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Si en verdad la poesía ha entrado en ti, será tu aliada toda la vida. Un ser mágico que te escucha y te ayuda; pero si por alguna razón ya no la quieres más y deseas no tenerla a tu lado, eres libre de hacerlo, porque así te vuelves más sincero o sincera contigo mismo(a), y en el fondo esa es la intención de la poesía. En todo caso la poesía no habrá perdido nada en comparación con quien la abandonó.
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Religión sin dogma, magia sin truco, coherencia de la locura, conocimiento sin método, emoción que piensa, saber que no se sabe: poesía.
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Todo ser humano tiene como misión conocerse, unos procuran olvidarse de eso y se tropiezan consigo mismos más veces de lo debido, otros buscan a Dios para exaltar su lado claro, su costado bueno: algunos no se soportan y acuden a las drogas o bien para dejar de ser ellos mismos (la política, la religión, la tecnología…) o bien para suicidarse poco a poco (el alcohol, el cigarro, la hierba, la piedra, la cocaína, la heroína…) solo el poeta se toca los grises, se acecha y se predice y se previene, su elemento es la transformación, lo impredecible, la incertidumbre, el misterio, la prudencia; sutil arma que lo doblega con placer y cautela. Solo el poeta agudiza sus búsquedas profundizando lo único que le ha sido dado para ello: el lenguaje y su desmesura. Y sin embargo…
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La poesía escrita por niños y niñas, cuando ha sido asumida como destino, puede ser leída por cualquier adulto, pero no toda poesía de adulto, por más veterano que sea el poeta, puede ser leída por cualquier niño o niña.
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Mi experiencia con niños y niñas poetas me hace afirmar que la literatura carece de esta parte, es decir, a la literatura escrita para niños hay que complementarla con la literatura escrita por niños, para mí, esta última es la verdadera literatura infantil.
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No se puede usar el criterio de mala para excluir a la literatura escrita por niños o niñas, porque la escrita por los adultos posee las mismas cualidades, algunas son malas y otras son buenas.
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Un poema es una combinación perfecta entre verdad y ficción, por perfecto quiero decir que la ficción no tape la verdad que se quiere mostrar y que esta verdad no salga sin el recurso de la ficción.
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Es en tu vida, en tus gustos, apetitos, errores, virtudes, miserias, lugares, relaciones, cosas, afectos, pasiones, etc. que el poema encuentra su centro.
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Ver el lugar, continuarse en el afuera, prolongar el lugar hacia dentro de ti; no ofender con comparaciones foráneas.
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Los clásicos sirven como alimento, sirven para ver cómo plantean los asuntos vitales de la vida, sirven para comprender la manera de cómo las escriben en este momento otros poetas, pero no los utilices para darte brillo a consta de citar sus nombres o los lugares griegos, franceses, romanos; el ridículo acecha a quien no tiene voz.
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El poema mismo dice si necesita ser más trabajado, dónde requiere de una amputación, dónde hay que sazonarlo mejor, él exige; solo tú sabes cuánto tiempo requieres para llegar a callar esa exigencia.
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Algunos poemas nacen completos, directos, quitan la llaga con las uñas o llegan a ella y la refrescan; otros necesitan ser podados, abonados; muchos necesitan de ambas cosas a la vez; algunos deben morir y dejar secuelas de renacimiento, otros morirán para siempre. Hay una gran cantidad que, teniendo una esencia de verdad, una savia de descubrimiento, no están lo suficientemente vaciados en las palabras elegidas o en las imágenes surgidas, esos pueden nacer completamente diferentes, siempre y cuando esté salvada aquella esencia, aquella savia.
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Lo poco que tienes en tu vida es infinito.
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Todo nace constantemente, no hay finales absolutos, todo surge sin cesar, todo se muda, se combina, se une. Eterno presente que se renueva.
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Entre otras satisfacciones, la creación del poema nos da el placer de saber que podemos pensar por nosotros mismos.
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Los poetas son iguales a otras personas, pero tratan de transformar lo ordinario en algo extraordinario.
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El humor, la alegría, es el modo más espontáneo de la magia, y está al alcance de todos.
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Mientras cualquier persona ve un animal muerto y voltea la cara y le da náuseas, el poeta hace lo mismo; pero luego vuelve a ver la muerte y contempla su belleza.
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Estudiar la vida, curiosear sus oscuridades y sus claridades.
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Quizás llegue un momento en que te des cuenta de que muy pocos asuntos has podido conocer por ti mismo, por tus esfuerzos, con muy poca influencia de conocimientos previos dados por la educación formal e informal, cuando llegue ese momento, tendrás un tesoro que puedes dejar a otros que lo valoren, no se trata solamente de lo poco sabido, que ya es bastante, sino del hecho de haberte dado cuenta.
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La vida es una batalla, considérala perdida, es el único triunfo al que se puede aspirar, este triunfo es tan devastador, efímero, humilde y confortante como la vida misma, hacerlo de esta manera ayuda a darle a las batallas que la conforman diariamente una serenidad adicional, aunque a veces no lo parezca.
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La riqueza de la poesía no te servirá para vivir cómodo, lleno de lujos y confort, pero indudablemente que vivirás más intensamente, y, por lo tanto, vivirás mejor.
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La poesía no es útil, aunque los libros fundamentales tanto de la civilización oriental como de la occidental sean textos poéticos por excelencia: El Corán, El I Ching, El Popol Vuh, El Libro de los muertos, Las mil y una noches, La Biblia, La Ilíada, El Bhagavad Gita y La Divina Comedia, entro otros; y estos textos son fundamentales no solo porque a ellos recurren todas las almas a través de los tiempos y, en sentido general, conservan los maravillosos diálogos del ser humano con los dioses, sino porque muchos de ellos han regido la vida social, cultural, amorosa y política de los pueblos; pero no, la poesía no es útil, aunque ella, la poesía, haya servido para crear los mitos que en todas partes y en todo momento han ayudado al ser humano a enfrentarse con los misterios de la muerte y la vida; mas no, la poesía no es útil.
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No te enfades cuando una persona, sincera y conocedora de lo que tú haces, te diga que algún verso o algún poema no le gustó, esa persona te está dando la oportunidad de mejorar lo escrito, de revisar, de ver los espacios donde los versos perdieron intensidad, recuerda que los poemas nacen de sus propias muertes.
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No toda persona está capacitada para captar lo esencial, por ello debes ver bien a quién le enseñas tus poemas.
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No hay una imagen que te defina, si es cierto que somos imagen de Dios, entonces has de ver en el poema no a un ser humano nada más, sino a aquello que somos antes y después del cuerpo.
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Desecha las jactancias y el engreimiento, ellas no te dejan ver lo que de verdad importa.
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Casi todos los caminos de la poesía son caminos de regresos, regresar a ti, a tu realidad, a tus recuerdos, a tus dudas, a tus afectos, regresar a los amigos, a los sueños.
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Ya te debes haber dado cuenta de que el poema y la vida calzan como piezas de rompecabezas, el núcleo de lo vivido debe coincidir con el núcleo poético del poema, son extensiones el uno del otro y viceversa; el primero se realiza a través de la unión de versos sencillos e intensos; la segunda, es vida intensa en lo sencillo; pero lo que llamamos sencillo no excluye al misterio, lo contrario, el enigma es su esencia, aquello que no se debe olvidar en ninguna de las dos piezas, de allí el resurgir de las preguntas.
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Lentamente el mirar poético, el escribir lo que se moviliza debajo de las apariencias, te va dando la costumbre de darle vida a todo lo que parece muerto.
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Utiliza las palabras para acercarte lo que más puedas al centro de tu ser, buscando afuera; y para descubrir los significados del afuera, buscando dentro de ti.
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Todo poema y toda escritura es en el fondo una confesión de humildad, los enigmas son superiores a nuestras capacidades de comprensión.
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Escribe sabiendo que es un intento inconcluso, lee con la conciencia de que el autor también hace el esfuerzo de buscarse con las palabras.
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Tantear la locura sin abandonar la lógica.
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La forma y la sustancia constituyen una unidad indisoluble. Cuando no hay sustancia la forma suena vacía y ese vacío es muerte inmediata. Cuando está presente la sustancia siempre habrá forma, cualquiera, eso es lo que menos importa.
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El acto de escribir es en muchos sentidos una forma de desnudez. Ir a la escritura es quitarse las conchas culturales, sacarse las pieles que nos hacen forjar la ilusión de creer que sabemos quiénes somos. La concentración debe llegar al extremo de sentirte desconocido, saberte misterio, y entonces empezar a buscar a ver qué puedes encontrar de ti, de eso que se ofrece lleno de vergüenza, honestidad y miedo. Las pieles culturales nunca caerán del todo, escribir es una más de esas pieles; por ello, uno siempre insiste en desnudarse, en repetir el acto de estar solo consigo mismo, sabiendo que jamás llegaremos a descubrirnos completamente. La desnudez absoluta no es asunto de la conciencia.
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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.
Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).
Ha publicado:
En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).
En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).
(Tomado de eldienteroto.org)
Ciudad Valencia
