En la primera entrega mostramos un importante acontecimiento en el ciclo devocional: “La despedida de la Cruz” y “La aparición de San Juan”. En la segunda, toda la magia y contundencia de la celebración con la llegada del 24 de junio, Día de San Juan. En esta tercera y última entrega, he considerado necesario mostrar la asombrosa diversidad de la percusión afrovenezolana, su uso, procedencia y antecedentes historiográficos.

 

La instrumentación conformada por una rica variedad de membranófonos (uní, “bimenbranófonos”), es decir, de uno o dos parches, e idiófonos (charrascas, plato ‘e peltre, rayos, sonajas laures, o palitos, o macuayas, maracas), pertenecientes a la percusión mayor y menor, debe su procedencia y origen a la región subsahariana de África (Congo, Dahomey, Nigeria, loanda) y del África septentrional, amplios territorios de donde fueron apresados y arrancados de su hábitat nuestros abuelos y ascendentes africanos por contrabandistas y tratantes «negreros» europeos (españoles, portugueses, holandeses e ingleses), que partiendo de los puertos de Cabo Verde y La Costa de Oro del occidente africano, emprendían largos y tortuosos viajes transatlánticos para ser «comercializados” por empresas trasnacionales, como la compañía Guipuzcoana, y ser vendidos como mano de obra esclavizada, con trato inhumano, cruel y despiadado, a los colonizadores dueños de a las plantaciones y haciendas de cacao, algodón, café, sisal, instaladas en fértiles valles y enclavadas en todo el eje costero; además como unidades de producción de éstos y otros productos agrícolas.

Las mayorías de las etnias tenían lenguas, costumbres y rasgos culturales distintos entre sí; por ello, de sus tambores originales hicieron una recreación y adaptación con materiales de aquí, conservando en muchos casos sus esquemas y patrones rítmicos; de ahí proviene la asombrosa riqueza instrumental de la percusión afro venezolana.

 

Esta diversidad ha pervivido por siglos y se manifiesta con la presencia de familias o baterías de tambores: las tamboritas de fulías, los tambores redondos o culo’e puyas; al igual de tambores que se tocan individualmente o en conjuntos que forman una familia, como el tambor mina, la curbeta o curbata, los quitiplás de Barlovento, la caja de Guarenas y Guatire, en Miranda; la caja de Chuao; los clarines y cumacos, o tambores largos de distintos diámetros y tamaños, en Aragua, Distrito Capital, Carabobo y Yaracuy (tambor luango); el tambor quimbangano del Guárico, las pipas de Naiguatá, los barrilitos de Cumarebo, y la vela de Falcón (única zona donde «el golpe de tambor» se toca con instrumento de cuerdas como el cuatro, idiófonos como la escardilla, la charrasca y el furruco), entre la gran gama utilizada.

Todos ellos con patrones rítmicos específicos  («golpes») de acuerdo a la región, localidades y pueblos; así vemos  que, por ejemplo, que en la costa aragüeña es predominante el uso de uno o más cumacos, pero siendo distinto el «golpe» en cada pueblo (Cata, Cuyagua, Aponte, Chuao, Cumboto, Ocumare Costa de Oro); ocurriendo lo mismo en Carabobo, entre Borburata, Patanemo, Los Caneyes y El barrio «San Millán», en Puerto Cabello; donde existen «golpes» característicos ypropios en comunidades afrodescendientes de varios municipios del Eje Oriental: identificados como «El cumaco de San Joaquín» y “El golpe de cumaco de Mariara».

 

 

En esta parroquia han mantenido las prácticas devocionales a San Juan Bautista varias cofradías y parrandas en línea generacional familiar (El de «La toma”, o de Galita, “Las Cocuizas”, o de Bruna y Jesusa, el de «Los Monteverde”, entre otros.

 

Esta pléyade de «tambores» con sus respectivos «golpes» acompañan los cantos y tonadas con que ofrendan y gozan a San Juan el Bautista las comunidades afrovenezolanas a través de sus organizaciones socio-culturales: parrandas, hermandades, sociedades y cofradías, donde sus integrantes ejercen un rol y funciones determinadas desde los que preparan el sancocho, los músicos ejecutantes de los tambores, los cantadores, las muchachas encargadas de abrir paso con las coloridas banderas (llamadas Mariposas de San Juan), hasta la máxima autoridad en la jerarquía: El capitán o capitana; encargados junto a las comunidad de organizar y realizar de generación en generación las fiestas a San Juan Bautista, Patrono de las Costas Venezolanas, Patrimonio Cultural de la Nación y Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

 

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Es un culto dedicado a la fecundidad de los campos cultivables, debido al cambio estacional, la renovación de los suelos por la llegada de las lluvias, es decir, «La entrada de las aguas», periodo propiciatorio para el inicio de las siembras y en procura de buenas cosechas en el campo, y de abundante pesca en las regiones costeras. Es un ciclo vital apegado a lo divino y humano en un equilibrio necesario de comunión entre hombre y naturaleza, desde tiempos inmemoriales.

Es el «Ciclo festivo Alrededor de la devoción y Culto a San Juan Bautista», declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), como Patrimonio Cultural  Inmaterial de la Humanidad, e inscrito en la respectiva lista representativa el 14 de diciembre del año 2021.

 

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Euclides Rojas-columna Patrimoniales-biografía

Euclides Rojas es licenciado en Pedagogía Alternativa, mención Desarrollo Cultural, por la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR), también es promotor y animador sociocultural, además de productor nacional independiente y locutor. Es asimismo fundador, director y productor de la agrupación “Budare y Leña”, así como director operativo y especialista en Gestión Cultural de la plataforma Pensamiento, Patrimonio y Memoria del Ministerio del Poder Popular para la Cultura. Entre otras organizaciones culturales, está vinculado con la Red de Patrimonio y Diversidad Cultural, la Red de Organizaciones Afro-venezolanas, y con los Portadores de Organizaciones de San Juan Bautista de Valencia (PORSANJUVAL).

 

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