No es No… Muchas veces las mujeres somos convencidas de que “el hacernos las duras” es una estrategia infalible a la hora de incrementar el interés en quienes pretenden establecer un vínculo con nosotras.
Este consejo provenía de amigas de colegio, familiares y, también, era alimentado por los medios de comunicación, el cine, la telenovela. Pareciera que el éxito en la construcción de todos los vínculos está basado en el cabal cumplimiento de ciertas acciones que guardan estrecha relación con el género y, por supuesto, las expectativas construidas a partir de éste.
Las mujeres fuimos convencidas de nuestro carácter pasivo, en el cual debemos reservar el “sí” para cuando el otro se haya esforzado lo suficiente, incluso a veces terminando por estar con quien, aun sin interesarnos, ha insistido demasiado y se ha hecho merecedor del mismo.
Lo más común es que un NO se interprete como lo contrario, por aquello de que “lo que fácil llega, fácil se va” o porque eso de que espetar un SÍ, así, sin pensarlo mucho, porque simplemente es nuestro deseo, puede ser mal visto: “No aguantó dos pedidas” es lo que queda como balance y señal clara para el posterior descarte.
De manera que un “NO” casi nunca será asumido en su precisa e inequívoca fuerza semántica, sino como estrategia intrínseca del coqueteo; sin importar cuantas veces se diga, el mismo generará más insistencia y despertará más interés. Eso de negarse para que otro insista está tan absurdamente sobrevalorado y es, a mi modo de ver, tan peligroso y tan sexista, pero no fue hasta poder reflexionarlo que lo cuestioné, es decir, en el pasado me parecía de lo más normal porque así me lo “enseñaron”.
Una vez un amigo estaba enamorado de una muchacha y al momento de confesárselo ella mostró mucho interés y prácticamente asumió el inicio de un noviazgo, dado que el sentimiento era mutuo; era de esperarse. Eso bastó para que él se desencantara inmediatamente. Me dijo: “No sé, no dejo que yo insistiera. Qué sé yo si le dice sí a todos” seguido de ideas similares, algunas muy conocidas y todas igual de absurdas. A mí me pareció tan disparatado eso de condenar la posición honesta de una persona y hacer una valoración tan prejuiciosa al respecto.
El consenso no es una opción desde un principio, no siempre, precisamente por eso de jugar a ser perseguidas o la cacería. Esto, en lugar de constituir un “valor agregado” a las mujeres, “mercancía” al fin, puede tornarse una amenaza porque siempre habrá la sospecha de que un “NO”, por tajante y claro que suene, tiene un “SÍ” implícito. Por lo tanto, habrá una línea muy delgada que separa el cortejo del acoso o del abuso. Muchas agresiones sexuales se dan sobre la premisa de “Ese NO puede ser un sí”, de tal modo que siempre insistir funcionará.
El amor cortés y el Amor romántico son los principales referentes que signan las relaciones actuales. En el primero, el sacrificio como muestra irrefutable de merecer la conquista, (término que nos coloca en la misma condición de la tierra, una posesión más, algo que pertenece) y el segundo que ha ido dejando claro que es el hombre quien siempre ha de proponer y conducir, mientras nosotras asumimos el rol pasivo que implica la obediencia y la mesura.
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Ahora bien, ¿qué sucede cuando el NO intenta ser lo que es y no otra cosa?, es decir, cuando insistir es un acto mecánico que desestima nuestra voluntad y da por hecho que nuestro NO puede cambiar o está condicionado por la constancia de quien espera lo contrario. ¿No se supone que toda relación, así como toda práctica contenida en ella, debe partir del consenso y que el mismo viene siendo lo que es, un acuerdo y no otra cosa?
Cuando legitimamos la insistencia estamos también validando algunas acciones asociadas al acoso. Es muy probable que nos sintamos a gusto, toda vez nos sintamos atraídas, ante la idea de merecer atención después de un NO, nos sentimos “interesantes, aptas, dignas…” porque así se nos ha enseñado, pero resulta que otras veces resulta incómodo y no menos peligroso, cuando de verdad estamos literalmente huyendo y creemos ilusamente que un NO es suficiente.
Muchas mujeres que deciden concluir con relaciones amorosas, por ejemplo, viven una etapa de insistencia y acoso sostenido que las desestabiliza y las llena de impotencia, incluso llega a tornarse un proceso violento, porque, al igual que al inicio, el “NO” significa nada, es de hecho un elemento, si se quiere, irrelevante, pues, el insistir nos lo han vendido como sinónimo de amor y no siempre es así. Muchas violencias se perpetran con un “NO” de por medio que es completamente ignorado.
Esta situación puede suceder al contrario, claro está, pero culturalmente la práctica de la insistencia no es algo que esté dentro del rol reservado para las mujeres. “Él sigue detrás de ella”, “Él sigue después de mucho tiempo insistiendo”, “Él todavía me persigue y no pierde oportunidad para pedirme que vuelva” son frases y acciones que están normalizadas y sí, debo decirlo, pueden algunas veces estar relacionadas con situaciones de potencial peligro. Se ha validado la insistencia como estrategia y signo de “amor”, se ha valorado la misma como sinónimo de interés y no, no siempre es tal cosa; a veces es obsesión, autoritarismo, acoso, control y dominio.
Debemos validar el NO como lo que es y lo que representa. Debemos dejar de decir NO cuando es para complacer una moral que nos recrimina ser sinceras y en la que nuestra opinión importa poco. Tanto el “Sí” como el “No” deben ser suficientes en cualquier situación porque garantizan, además, que nuestra voluntad y disposición sean, no solo valoradas, sino respetadas.
El consenso no debe ser sacrificado en ninguna circunstancia. Las mujeres no son valorables o no de acuerdo a cuanta veces haya que insistir, un vínculo basado en la marcada insistencia de una de las partes es de por sí cuestionable. El consenso es el primer pacto de respeto y reconocimiento. Puede suceder que un día queramos acceder a una cosa y otro día no, dentro de un vínculo ya constituido; también allí debe privar el mismo principio: No es NO.
Muchas violencias están normalizadas porque el deseo unilateral también lo está, se ha impuesto como regla y se ha remachado esa idea fosilizada de que es el hombre el que ha de proponer y cuantas veces lo requiera por más “No” que echemos de vuelta. Esa cultura sexista, en la que nuestra palabra no cuenta, debe ser transformada por hombres y mujeres; por la sociedad en general y todos sus aparatos de reproducción ideológica. Solo SÍ es SÍ.
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María Alejandra Rendón Infante (Carabobo, 1986) es docente, poeta, ensayista, actriz y promotora cultural. Licenciada en Educación, mención lengua y literatura, egresada de la Universidad de Carabobo, y Magister en Literatura Venezolana egresada de la misma casa de estudios. Forma parte del Frente Revolucionario Artístico Patria o Muerte (Frapom) y es fundadora del Colectivo Literario Letra Franca y de la Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela.
PREMIOS
Bienal Nacional de Poesía Orlando Araujo en agosto de 2016 y el Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca 2019 en poesía.
PUBLICACIONES
Sótanos (2005), Otros altares (2007), Aunque no diga lo correcto (2017), Antología sin descanso (2018), Razón doméstica (2018) y En defensa propia (2020).
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