Una de las películas más populares del cine estadounidense se estrenó en 1988 y fue protagonizada por Arnold Schwarzenegger y Danny DeVito. Su título: Gemelos.
Estos dos personajes, aunque completamente distintos entre sí, debido a un experimento genético fallido, habían nacido durante el mismo parto y, por lo tanto, eran hermanos gemelos.
La contraposición entre ambos era tan marcada que a la mayoría de quienes vieron la película les pareció imposible que en la vida real y entre humanos existieran dos hermanos gemelos con tantas diferencias físicas.
Sin embargo, en el mundo mineral, hay dos materiales que, como Schwarzenegger y DeVito, son visiblemente disparejos, pese a tener la misma composición química.
El diamante y el grafito no se parecen entre sí, pero, por su composición química, se les considera gemelos que, en condiciones especiales, pueden convertirse el uno en el otro.
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Ambos son formas alotrópicas –es decir, cristalinas–, del carbono en la Naturaleza. Pero mientras el diamante es la sustancia más dura que se conoce y se presenta como una serie de cristales transparentes octaédricos, su gemelo es una sustancia relativamente blanda, en forma de láminas cristalinas, que se deslizan unas sobre otras.
Cabe preguntar: con cuerpos tan distintos, ¿cómo es que ambos materiales son hermanos gemelos?
Ocurre que la composición química del diamante es exactamente igual a la del grafito. Las muy distintas propiedades de uno y otro se deben a sus diferentes estructuras cristalinas. En otras palabras, las diferencias entre ambos tienen su origen en la forma como están dispuestos los átomos que los integran.
Sometido a temperaturas de poco más de 2.000 grados centígrados, el diamante se transforma en grafito. De igual modo, y como hace Supermán en los cómics y las películas, si al grafito se le somete a temperaturas y presiones mucho más elevadas, se convierte en diamante.
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Armando José Sequera es un escritor y periodista venezolano. Autor de 93 libros, todos publicados, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 23 premios literarios, ocho de ellos internacionales (entre otros, Premio Casa de las Américas, 1979; Diploma de Honor IBBY, 1995); Bienal Latinoamericana Canta Pirulero, 1996, y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes”, 2012).
Ciudad Valencia / Foto del autor: José Antonio Rosales
