Cíclicamente en Venezuela se pone sobre el tapete el tema del Esequibo. Durante casi doscientos años de la historia de nuestro país el denominado Territorio Esequibo ha sido objeto de controversia y polémica política.

Haciendo corta la historia, el gobierno británico, desde mediados del siglo XIX, con intención de ampliar su presencia es Suramérica, decide apropiarse de gran parte del territorio venezolano invadiendo y amañando los límites de su pequeña colonia en las Guayanas fabricando mentiras con mapas y exploradores hasta buscar llegar a las bocas del Orinoco.

Es de destacar que la expansión inglesa se hizo a costa de Venezuela por dos razones, primero, con la intención de llegar al Orinoco y, segundo, hacia el este se encontraban colonias francesas y holandesas, hijas del mismo tronco colonialista europeo.

 

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El fraude imperialista del Esequibo…

 

Venezuela, desde mediados del siglo XX, considera írrito, es decir, sin validez, por haberse logrado de manera fraudulenta, el Laudo Arbitral de París de 1899, que otorga el inmenso territorio de la Guayana Esequiba venezolana a favor del Reino Unido.

En la negociación de las fronteras, la posición de nuestro país, desde la propia instalación del tribunal arbitral, estaba limitada.

Didácticamente debemos explicar que este tribunal estaba integrado por tres partes, la inglesa, “la venezolana” y la neutral. Colocamos ex profeso entre comillas a la venezolana, porque ningún miembro del panel era venezolano, ni siquiera fueron nombrados por nuestro país.

 

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Frederick de Martens.

La composición del tribunal era entonces dos árbitros representantes de Inglaterra, dos representantes de Venezuela, quienes fueron nombrados por la Corte Suprema de los Estados Unidos, y el tercero “neutral” llamado Frederik de Martens, de Rusia, quien vivía en Inglaterra y era profesor de las universidades de Oxford y Cambridge, designado de común acuerdo, cuando se supone que debía ser de un tercer país, debería ser neutral y le correspondía ser el presidente del tribunal.

 

 

Los abogados de la parte venezolana eran todos estadounidenses, entre ellos Benjamin Harrison, expresidente de ese país; Benjamin Tracy, exsecretario de Guerra; Severo Mallet Prevost, quien realmente fue el único que abogó por la parte venezolana, y el venezolano José María Rojas.

El hecho es que de manera fraudulenta los árbitros ingleses y el ruso, con la prácticamente inacción de los estadounidenses, acordaron trazar la frontera que despoja a Venezuela de casi 160 mil kilómetros cuadrados, amenazando a la representación de abogados venezolanos (qué no eran venezolanos), especialmente Mallet Prevost, a que aceptaran esta situación y, de no hacerlo, fijarían las fronteras mucho más adentro del territorio venezolano hasta la misma desembocadura del Orinoco.

 

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Severo Mallet Prevost.

Desde el mismo momento es que se produjo el Laudo, Venezuela lo protestó. Al igual que Brasil, e incluso voces británicas se mostraron sorprendidas por el arbitraje.

Mallet Prevost denunció esta situación a través de los asociados de su despacho jurídico luego de su muerte. Aun no hay seguridad de por qué lo hizo de esa forma.

El hecho es que la forma como actuó Federik de Martens ha sido catalogada como una componenda que buscaba una sentencia unánime, que le llenara de prestigio. Esa sentencia se produjo contra una nación soberana, que no pudo sentarse directamente a negociar pues para los ingleses nosotros éramos (aun lo creen que somos) indios bananeros con olor a trópico y hombres de color semibárbaros con quienes no podían discutir el tema en la misma mesa.

No obstante, en 1962, Venezuela denuncia ante las Naciones Unidas el Laudo, entendiendo que esta novedosa organización por sus principios podría intervenir en la resolución pacífica de este conflicto.

La denuncia de Venezuela, aunque fue opuesta por el Reino Unido, es escuchada y al respecto, se logra que los representantes del país europeo comprendan la posición venezolana de que que ha sido estafada, minimizada y sus representantes coaccionados a aceptar el laudo amañado.

 

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El fraude imperialista del Esequibo…

A partir de ello se suscribe el Acuerdo de Ginebra, por el cual se reconoce que, a pesar del Laudo, a Venezuela le asiste el derecho de reclamar, pues esta decisión de 1899 ha sido tomada de forma engañosa.

En ese acuerdo se establece que el conflicto se dirimirá directamente entre las partes a través de las Naciones Unidas por medio de un buen oficiante bajo el auspicio del Secretario General.

La pretensión Guyanesa de ir ante la Corte Internacional de Justicia y la decisión de esta de declararse competente para dirimir el conflicto es violatoria del Acuerdo de Ginebra y una intromisión indebida en asuntos propios de estos países.

Aclarado un poco este tema debemos señalar que en varias oportunidades ciudadanos venezolanos han pecado de entreguistas y falderos de los intereses imperialistas.

En 1861, el bando gobernante venezolano, ante la inminente victoria de los Federalistas en la Guerra Federal solicitaron al gobierno de Su Majestad la Reina de Gran Bretaña los firmantes fueron Manuel Felipe de Tovar, Pedro Gual, Francisco La Madriz, Pacífico Gual, Federico Núñez de Aguilar, Aureliano Otáñez, Juan José Mendoza y Nicómedes Zuloaga.

Estos le dijeron expresamente al gobierno inglés:

Hay en Venezuela, entre los hombres pensadores, la opinión de que conviene a ésta desprenderse del territorio de La Guayana y negociarlo con la Gran Bretaña pagando con él la deuda extranjera contraída con súbditos ingleses, y además la deuda externa de la República que reconocerá o pagará en los términos que se estipule, que ambas deudas no montan a diez millones de libras esterlinas. Esta opinión es mayor cada día, pero la multitud, el populacho y los demagogos se oponen a este traspaso de territorio o por lo menos no manifiestan buena voluntad a que se realice tal idea.

Es decir, ya unos 40 años antes del Laudo, venezolanos (que dudo se puedan llamar así) propusieron entregar Guayana a los ingleses a cambio de entrar a la Guerra Federal a su favor. Por cierto, nunca he entendido bien cómo dos importantes centros educativos de Valencia llevan el nombre de dos de estos firmantes.

 

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Los entreguistas apátridas del Esequibo: Juan Guaidó y Vanessa Neumann.

 

Pero esto no finaliza aquí, hace poco una mujer llamada Vanessa Neumann, supuesta embajadora del autoproclamado gobierno de la ridiculez y del robo, ha propuesto renunciar, o al menos silenciar, cualquier reclamación sobre este territorio para que el gobierno británico reconozca esta desfachatada aventura de Guaidó.

El entreguismo, el servilismo, la desvergüenza es algo que realmente no tiene límites, ni en el tiempo ni en el espacio.

 

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Esperemos que hoy en día los factores gobernantes y de oposición hagan causa común en este sentido y, en todo caso, que el gobierno utilice todas las herramientas legales, diplomáticas y de cualquier otra índole para combatir ese despojo centenario.

Hoy no solo se lucha contra el gobierno de Guyana, el enemigo mayor son las trasnacionales que quieren poner mano en la riqueza de esta tierra venezolana.

¡El sol de Venezuela nace en el Esequibo!

 

Fernando Guevara (Vuelta a la tuerca) / Ciudad VLC