La recreación del Diver’s de 1970 forma parte de la colección Prospex de Seiko. La marca se enorgullece, claramente, de un diseño original que solo ha modificado para darle a la caja, que mantiene la icónica marca de herradura en el fondo, una forma ancha y puramente fluida que protege la corona.

 

Incorpora el calibre 8L35, concebido específicamente para aguantar la presión bajo el agua y hacer las delicias de los buceadores.

 

Merece la pena tener en cuenta lo difícil que es equilibrar en un solo producto las necesidades prácticas de un aventurero que se atreve con todo, y que exige ante todo resistencia y solidez, y la elegancia que ese mismo aventurero aprecia fuera y dentro del agua, fuera y dentro de las altas cumbres… y fuera y dentro de los purísimos y temibles glaciares de la Antártida.

 

Resulta demasiado fácil olvidar que a los aventureros no los mueve solo el desafío, es decir, llegar adonde otros ni siquiera imaginaron llegar, sino la contemplación de entornos y paisajes de una belleza abrumadora.

 

Y que sólo un puñado de elegidos, como ellos, pueden disfrutar, a veces, con los ojos hinchados y felices y, otras  veces, con los labios como cubitos de hielo.

 

Teniendo eso en cuenta, se entiende mejor que la caja del nuevo Seiko Diver’s de 1970 posea, a diferencia de su predecesor, un revestimiento ultra resistente y un cristal de zafiro de doble curvatura con revestimiento anti reflectante.

 

 

Otra novedad: la superficie superior del borde del bisel está pulida mediante la técnica Zaratsu para un acabado perfecto tipo espejo.

 

Esta máquina de precisión con correa de silicona de alta resistencia puede sumergirse hasta 200 metros de profundidad bajo el agua.

 

La nueva recreación de la colección Prospex de Seiko es una edición limitada, lo que significa que los aventureros, esos espíritus competitivos hasta la médula, deberán demostrar su deseo compitiendo por ellos.

 

Es una excelente oportunidad para construir un puente -sólido, rotundo, elegante- entre las proezas de un viejo maestro como Uemura, desaparecido en una de sus expediciones, y las que ellos planean lograr para disfrutar, sí, pero también para imprimir sus huellas en la dura roca de la historia.

 

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Mítico y leyenda

Hay que tener mucho cuidado cuando se utilizan palabras como “mítico” y  “leyenda”, porque hoy se emplean para casi todo.

 

En este caso, está totalmente justificado porque hablamos de un modelo que enloqueció a los loquísimos buceadores en los años setenta con una corona memorable que, moviéndose a la posición de las 4, quedaba protegida por la extensión de la caja a su alrededor.

Era un reloj excepcional por su solidez, por su extrañamente delicada elegancia y por su resistencia de 150 metros de profundidad. Además, lo llevó, entre otros, alguien verdaderamente legendario.

 

El aventurero japonés Naomi Uemura lo tuvo en su muñeca durante aquella carrera en solitario en trineo tirado por perros desde Groenlandia hasta Alaska, un viaje de 12.000 kilómetros que duró dieciocho meses.

 

La soledad, el frío y las enormes dimensiones del recorrido no lo paralizaron. Nada parecía estar a su altura.

 

Uemura, en 1970, se convirtió en  el primer alpinista del mundo que conquistó las mayores cimas de los cinco continentes, al escalar el McKinley en el mismo año que había subido al Everest.

 

Danilo González / Ciudad VLC / ABC

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