“Furia en dos ruedas” por Fernando Guevara

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Yo realmente no sé si es que me estoy poniendo viejo, pero es que me están molestando ciertas cosas que hasta hace poco ni siquiera merecían una mirada. Pero luego de darme cuenta que paso gran parte del día circulando por la ciudad, me doy también cuenta de que estamos rodeados por una serie de vehículos que nos ponen sobre alerta exageradamente, carros, autobuses, busetas y especialmente motos.

Parece que de alguna manera hay una extraordinaria producción de motos en el país y que la venta de las mismas no es tan engorrosa, ni cara. En cada familia debe haber, hoy en dí al menos un motorizado.

Son de variadas marcas y cilindrajes, las hay grandes, como las Kawasaki, las hay de tipo Chopper, de tipo Scooter, Racing, etc., pero la gran mayoría son las muy comunes Keeway, Empire o Bera.

¡Por dios! Hay miríadas de motos rodando por la ciudad que, junto a las camioneticas, los autobuses y los conductores irresponsables, han caotizado la circulación en las calles de Valencia.

Cada día hay al menos un accidente mortal que involucra a algún motorizado. Da tristeza y a la vez rabia el ser testigo de esto.

Las motocicletas son un vehículo rápido, útil y practico en las manos de un buen conductor. Y ahí está el detalle, Mario Moreno “Cantinflas” dixit…

No es raro ver circulando en estas motos hasta a cuatro pasajeros. Usualmente familias con niños. Uno va sobre el tanque de gasolina, luego el conductor, otro niño y detrás de todos, la madre aplastando al del medio. Y lo peor es que esto ya está como normalizado. Sabemos de la crisis del transporte público y de la necesidad de trasladarse de un lugar a otro, pero este tipo de cosas es simplemente arriesgar la vida de la familia por la movilización.

Es común también ver cómo circulan sin ninguna prudencia los llamados “Deliverys”. Este tipo de nuevo fenómeno social se desliza a través del tránsito sin ningún temor a ser arrollado, chocado o aplastado. No hay normativa legal, humana o divina que estos motorizados respeten.

La otra categoría son los moto-taxistas. Estos “conductores” no solamente arriesgan la vida suya, sino las del ingenuo pasajero que llevan. Fui moto-pasajero muchas veces en Caracas y, de verdad, hoy no me montaría de nuevo. Recuerdo tristemente la trágica muerte de una compañera de trabajo de la Biblioteca Nacional en un accidente de estos cuando iba de moto-pasajera.

En algunos países, la legislación que regula la circulación de las motos los tiene a estos con las mismas normas de un carro, es decir, no pueden circular entre canales, ni pueden pasar por la derecha, ni menos por las aceras.

Aquí hay legislación sobre el uso obligatorio del casco. En nuestro país parece que el casco es para los codos, o para las bolas, porque lo llevan colgando del brazo o puesto entre las piernas. Disculpen la vulgaridad, pero esto es cierto, véanlo con sus propios ojos.

Aunado a esto, nos encontramos con los moto-piruetistas, una nueva raza de motorizados. Algunos las hacen hasta con pasajeros, que siempre son los que llevan la peor parte en un accidente.

La situación se está volviendo tan grave que ya hemos normalizado el ver en cualquier calle de la ciudad un accidente de moto y parece que ni nos importa ni nos alarma.

 

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¿Y qué si hacemos un llamado a las autoridades? No hombre, para qué. Esto no es un problema que atañe solo a las autoridades, pues la verdad es que estamos cansados de ver a “las autoridades” que también circulan en moto, haciendo lo que les da la gana.

Actualmente no podemos afirmar a ciencia cierta cuál es la incidencia de la mortalidad juvenil por accidentes en motos.

El llamado es a la conciencia y a que realmente la sociedad, es decir, el gobierno, los medios de comunicación, las escuelas, los privados, los negocios que contratan motorizados, hagan un esfuerzo educativo y formativo para minimizar este tipo de tragedias, que verdaderamente está enlutando familias.

 

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Fernando Guevara Herrera (Valencia, Venezuela, 1967) es abogado egresado de la Universidad de Carabobo en 1995. Tiene especialización en Gerencia Pública, actualmente realizando tesis de especialización en Educación Superior en la Universidad José Antonio Páez (UJAP) y en el doctorado en Educación UPEL, núcleo El Mácaro. Tiene curso de especialización en Marco Jurídico de la Cooperación Cultural Iberoamericana, Universitat de Barcelona, España. Beca del Ministerio de la Cultura de España.

Fue Jefe de Extensión Cultural y Recursos Humanos de la Biblioteca Nacional de Venezuela. Consultor Jurídico del Centro Nacional de Historia, del Archivo General de la Nación y del Complejo Editorial Batalla de Carabobo (Cebac); Registrador Público de los municipios Naguanagua y San Diego de Carabobo. Auditor Interno de FUNDADEPORTE y Sub Director del Museo de Arte Valencia (MUVA). Es también profesor de la UJAP y locutor desde 1990.

 

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