Un severo daño cerebral provocó que el jazzista Pat Martino estuviese a punto de morir en 1980. No fue así, por suerte. Pero cuando despertó no recordaba nada de su vida, ni mucho menos cómo tocar la guitarra que lo había hecho famoso a los 17 años.

 

Aun así, Martino despertó para ser un mito del jazz por segunda vez: tras el limbo amnésico, el jazzista volvió a aprender cómo tocar la guitarra, y pasado un tiempo lo hizo tan virtuosamente como antes de su aneurisma.

 

Este hito nos pone a fantasear sobre lo que la música es capaz de hacer en nuestro cerebro, y comprueba que escucharla y tocarla fortalece portentosamente las redes neuronales y las capacidades cognitivas.

La música genera bienestar emocional desde la gestación

 

Pero quizá exista otro elemento que ayudó a Pat Martino a ser una leyenda por segunda vez. Un elemento que la neurociencia apenas está conociendo, esto es: lo indeleble que un placer musical puede ser en la mente.

 

Una muestra más de que la vida sin música sería un error.

 

Un estudio reciente comprobó que ni el Alzheimer ni la demencia 
pueden hacernos perder nuestros recuerdos musicales.

Según una investigación dirigida por el médico Jeff Anderson, la parte del cerebro encargada de hacernos sentir la música no se ve afectada por el Alzheimer ni por la demencia.

 

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Se trata de una red donde se produce la llamada respuesta sensorial meridiana autónoma (ASMR, por sus siglas en inglés): el famoso orgasmo cerebral que, según la comunidad científica, es bueno estimular para la salud.

 

Esta zona es como una isla de recuerdos que, al parecer, puede tomar “revanchas” sobre cualquier tipo de pérdida de memoria.

Y es que, según han observado en su momento neurólogos tan brillantes como Oliver Sacks, la música funciona como un potente catalizador en los pacientes con demencia.

 

La música es capaz de reducir significativamente los síntomas de ansiedad y depresión causados por la desorientación, el ensimismamiento y el letargo en el que los deja la enfermedad.

 

Los pacientes suelen volver en sí cuando se les da a escuchar la música que les gusta.

Esto, al parecer, activa la red de atención en el cerebro, haciendo resurgir los recuerdos a partir del placer cognitivo que produjeron.

Hallazgos como estos serán usados en un futuro para tratar los síntomas de ansiedad y depresión en personas con trastornos como la demencia y el Alzheimer, así como para evitar que condiciones de este tipo empeoren en cada paciente.

 

 

Pero además, estos estudios neurocientíficos demuestran la trascendencia de la música, que va más allá de nuestro raciocinio y llega hasta otros confines, donde es atesorada para nunca perderse. Un claro síntoma de que la vida sin música sería un error.

 

Danilo González / Ciudad VLC / Ecoosfera

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