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La precisión conceptual de las contradicciones

Hoy, después de 300 años de colonialismo español-europeo y 200 años del hegemonismo Yanki en América Latina, y particularmente en Venezuela, estamos viviendo una nueva etapa de contradicciones y pugnas entre los dos proyectos históricos de nuestro continente: el bolivarianismo y el monroísmo.

Todo proceso revolucionario es, en sí mismo, una gran confrontación permanente y dialéctica, crítica y auto-crítica, sistémica y compleja, entre fuerzas históricas antagónicas, convergentes o excluyentes, en un contexto geo-histórico, económico-político-militar y socio-cultural, de una época, un tiempo determinado o una coyuntura táctica y estratégica.

Históricamente, cada revolución verdadera nace con su propio perfil y se distingue por el carácter y la naturaleza de sus propias contradicciones; las lógicas que la determinan, así como las innovaciones y la creatividad que convergen o antagonizan, bajo determinadas formas de lucha entre los protagonistas y sus correspondientes aliados y enemigos.

Identificado de esa manera, es importante precisar que, en todo proceso revolucionario, las fuerzas antagónicas activan sus respectivas estrategias y tácticas para el combate político, militar, económico, social, cultural, moral, ético y espiritual. Y en ese amplio y difícil contexto, los tres factores fundamentales son: el poder del Estado, las estructuras económicas-sociales y el protagonismo del pueblo (civiles y militares).

Desde el punto de vista de las estrategias, cada bloque de las fuerzas en pugna, tiene sus correspondientes dispositivos de acciones para lograr y asegurar su victoria final y definitiva. Para eso, es necesario y decisivo el plan de acciones tácticas para avanzar y garantizar la gran victoria estratégica.

En el contexto histórico-social de nuestro continente americano-caribeño, después del dominio colonial de España, durante trescientos años, la dinámica histórica de América Latina, el Caribe y particularmente la de Venezuela, ha estado determinada por la contradicción antagónica entre dos proyectos históricos que, durante doscientos años, han estado en permanente confrontación y pugnacidad.

De un lado, el proyecto bolivariano de la emancipación, la libertad, la independencia, el bienestar social y la mayor suma de felicidad posible, enarbolado por nuestro Padre Libertador Simón Bolívar y los pueblos indo-afro-latino-caribeños de toda la América y el Caribe, desde el norte del México original hasta la Patagonia argentina-chilena.

Del otro lado y en oposición al proyecto liberador y socialista de los patriotas bolivarianos, surgió la doctrina Monroe, elaborada por el secretario de Estado, John Quincy Adams y oficializada por el presidente James Monroe, el 2 de diciembre de 1823 en el Congreso de los Estados Unidos, donde se incluyó el lema imperial hegemonista: «América para los americanos”.

Podemos decir que hay dos objetivos históricos en esta nefasta doctrina: uno, aislar de nuestro continente a las viejas potencias derrotadas, de la época colonial: España, Portugal, Francia e Inglaterra; y dos, someter a toda la América emergente, “la gran Colombeia” imaginada por Francisco de Miranda, a la nueva hegemonía imperial estadounidense, bajo la consigna “América para los americanos”, entendiéndose que América somos todos; pero, americanos son ellos nada más.

Es necesario señalar que los Estados Unidos son, en su esencia sanguínea, herederos directos de los piratas y corsarios de la vieja Inglaterra. En la web, se dice que “Los piratas son delincuentes organizados que cuentan con una o varias embarcaciones y roban a otras para su propio beneficio. Los corsarios hacían lo mismo; pero, auspiciados por el gobierno de alguna nación para que atacaran únicamente barcos de países rivales”.

He allí la esencia antropológica, genética y socio-política de la raza y la cultura norteamericana, que sigue haciendo gala de su perversidad criminal contra los pueblos y las naciones que ellos consideran inferiores.

Nuestra hermana República de Haití fue la primera nación en declarar la libertad de los esclavos y su independencia del colonialismo francés. Eso le costó enfrentar luego las invasiones de España y Estados Unidos. Fue dividida y asediada por ser de raza negra y tener el atrevimiento de ser una nación libre y soberana.

El gran líder de Haití, Alexandre Sabès Pétion (2 de abril 1770 – 29 de marzo 1818) le proporcionó toda su ayuda militar y monetaria a nuestro libertador Simón Bolívar con la condición de unir a todas las fuerzas patrióticas y liberar a los esclavos de Venezuela para alcanzar la independencia, tal cual como ocurrió.

Por ese hecho histórico, Haití se convirtió en el caso más patético y trágico del Caribe: ser un país asediado y sometido por la ferocidad criminal del monroísmo y sus profundas huellas de discriminación racial, opresión y explotación económica, social, política y cultural. Durante todo el siglo XX y lo que va del XXI, Haití ha resistido la condena impuesta por el monroísmo norteamericano.

 

La nueva era y la guerra no convencional del monroismo

Frente al actual proceso de la revolución bolivariana, hoy podemos decir que en el plano estratégico, el imperio yanki no ha podido avanzar en su objetivo vital de destruir y desaparecer del mapa el proceso de la revolución bolivariana.

La élite norteamericana sigue haciendo gala de su perversidad criminal con las llamadas guerras de cuarta y quinta generación que, en su momento, el camarada mártir Carlos Lanz, las supo descifrar con inteligencia y denunciar con valentía.

Efectivamente, el imperio y su nefasta tradición monroista, ha trascendido su espacio y su diplomacia internacional, para convertirse en una especie de mago maligno que impone sus propias guerras culturales, informáticas, monetarias, económicas, tecnológicas y financieras, instrumentadas desde su hegemonía monetarista, sustentada en el Dólar.

Pero, además, el imperio gringo ha trascendido su propia doctrina Monroe, ampliando su espectro de acción criminal, poniendo en marcha guerras mortales de destrucción masiva, con misiles y armas, como en los casos reales y concretos de Palestina, Afganistán, Irak, Libia, Siria, Yemen, Ucrania.

Guerras culturales con base en las drogas, la música, las modas, la sexualidad, el licor y la violencia social en sus múltiples expresiones; y guerras políticas e ideológicas, para impedir la marcha soberana e independentista de los pueblos y las naciones que reivindicamos nuestros propios derechos a una patria libre y soberana, de progreso, desarrollo y bienestar colectivo para todos nuestros pueblos.

 

Las amenazas contra el sistema de bienestar social

En este contexto de guerras múltiples y variadas, el imperio también genera estrategias y tácticas de guerra no convencional; pero, altamente destructivas, de manera sistemática y sostenida, contra el salario de los trabajadores, los precios de los alimentos, las medicinas, los servicios y la recreación, es decir, guerras contra el estado de bienestar de los pueblos.

Es necesario tener bien claro que el imperio, así como ha destruido esos siete países antes mencionados, ahora pretende aplicar la misma operación para destruir Venezuela.

Su propósito, o más bien su objetivo histórico, es liquidar totalmente el proyecto bolivariano de la revolución liberadora y socialista del siglo XXI, puesta en marcha por nuestro pueblo, bajo la conducción inicial de Hugo Chávez y continuada ahora con el liderazgo de Nicolás Maduro.

Es evidente que la estrategia gringa es de naturaleza no convencional y multifactorial, centrada en la destrucción de todo lo que es el sistema de Bienestar Social, consagrado en nuestra Carta Magna, que comprende los cinco derechos universales de los pueblos: los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.

De estos cinco derechos, los más exitosos y consistentes en nuestro proceso revolucionario, han sido los derechos civiles y los derechos políticos. Antes de Chávez, las y los compatriotas que no tenían cédula de identidad, simplemente no existían como ciudadanos venezolanos, ni como electores o electoras en el Registro Electoral.

Además de no ser ciudadanos y ciudadanas, con derechos constitucionales, el pueblo analfabeto vivía en el desamparo total. Fue con Chávez y la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que esta población dejó de ser “marginal”, inexistente y fantasmal, al adquirir su ciudadanía con sus derechos y deberes consagrados en la nueva Carta Magna (CRBV).

De esa manera, los pobres y analfabetas lograron superar el estado de marginalidad y exclusión social al que estuvieron sometidos durante los siglos precedentes al actual proceso revolucionario del siglo XXI.

De manera que, durante los 40 años de la vieja democracia formal representativa, los pobres y marginados siguieron siendo pobres y marginados, hasta que llegó el comandante Chávez y mandó a parar.

Ahora, desde la partida física de Chávez, los gringos y sus lacayos apátridas, pretenden una vez más, destruir la inmensa obra social de la revolución bolivariana y el liderazgo de nuestro presidente Nicolás Maduro.

Recordemos la intrigante, nefasta y venenosa consigna: “Nicolás no es Chávez”, introducida en las filas del pueblo chavista, para desmoralizarlo y descalificar al gran líder que hoy tenemos en Miraflores, reconocido en el escenario internacional y aliado estratégico de las dos superpotencias del nuevo mundo multicéntrico y pluripolar: Rusia y China.

Por eso, cabe recordar que en la democracia formal representativa, tutorada  por EEUU, los pobres vivían en ranchos de cartón porque no tenían casas dignas. Ahora, con la democracia participativa y protagónica, hay viviendas dignas para los pobres, construidas por el gobierno bolivariano.

Hoy, nuestro pueblo es EL SUJETO HISTÓRICO de nuestra República y del proceso revolucionario bolivariano, sustentado en la CRBV. Esto quiere decir, que el pueblo determina y decide el rumbo, presente y futuro, de la nación. Sencillamente, porque participa y protagoniza las acciones estratégicas y tácticas.

En tal sentido, debemos admitir que el estado de bienestar social que comenzó a construir el comandante Chávez, tiene elementos sólidos que el enemigo no ha podido ni podrá destruir. Ejemplo: La Gran Misión Vivienda Venezuela, la Misión Barrio Adentro, el nuevo Sistema Nacional de Salud, la gratuidad de la educación en todos los niveles, entre muchos otros.

Así mismo, el desarrollo con proyección universal del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles de Venezuela, la canción llanera, el apoyo y estímulo de la producción musical en sus diferentes estilos y géneros, el Sistema Nacional de Teatro “César Rengifo” y todo el medallero deportivo internacional y continental logrado por nuestros atletas, son resultados del desarrollo de los derechos culturales y deportivos de nuestro pueblo.

De manera que, de los cinco derechos (civiles, políticos, económicos, sociales y culturales) que conforman nuestro Sistema de Bienestar, hay dos que están fuertemente golpeados (los económicos y los sociales) por los ataques criminales de la guerra económica y social, puesta en marcha por los sucesivos gobiernos de Estados Unidos contra nuestra nación y nuestro pueblo.

 

La dolarización, los precios, el salario, la corrupción y el estallido social

Un análisis superficial, nos revela fácilmente la existencia y puesta en marcha, de un vasto plan de destrucción progresiva o violenta, de la sociedad venezolana; a partir de una explosión social, insurreccional que desemboque en un proceso de anarquía, violencia y auto-destrucción de nuestro país.

En primer lugar, tenemos la imposición forzada del dólar en nuestra economía, causando dos efectos mortales: primero, la subordinación o sometimiento de la economía nacional a los valores internacionales del Dólar, lo cual equivale a la liquidación de nuestra soberanía monetaria y comercial respaldada con nuestra propia moneda y el Petro.

El segundo efecto es la anarquía y el caos monetario que genera a su vez la pérdida de valor comercial de nuestra propia moneda nacional. El Dólar se comporta como una metáfora de un monstruo destructivo que ha invadido y destruye nuestra propia casa.

En segundo lugar, tenemos el gravísimo problema de los precios de los productos y servicios de consumo masivo. No hay acuerdo, regulación ni control de los precios. Cada productor o comerciante impone el precio que le sugiere su surtidor o su propia conciencia especulativa. Pero, por encima de todos los factores, la dolarización es el fenómeno perverso y triunfante porque los precios están dolarizados: y eso no es constitucional ni legal.

En tercer lugar, tenemos la tragedia económica y familiar del salario que se ha convertido en una especie de maldición impuesta para desmoralizarnos, sufrir en las limitaciones del consumo y enloquecer o morir en la precariedad y la miseria.

En cuarto lugar, tenemos el fenómeno perverso e indetenible de la corrupción en casi todos los niveles e instancias del gobierno, del estado y las empresas estratégicas de la nación.

 

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La corrupción es hoy el agente mortal contra el proceso revolucionario. Si no la detenemos y controlamos; ella se convertirá en frustraciones, desesperanzas, desmoralización, odios y venganzas dentro del pueblo, hasta devorarnos nosotros mismos en la guerra civil, instigada desde Washington y puesta en marcha por sus agentes encubiertos e infiltrados en el gobierno bolivariano.

El estallido social es la carta destructiva y criminal, en la agenda del imperialismo norteamericano, para desaparecer nuestra República Bolivariana de Venezuela, el hogar predilecto de nuestro libertador Simón Bolívar.

La paz y el bienestar social con base en la CRBV, EL PLAN DE LA PATRIA y el Poder Popular en unidad cívico-militar-religiosa, sigue siendo la ruta de nuestra democracia participativa y protagónica hacia el socialismo bolivariano del siglo XXI.

Las fuerzas del mal no han podido ni podrán contra el Sujeto Histórico de nuestra revolución, que es el pueblo mismo en acción renovadora y revolucionaria.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia