“La rica fuente de la pobreza” por Arnaldo Jiménez

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¿Qué pasaría si se llegase a eliminar la pobreza? Pregunto, especulo. Imaginemos por breves momentos que los pobres ya no son, al menos en nuestro país. Venezuela forma parte del continente que a través del saqueo de sus riquezas financió el nacimiento del capitalismo, el maquinismo y la revolución industrial: América descubrió a Europa. La reveló en sus grandezas y en sus miserias.

Es cierto que antes de la llegada del hombre europeo, en nuestros pobladores no puede hablarse de pobreza en ninguna de las formas conocidas, ni material ni espiritual. Pero ya el resto de la humanidad conocía la esclavitud por derecho de guerra y la opresión de los conquistadores sobre los conquistados. Ya conocía las hambrunas y las devastadoras epidemias.

Si bien los tesoros americanos promovieron la acumulación de ingentes capitales en Inglaterra y en otros países de Europa, también es cierto que a partir de allí se recrudecería y se multiplicarían las formas de la pobreza.

Los señores feudales, venidos a menos por el auge de la nueva clase social financiera, usurera y comerciante, deambulaban por las calles junto a los siervos, sus sirvientes y esclavos de la tierra. Esto se conocería con el nombre de: el problema social. La máquina desplaza la mano de obra humana y el capitalismo como sistema económico muestra que riqueza y pobreza son inseparables.

La industria genera, por un lado, el aumento del capital y, por otro, la reproducción del salario. El obrero es la personificación del salario, así como el capitalista lo es del capital; de tal manera que no se puede eliminar la pobreza sin eliminar la industria, ni siquiera suponiendo que esta última (que priva al productor del producto, que aleja al consumidor del consumo), comparta escenarios con industrias que no tengan como norte la ley de la ganancia máxima; en tal caso, ¿dejaría de haber inversión?, ¿se eliminaría el acumulamiento, el mercado, etc.?

 

Necesitar la pobreza

Volvamos a nuestra especulación inicial y desarrollemos algunas otras ideas que giran en torno a la pobreza como necesidad de la riqueza. Creemos que en gran parte del tercer mundo las leyes que Marx previera en el funcionamiento básico de la industria capitalista: el conocido y manoseado juego de la oferta y la demanda consistente en: mientras más se produce menos acceso tiene el trabajador al producto por él producido; mientras más belleza tiene la mercancía más fealdad y miseria corporal, espiritual o intelectual tendrá el trabajador; digo, que al menos en gran parte del llamado tercer mundo, esta ley no se cumple de manera absoluta, directa, como parte del mecanismo de la producción; claro, nuestro amigo Marx ya sabía de la aparición de la publicidad y de una parte del capital invertido en generar necesidades secundarías en los trabajadores; pero no lograría su poderosa imaginación ni su brillante raciocinio sospechar siquiera toda la importancia que el consumo de la publicidad tiene hoy para la preservación y ampliación de la industria y del sistema capitalista.

La imagen publicitaria, la manipulación de la estructura psíquica de los consumidores, ha rebasado los límites de los pequeños grupos de trabajadores y se ha enseñoreado de todas las clases sociales igualando los patrones de conducta consumista. Es decir, que la imagen es un producto, es una mercancía más, se elabora y se vende, forma parte de la mercancía material y es la que permite la rapidez del consumo de esta última, aumentando así los márgenes de ganancia o plusvalía. Por otra parte, los gerentes y dueños de empresas se esmeran por desdibujar la explotación del trabajador a través de la comprensión de sus mundos de vida y de los llamados entrenamientos o capacitaciones (coaching).

Pero esto (me refiero a la campaña publicitaria como parte de la mercancía) conduce a la confusión de los patrones de comportamiento de las dos grandes clases sociales que estructuran a una sociedad capitalista sea dependiente o no: los ricos se comportan como pobres y los pobres quieren comportarse como ricos. El gran dios de la publicidad nos quiere a todos por igual –esto es especialmente notorio en la manipulación ideológica-estética dirigida a la mujer–.

Registra nuestras identidades nacionales. Conoce nuestros gustos y nuestros climas; las frustraciones que nos fundan como seres sociales; está seguro de cuáles son nuestras tendencias sexuales, los colores preferidos; estudia, siempre para complacernos, cuáles son los modelos de carros y de celulares que nos hacen ir directamente a las tiendas y devolverle el dinero que el mismo mercado nos había pagado; en fin, no nos podemos quejar, porque el mercado prevé todas las posibles degradaciones del gusto y de la calidad de las mercancías: la marca, la imitación, la obsolescencia y sustitución permanente de mercancías e imágenes.

 

La pobreza financiera

Ahora sí nos podemos volver a preguntar, podemos volver a especular sobre la posibilidad de que los pobres dejaran de ser tales: ¿podría este hecho imaginario acabar con la ambición de poder?; ¿se acabaría igualmente la capacidad que tiene el hombre de utilizar al prójimo para su provecho personal?; ¿a quién se dominaría, se excluiría?; ¿qué haría la clase social dominante sin su otra parte sin la cual tampoco tiene sentido su existencia? ¿Dejaría el hombre de incubar su lado oscuro, imprevisto, su comportamiento desatinado signo de toda historia?

Los pobres son los grandes financieros de la industria, de la política y de la guerra. Un deseo manifiesto y nunca cumplido, una meta imaginaria del mercado y sus voceros. Somos necesarios, veo casi imposible que nos lleven por las escalas sociales y nos ubiquen, a todos, en clase media alta, por decir lo menos. Veamos:

¿Quiénes compran la mayor cantidad de discos, revistas de farándula, café, electrodomésticos?; ¿quiénes son los que más van al cine y a los espectáculos de masas?; claro, los medio pobres y los pobres que no tienen “medio”. ¿Quiénes están esperando con un gran ejército de reserva a las afueras de las grandes empresas para entrar en ellas porque de esa manera pueden salir del margen impuesto por los dirigentes dominantes de su país?; obvio, los pobres. Por supuesto, si el nivel adquisitivo de los pobres aumentara, aumentan más las ventas; pero esto no elimina a la pobreza, pues de donde se extrae el plusvalor es desde las fuerzas productivas, desde los cuerpos que trabajan.

 

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A los pobres se les quiere, sobre todo, después de las tragedias naturales; a los pobres se les atiende: una fotografía con los pobres, un abrazo con los pobres, una cama de hospitalización, carguemos a un niño pobre que, con ello compramos muchos votos; con los pobres mentimos, una cancha para evitar a los consumidores de drogas, con los pobres decimos verdades, con los pobres salvamos al folclor, con los pobres bailamos, con los pobres podemos ser buenos y saldar las deudas de conciencia, la culpa cristiana, la caridad cristiana; con los pobres lloramos y buscamos las cámaras para que nos filmen en pleno arrebato de solidaridad y, además, podemos ser diputados, cenadores, presidentes auto-elegidos, alcaldes, y nos disfrazamos y somos como ellos y además señalamos el camino, y somos tigre, gran saltador de charcos, mesías; con los pobres defenderemos la patria aun contra la patria misma -como en el caracazo-; con los pobres llegaremos al cielo después del infierno. Contamos con los pobres para limpiar las playas y leer las recetas del Fondo Monetario Internacional. Por los pobres sabemos de las buenas intenciones de la ONU, la OEA, la OTAN, la UNESCO. Con los pobres alimentamos la industria de la guerra…

Por los pobres sabemos los índices de drogadicción, de desempleo, de asesinatos; por los pobres mantenemos los noticieros de las televisoras, por los pobres existen: Superman, Batman, el Hombre Araña y Pedro Infante, la Barbie, Carlos Gardel, el Che, los Beatles, Evita, los karaokes y, además: las infamias, los reguetones de perversiones agigantadas, los reality shows, los vallenatos para matar, los bestseller para idiotizar, y las traiciones, los sicarios, los traficantes de cualquier cosa, los policías especializados en asesinar negros en el país de la libertad; los carteles y las fosas comunes, los santos y la postmodernidad; por los pobres besan los Papas la corteza terrestre, por los pobres se vuelven locos los imperios y tienen la “imperiosa” necesidad de gastar millones de dólares en armamentos por si acaso algún día despiertan todos y deciden cambiar el curso del consumo; perdón, quise decir del mercado, o sea, de la historia.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde el 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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