Christian-Farias-opinion-3-apaisada-sujeto histórico

La Carta de Jamaica es un documento clave y de necesaria lectura y análisis para la comprensión más objetivada de las dificultades y la victoria final de la gran gesta independentista, concebida, materializada y conducida por Simón Bolívar, nuestro gran héroe de las cinco naciones liberadas del imperio español: Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia. Esta última, liberada y creada con ese nombre, por el propio Libertador Simón Bolívar.

La historia ha demostrado que los grandes pensadores sociales, bien sean filósofos, científicos, artistas, escritores, profetas, políticos, militares o estadistas, están poseídos de por lo menos dos características fundamentales. La primera es la capacidad y dominio metódico para el análisis objetivo de la realidad histórica del presente, sus génesis del pasado y su respectiva proyección hacia el futuro; la segunda es la posesión metódica de una visión crítica y auto-crítica, dialéctica, sistémica y con sentido y dominio de la complejidad, inherente a todos los fenómenos de la vida y de la historia.

En el caso de nuestro Libertador Simón Bolívar, estas dos cualidades están plenamente expresadas en la Carta de Jamaica, titulada así: “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla (Henry Cullen)”, con fecha 6 de septiembre de 1815. (Ver: Bolívar, Simón. Doctrina del Libertador. Fundación Biblioteca Ayacucho. 2009). De manera que, a 208 años de ese histórico y excepcional documento, es pertinente comentar y valorar los elementos claves de su contenido.

Debemos advertir que un análisis completo de esta Carta nos llevaría indudablemente a la elaboración de un libro. En tal sentido, aquí nos limitamos a comentar ciertos temas que guardan relación entre el tiempo histórico pasado, cuyo principal líder fue nuestro Libertador Simón Bolívar; y el nuevo tiempo histórico en el cual nos encontramos como protagonistas desde las trincheras de nuestro proyecto histórico para la Liberación Nacional y el Socialismo Bolivariano del siglo XXI, iniciado bajo el liderazgo de Hugo Chávez y continuado hoy desde el mando del actual presidente Nicolás Maduro Moros.

En La Carta de Jamaica, Bolívar muestra su capacidad intelectual y política para abordar correctamente, el análisis del momento histórico que estaba viviendo. Pero, además, su método y su estilo, evidencian sus tres cualidades: 1.- Teórico y científico social; 2.- Guerrero y profeta; 3.- Poeta, amante de la épica y el erotismo. Tres vertientes que se unen en su propia visión científica, heroica y estilística. de la gran gesta iniciada el 5 de julio de 1811, con la inmortal Declaración de la Independencia Nacional de Venezuela.

Bolívar inicia su Carta en respuesta al señor Henry Cullen, diciéndole: “Me apresuro a contestar la carta del 29 del mes pasado que Ud. me hizo el honor de dirigirme y que yo recibí con la mayor satisfacción” (pág. 66). Aquí encontramos, tres elementos claves de su virtuosa personalidad.

El primero es el tiempo tan corto, de apenas 7 días, para redactar La Carta de Jamaica, un documento extenso y denso, que ha tenido tanta trascendencia histórica; el segundo es el espacio dialógico que pone en marcha con los potenciales aliados de la causa independentista; y el tercero es su interés estratégico de construir una sólida alianza con Inglaterra para hacer posible el aislamiento y la derrota del imperio español en suelo venezolano.

También podemos decir que la Carta nos revela dos grandes virtudes: una, la capacidad política intelectual para analizar, valorar y proyectar el destino de la gesta independentista iniciada el 19 de abril de 1810; y dos, su propensión al diálogo como condición primaria del ser humano y como método fundamental de la acción social y política que caracteriza y sustenta la continuidad y el sentido de trascendencia de la vida civilizada; en contraposición a las fuerzas e imperios de la maldad y la barbarie, que promueven y alimentan las guerras entre los pueblos y naciones.

Bolívar muestra su modestia personal y su audacia verbal, al no poder responder a todas las preguntas y expectativas del señor Cullen; pero le dice: “…ciertamente, no hallará usted las ideas luminosas que desea; mas, sí las ingenuas expresiones de mis pensamientos.” (Pág. 67) Con esto y lo que sigue en La Carta, nuestro Libertador se erige como un teórico metódico con conciencia plena de sus objetivos históricos para alcanzar la libertad y la independencia de la patria.

Ubicado en ese diálogo con el aliado jamaiquino, la visión independentista, radical y profunda, de nuestro Libertador, queda plenamente expresada en el carácter absolutamente radical de la contradicción entre el imperio opresor y la nación sedienta de libertad, tal como lo expresa en el siguiente párrafo:

“…el destino de la América se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a España está cortado…lo que antes las enlazaba, ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes que reconciliar los espíritus de ambos países”. Con estas categorías semánticas, dialécticas e hiperbólicas, Bolívar logra ilustrar la naturaleza antagónica e irreconciliable de la contradicción entre el imperio español y la naciente República de Venezuela.

Salvando las diferencias de las épocas y las variables de la actual geopolítica mundial del siglo XXI, podemos decir que hoy estamos en el mismo tipo de contradicción histórica del siglo XIX. Por un lado, el poder imperialista (ayer, la vieja España medieval; y hoy, los Estados Unidos de Norteamérica en su crisis de decadencia); y por el otro lado, la nación (ayer la Venezuela feudal y esclavista; hoy, la República Bolivariana de Venezuela, liberadora y socialista).

Pareciera, entonces, que la historia estructural, sistémica y compleja de los pueblos, se repitiera de manera dialéctica y crítica. Pero, además, acompañada de la presencia emergente, y a veces como resurrecciones, de sus mejores héroes, dirigentes y líderes de vanguardia.

Podemos ilustrar estas verdades con nombres de seres reales convertidos en sus mejores símbolos por el pensamiento mítico y mágico religioso, de nuestros pueblos indígenas y ancestrales: Guaicaipuro y toda la pléyade de jefes indios valerosos y aguerridos, convertidos en eternos héroes o figuras míticas, a quienes los pueblos le rinden culto mágico-religioso.

Igualmente, el Libertador Simón Bolívar y la legión de héroes indómitos de la guerra de la Independencia: Sucre, Urdaneta, Páez, El Negro Camejo, etc. Luego, Ezequiel Zamora y sus seguidores durante la guerra federal.

En la segunda mitad del Siglo XX, se produjo la guerra de guerrillas protagonizada por líderes como Fabricio Ojeda, Argimiro Gabaldón, Douglas Bravo, Francisco Prada, Américo Silva, Tito González Heredia, Julio Escalona, Jorge Rodríguez, entre muchos otros héroes y heroínas.

Vale destacar que esa generación de los años sesenta del siglo XX, asumió la lucha armada (como lo hizo Bolívar en su tiempo) contra la dominación imperialista norteamericana y sus gobiernos títeres y lacayos de AD y COPEI con base en el nefasto Pacto de Punto Fijo. La unidad nacional anti-imperialista no fue posible, porque la correlación de fuerzas no era favorable.

En consecuencia, se impuso el Pacto de Punto Fijo: Rómulo Betancourt, por AD; Rafael Caldera, por COPEI; Jóvito Villalba, por URD; la burguesía Piti-yanki de FEDECÁMARAS; el Alto Clero, la cúpula militar de la época y los propios agentes de Estados Unidos, representados por Rockefeller.

De manera que, así como en la época de Bolívar, la independencia y la libertad de Venezuela requería también y más allá de la unidad, hacerse extensiva al resto de las naciones: Colombia, Perú, Bolivia y Ecuador; igualmente, hoy es necesario la independencia de ese mismo grupo de naciones y todas las demás de la América Latina y el Caribe, para poder desterrar definitivamente la actual hegemonía imperial norteamericana que ya ha entrado en su fase de decadencia.

Luego de esta apretadísima y obligada digresión sobre la continuidad histórica de nuestras épicas de los siglos XIX y XX, retomamos el hilo de la Carta de Jamaica, para destacar cómo el Libertador expone de manera resumida el estado en que se encontraban Venezuela y las naciones hermanas, sometidas a la barbarie del imperio español.

Citamos de nuevo a Bolívar con este fragmento de la Carta de Jamaica: “En unas partes triunfan los independientes mientras que los tiranos en lugares diferentes obtienen sus ventajas, y ¿Cuál es el resultado final?, ¿No está el Nuevo Mundo entero conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la inmensa extensión de este hemisferio” (pág. 68).

Efectivamente, Bolívar enumera y precisa los indicadores reales y concretos del avance de la Gran Gesta Americana en “las provincias del Río de la Plata,… el Alto Perú, Arequipa, Lima. Cerca de un millón de habitantes disfrutan allí de su libertad”; y en seguida agrega: “El reino de Chile, poblado de 800.000 almas, está lidiando contra sus enemigos que pretenden dominarlos… los indómitos y libres araucanos son sus vecinos y compatriotas”.

El virreinato del Perú, ”…es sin duda, el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del rey; y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella porción de América, es indudable que ni está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias”. Igualmente, Bolívar nos dice lo siguiente:

 

La Nueva Granada que es, por decirlo así, el corazón de la América, obedece a un gobierno general, exceptuando al reino de Quito, que con la mayor dificultad contienen sus enemigos por ser fuertemente adictos a la causa de su patria. Y las provincias de Panamá y Santa Marta que sufren, no sin dolor, la tiranía de sus señores. Dos millones y medio de habitantes están repartidos en aquel territorio, que actualmente defienden contra el ejército español bajo el general Morillo, que es verosímil sucumba delante de la inexpugnable plaza de Cartagena (p. 68-69). 

 

Después de esta caracterización de la situación política militar existente en estos territorios, que Bolívar expone de manera esperanzadora y optimista; igualmente, nos presenta la otra realidad muy catastrófica y lamentable que, para ese momento, estaba padeciendo nuestra amada Venezuela. Veamos:

 

En cuanto a la heroica y desdichada Venezuela, sus acontecimientos han sido tan rápidos, y sus devastaciones tales, que casi la han reducido a una absoluta indigencia y a una soledad espantosa; no obstante que era uno de los más bellos países de cuantos hacían el orgullo de la América. Sus tiranos gobiernan un desierto; y solo oprimen a tristes restos que, escapados de la muerte, alimentan una precaria existencia; algunas mujeres, niños y ancianos son los que quedan. Los más de los hombres han perecido por no ser esclavos, y los que viven combaten con furor en los campos y en los pueblos internos, hasta expirar o arrojar al mar a los que, insaciables de sangre y de crímenes, rivalizan con los primeros monstruos que hicieron desaparecer de la América a su raza primitiva. Cerca de un millón de habitantes se contaban en Venezuela; y, sin exageración, se puede asegurar que una cuarta parte ha sido sacrificada por la tierra, la espada, el hambre, la peste, las peregrinaciones, excepto el terremoto, todo resultado de la guerra. (p. 69).

 

Además de estas narraciones, siguen las de México, Puerto Rico y Cuba, todo lo cual constituye un panorama sumamente grave y desmoralizante frente al cual Bolívar levanta su voz y empeña sus esfuerzos y su vida para la recuperación de las fuerzas patrióticas con el apoyo, en primer lugar, de Inglaterra, por ser una potencia rival de España y de Los Estados Unidos que son, para ese momento, los enemigos estratégicos y principales de las naciones de Suramérica y el Caribe.

También es necesario decir que Bolívar asumió la gesta de la independencia con esa convicción profunda y firme, valiente y bella, porque fue estimulado y convencido por su gran maestro Don Simón Rodríguez, a quien le juró en el Monte Sacro de Roma asumir la independencia de América con estas palabras finales: “no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del imperio español.” (p. 4).

De manera que en estos dos elementos: la unión de las naciones oprimidas para alcanzar la libertad, la independencia y la soberanía, más la fortaleza moral, ética, política y doctrinaria para impulsar la lucha, están las claves de la victoria independentista de esa época contra e imperio español.

Hoy, a 208 años de la histórica Carta de Jamaica, nuevamente se nos plantea la gran batalla por la independencia y la libertad, como una necesidad histórica para vencer y desterrar el dominio del imperialismo norteamericano.

Estamos en resistencia heroica frente a los ataques y las crisis impuestas por el imperialismo norteamericano y sus agentes internos, infiltrados en el gobierno bolivariano y en las estructuras del actual y viejo Estado burgués, capitalista dependiente del Dólar norteamericano.

Finalmente, y por ahora, diremos tres verdades históricas que comprometen todo nuestro esfuerzo y lealtad hacia nuestros libertadores del siglo XIX y nuestro pueblo de hoy, en pleno inicios del siglo XXI:

1.-  La Carta de Jamaica contiene las razones históricas que justificaron las alianzas con Inglaterra y otras naciones  para derrotar al imperio español y erigir la República libre y soberana de Venezuela, junto al resto de las naciones hispanoamericanas.

Vale decir que 208 años después, hoy nos vemos en la necesidad de nuevas alianzas mucho más diversas, amplias y firmes con numerosas naciones industrializadas, libres y soberanas. China, Rusia, Irán, Brasil, Cuba, Nicaragua, entre muchas otras, son claros ejemplos históricos de que sí es posible derrotar toda la extensa, intensa, nefasta y criminal guerra económica del imperio norteamericano contra nuestra patria Venezuela.

Pero, además del legado de la Carta de Jamaica, con el comandante Chávez, el proyecto bolivariano se amplia y fortalece con toda la doctrina bolivariana, puesta en marcha a través de la actual Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, CRB, las Leyes del Poder Popular y el Plan de la Patria.

2.- Simón Bolívar fue, es y seguirá siendo el máximo dirigente teórico y práctico, visionario y pragmático, político y militar, soñador y poeta de la emancipación de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Pero, esa herencia fue traicionada durante más de 160 años.

Con su aparición en la escena política, el comandante Hugo Chávez restituye totalmente la figura sagrada; pero activa y con todo su legado plenamente vigente, de nuestro Padre Libertador Simón Bolívar. De hecho, el proyecto del comandante eterno, se llama inicialmente Proyecto Bolivariano, sustentado en toda la doctrina bolivariana, construida originalmente por Bolívar y puesta en escena, históricamente, por el propio Chávez.

En lealtad total con este principio histórico, nuestro comandante Hugo Chávez, asumió todo ese legado de independencia, soberanía, libertad y bienestar social para todo el pueblo.

Pero, no sólo siguiendo a Bolívar, sino también al maestro Simón Rodríguez con su emblemático principio filosófico y revolucionario: “Inventamos o erramos”. A ello le suma la fuerza del campesinado venezolano, representada en nuestro rebelde y audaz Ezequiel Zamora con su grito irreductible de “Tierras y hombres libres”.

De esa praxis histórica, nace el famoso Libro Azul, escrito por Chávez, en el cual sistematiza las tres fuentes de la Nueva Doctrina Bolivariana (Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora).

Chávez fue muy visionario, claro y preciso frente a los asomos de su muerte y nos dejó su decisión y su orden, firme y plena como la luna llena, para que eligiéramos a Nicolás Maduro como presidente de la República.

 

LEE TAMBIÉN: “La guerra de los discursos políticos” 

 

3.- Finalmente, la Independencia está hoy en las manos, las fuerzas, los corazones y la praxis de nuestro pueblo bolivariano (el sujeto histórico del proceso revolucionario), acompañado y orientado por el presidente Nicolás Maduro y en total unidad cívico-militar-policial-religiosa, perfecta, dinámica e irreductible.

En síntesis, la Venezuela de hoy marcha sobre las sendas de su propio destino. Sus sueños ancestrales se han reencontrado con los sueños de la modernidad, pero, sustentados en la libertad, la soberanía y la independencia política, económica, social, científica-tecnológica, cultural, espiritual, moral y ética, bajo el lema indestructible de ¡UNIDAD, LUCHA, BATALLA Y VICTORIA! HACIA LA PATRIA GRANDE, INDEPENDIENTE, SOBERANA, SOCIALISTA Y LIBERADA.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia