guernica, ese genocidio que fue inmortalizado por Picasso, a quien los fascistas le espetaron: «¿Usted hizo eso?», y él contestó: «No, lo hicieron ustedes», se debería ejercer el derecho de mostrar en las redes una práctica típicamente fascista que ya cobró vidas y pudo tomar cuerpo en la calle, donde el chavismo cultiva un liderazgo histórico importante y se conjugan el poder de convocatoria, la voluntad entusiasta de muchos y diversos sentimientos de solidaridad frente al bloqueo: esa práctica de la oposición llamada guarimbas.
Los materos de la guerra
¿Recuerda alguien aquel «método» que evoca a «Los curas comunistas» y a las atrocidades que se relatan en ese libro sobre la Guerra Civil Española y las prácticas fascistas?
¿El asunto de los «materos» y de las «botellas de agua congelada» lanzadas desde las alturas de los edificios a las marchas chavistas y la quema de personas vivas?
Por más que el sociólogo Tulio Hernández haya aparecido como el autor intelectual del «materismo», ese «método» fue discutido, conversado entre éste y otros genios que militan en el ala fascista del antichavismo, ese que nos odia a muerte, que nos quiere lejos.
Eso no se le ocurrió a Hernández mirando por una baranda de su apartamento el azul del cielo. Claro, fue algo concebido desde «las alturas», un PH, un espacio desde una torre bancaria que les dio la perspectiva de las trágicas consecuencias que traería el «materismo» o el «botellismo» en el seno de una multitud que, precisamente, no marchaba mirando a ver si la cagan los pájaros.
Un Reel zigzagueante sobre este otrora macabro experimento fascista, le haría daño, es cierto, a la memoria colectiva.
Materos, nunca más.
RETRATO HABLANDO
Yo conocía a Laurencio desde hacía siglos y hasta que hice una antología sobre el Fascismo en Venezuela en el 2012-13, y le pedí una opinión, creía que era chileno.
Leonardo me aclaró el asunto: Laurencio vivió y estuvo en Chile en vísperas del Pinochetazo y asesinato de Allende.
Luego se vino y estuvo por ahí dando vueltas con una guitarra. En la plazoleta del barrio nuestro en Barinas, en La Pollera ancestral de la Plaza Zamora y en las plazas, con su guitarra y esa voz tremenda que tenía de gaucho mexicano, cantó y cantó con dolor y alegría por la vida y contra el Fascismo.
RETRATO HABLANDO
Primer experimento no tan conocido de la creación de Frankestein. Las verdaderas imágenes estás encriptadas en las cavernas de la ultraderecha mundial.
Pero Ramón Guillermo Aveledo tiene copia de la llave para entrar al museo.
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Federico Ruiz Tirado (Barinas, 1955): Escritor, poeta, diplomático. Miembro Fundador de la Red de Escritores Socialistas de Venezuela. Autor de Un puñado de pájaros contra la gran costumbre (antología sobre el 4F), Un día para siempre, La Patria está en otra parte (MPPCULTURA, PDVSA).
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