“Luis Caballero Mejías: genio venezolano de la harina precocida” por José David Capielo

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Sobre la personalidad y obra de Luis Caballero Mejías (LCM) se ha escrito bastante. Aún así, sigue siendo relativamente poco el reconocimiento a este docente e investigador en su máxima expresión, quien destacó en toda su corta y fructífera vida como promotor y fundador de las escuelas técnicas en Venezuela y, a la vez, como el ingenioso inventor de varios productos, donde destaca la harina precocida de maíz; la cual, por sí sola, merece todos los honores y premios existentes.

LCM nace en Caracas el 12 de diciembre de 1903 y su formación profesional fue como ingeniero mecánico, graduado en Chile en 1929, con estudios posteriores en EEUU. En Venezuela, trabajó inicialmente en varias obras, como el Astillero de Puerto Cabello y el Ferrocarril entre Santa Rosa y Quebrada Honda en Caracas. Posteriormente funda, en 1937, la Escuela Técnica Industrial (ETI) de Los Chaguaramos, que llevó su nombre y fue convertida posteriormente en Facultad de Ciencias de la UCV.

Fue también promotor de las universidades politécnicas en el país, que nacerían más tarde como Institutos Politécnicos, en 1962, y luego serían integrados en la UNEXPO “Antonio José de Sucre”, en 1979, con sedes en Barquisimeto (Rectorado), Caracas y Ciudad Guayana. El Vicerrectorado de Caracas lleva hoy su nombre.

Su labor como educador fue inmensa en defensa siempre de los estudios técnicos a todos los niveles como una de las bases de nuestro desarrollo autónomo como nación. Esta meta, aún con los avances que se puedan haber logrado, sigue siendo un objetivo a cumplir en tiempos de Revolución Bolivariana como proceso emancipador.

El tema de su invención de la harina precocida de maíz ha sido polémico en tanto LCM desafortunadamente no logró el éxito en su comercialización, ya que aun cuando gozó de una patente desde 1954, su intento de industrialización con su empresa “La Arepera” resultó fallido. Hubo allí distintas razones, incluida la propia dura enfermedad que le aquejó y que finalmente acabó con su vida en octubre de 1959, con apenas 55 años cumplidos.

Conservo copia de una entrevista a la señora Patria Pereira de Caballero, viuda de LCM, realizada por Valentina Quintero y publicada el domingo 30 de abril de 1989 en el “Feriado” del entonces respetable diario “El Nacional”. Allí la entrevistada señala que no tuvo información sobre el destino de la patente referida a la harina de maíz, que hasta su muerte aún pertenecía a LCM. Agregaba que de haberse dado la venta de la misma, pudo haber sido a través de los socios de su marido.

En todo caso, para el 1989, treinta años después del fallecimiento de LCM, su esposa expresaba que no reclamaba nada material, sino tan solo el reconocimiento de la autoría intelectual de su invento. Es conocido que luego de 1974 esta patente venció y, por ende, quedó libre el uso industrial o artesanal de esta extraordinaria técnica, que fue no solo proeza científica, sino descanso para nuestros conciudadanos, ya que simplificó el tedioso proceso anterior del uso del maíz para el consumo humano y, en especial, en la fabricación de nuestras arepas.

 

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Con respecto a la Empresa Polar, desde 1960, cuando adquieren dicha patente según se refiere a través de la compra a su dueño (LCM), crearon su propia y única marca comercial por años de harina precocida de maíz, con la que han dominado el mercado nacional (y más allá) desde siempre. Todavía en la conmemoración de los 60 años de dicha marca comercial (2021) no se realizó ninguna mención a LCM.

En 2011 fue publicitada la venta de esta marca comercial de la Polar a una empresa canadiense, que se supone ostenta hoy los derechos para la elaboración identificada con esta marca. Es por tanto hoy una marca comercial extranjera. Por supuesto, nada de esto ha mermado ni la producción ni las ganancias para estos empresarios nativos en todos estos años, bien por ellos.

La proliferación en la actualidad de múltiples procesamientos industriales y marcas comerciales de harina precocida de maíz, incluso de emprendimientos pequeños para la obtención artesanal de la misma, es buena noticia, independientemente de que se deban cuidar los estándares básicos de calidad y sanidad necesarios, especialmente al tratarse de un renglón alimenticio de consumo masivo. Creo que en mayor o menor grado esto reivindica a su creador, a quien uno considera muy contrario a un uso monopolizante, per se, de su creación.

También el Estado venezolano pudiera contribuir más en el reconocimiento a este destacado compatriota como el creador de este invaluable invento. Una medida sencilla sería, por ejemplo, exigir a todos los que comercialicen con harina precocida de maíz en Venezuela que identifiquen en sus empaques a “Luis Caballero Mejías”, inventor indiscutible de esta extraordinaria técnica de producción netamente nacional. ¡Ojalá sea así!

 

José David Capielo / Ciudad Valencia