Amigas y amigos constructores de sueños, forjadores de esperanzas: El proceso para conformar la nación que hoy llamamos Venezuela ha sido un camino largo y complejo que puede ser analizado desde diversas perspectivas. Una mirada atenta a nuestro devenir histórico podría advertirnos sobre el esfuerzo, que como pueblo hemos realizado, para alcanzar tres metas u objetivos que han sido asumidos como prioritarios en distintos momentos a lo largo de los últimos dos siglos, ellos son: la lucha por la independencia, la democracia y la soberanía.
Independencia sin emancipación
Los sucesos del 19 de abril de 1810 han sido asumidos por la historiografía patria como la fecha de inicio de nuestra gesta independentista. Un proceso justificado en su momento por la contingencia suscitada en la metrópolis respecto de las abdicaciones de Bayona y la invasión francesa al territorio español, así como por la vieja aspiración del mantuanaje criollo de acceder a cargos de dirección política (Capitanes Generales, Gobernadores, integrantes de la Real Audiencia, entre otros); privilegio destinado solo a los peninsulares.
Aunque la idea de Independencia tuvo diversas interpretaciones dependiendo del grupo social que la encarnara (para los esclavos representaba la libertad frente a los amos; para los pardos, igualdad de derechos frente a los blancos; para los indígenas, respeto a su cultura, tradiciones y posesión de sus tierras; y para los blancos criollos acceso al poder político); la lucha por la independencia fue, así, el gran motor que impulsó la guerra contra España.
Con el triunfo patriota obtenido en la batalla de Carabobo se dio un paso fundamental en la consolidación de la independencia, los tres siglos de dominación española quedaron heridos de muerte. Pero no se avanzó en la emancipación, entendida como la ausencia de tutelaje o subordinación a designios extranjeros. Las antiguas formas de dominación fueron sustituidas en el ámbito de la política exterior, tras la disolución de Colombia la Grande en 1830, por sutiles y a veces manifiestas formas de coerción ejercida principalmente por la corona británica, país que aspiraba llenar el vacío dejado tras la derrota española en América.
Su principal objetivo era monopolizar el comercio para acceder de forma segura y barata a las materias primas que requería su pujante y poderoso sector industrial. Y alcanzar un control geopolítico sobre espacios del continente que facilitaran la explotación de recursos y el dominio territorial.
De esta manera puede comprenderse el afán por apoderarse en el siglo XIX del territorio Esequibo, espacio rico en recursos minerales como el oro y diamantes, donde la navegabilidad de sus ríos permite conectar con zonas bastante australes de Suramérica. Visto así, el antiguo colonialismo español fue reemplazado por el neocolonialismo inglés en el siglo XIX, y norteamericano en el XX.
Las aspiraciones imperiales neocoloniales encontraron puerta franca a comienzos de la Guerra Federal en el ofrecimiento de un grupo de familias oligarcas de convertir a Venezuela en un protectorado británico, y en el siglo XX, de la mano del régimen gomecista, en la entrega sin restricciones al capital transnacional para la explotación petrolera y comercial, fundamentalmente norteamericana.
El legítimo depositario
La llegada de un nuevo siglo introdujo, progresivamente, cambios económicos y culturales facilitados por control político y militar alcanzado por la llamada hegemonía andina, representada principalmente por el castro-gomecismo, que contribuyeron al letargo de la sociedad venezolana durante las tres primeras décadas del siglo pasado.
Esa tranquilidad se vio alterada por la irrupción de la protesta promovida por los estudiantes de la UCV en 1928, quienes posteriormente, apoyados en modernas teorías sociales, principalmente el marxismo, realizaron análisis sociopolíticos y socio-históricos de la sociedad venezolana (el Plan de Barranquilla uno de ellos) que los condujo a elevar las banderas de la lucha en favor de la democracia como herramienta para combatir el personalismo, la corrupción y progresiva entrega de los recursos naturales al capital transnacional; rasgos que caracterizaban la tiranía gomecista.
La muerte de Gómez en diciembre de 1935 y la masiva e inesperada protesta de los habitantes de Caracas el 14 de febrero de 1936 revelaron la voluntad de cambio del pueblo venezolano. La lucha por la democracia comenzó a hacer parte de los programas y proyectos políticos planteados por las diversas organizaciones partidistas fundadas tras la muerte del Benemérito, convirtiéndola, con el transcurso de los años, en la principal aspiración política de los venezolanos.
Una aspiración que se constató en la masiva concurrencia para elegir a los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente de 1946 y en la elección directa y secreta del presidente de la República en 1947, así como en la constante participación electoral en los primeros lustros del puntofijismo y durante las reiteradas convocatorios electorales en la Quinta República. La lucha por la democracia fue la gran bandera política del siglo XX.
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La llegada de Hugo Chávez a la presidencia de la República supuso la lucha contra el modelo de Estado y de gobierno establecido por el gomecismo. Por eso su principal oferta electoral, en 1998, fue la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que transformara el Estado y perfeccionara el ejercicio democrático otorgándole un carácter participativo y protagónico. Una concepción que se oponía a la democracia liberal representativa del mundo occidental.
La segunda bandera que levantó Chávez fue la defensa de la soberanía nacional. Este principio apuntalado en el pueblo como su legítimo depositario posibilitó las transformaciones establecidas en la Carta Magna de 1999. Hoy la soberanía es uno de los principales argumentos y bandera para demandar el cese de la agresión política y económica que se ejerce contra la patria, materializada en la aplicación de medidas coercitivas unilaterales; exigir el derecho a vivir en paz y tener el gobierno que decidan los venezolanos, sin injerencia, coacciones e imposiciones de ningún tipo.
La defensa de la soberanía nacional es una de las grandes banderas del siglo XXI.
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Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.
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