1.- El contexto contradictorio, complementario y complejo
El tema de las ideas representa la esencia de la condición humana, pues, a diferencia de los otros dos reinos, el vegetal y el animal, los seres humanos somos eso que llaman espíritu y materia, cuerpo y mente, praxis e intelecto, idea y acción, es decir, no somos uniformes ni unidimensionales. Somos racionales e intuitivos, nos gobernamos desde el reino de la razón y la pasión. Somos los únicos capaces de generar ideas a partir de nuestras experiencias prácticas y la imaginación creadora.
Sistematizamos y ordenamos nuestras vidas, según sea el modo de concebirla y las leyes que establecemos a lo largo de nuestro recorrido civilizacional. Vivimos en la contradicción y la complementariedad. Somos el Yo en constante lucha contra la adversidad y en competencia con los demás. Pero también somos el Nosotros en permanente esfuerzo constructivo en beneficio de todos.
En ese marco de contradicciones están las ideas que gobiernan nuestra existencia social, colectiva, dividida, fragmentada, desigual y en permanente confrontación por el poder. A partir de las ideas, hemos construido la realidad histórico-social en la que vivimos.
La producción económica y sus reglas de competencia y dominio del capital sobre el trabajo; la organización social desigual y discriminatoria; las costumbres y creencias de cada tribu, pueblo o nación; las religiones que nos dividen y fragmentan con base en el fanatismo y la irracionalidad; las leyes que regulan la convivencia institucional con base en la desigualdad y los privilegios; las ciencias y las tecnologías al servicio de los amos del capital; los sistemas de pensamiento y las organizaciones políticas en lucha permanente por el poder; en fin, todo lo que hoy existe es el simple resultado de la praxis histórica del ser humano.
Dentro de esa complejidad, ubicamos el problema de las ideas con sus dos dimensiones epistémicas fundamentales en donde tiene lugar el desarrollo dinámico, conflictivo y progresivo de la convivencia humana y sus tensiones biopsicosociales e históricas.
2.-Las dos dimensiones de las ideas
La primera dimensión corresponde a la vida material, asociada al valor pragmático de las ideas. Esto significa que, en principio, las ideas son inventadas originalmente para satisfacer las necesidades materiales de la existencia humana: las económicas, las socio-políticas-culturales y las científicas. A partir de esos tres grandes campos de necesidades, surgen y se desarrollan ideas para el trabajo, para la convivencia, el desarrollo y el progreso de la vida humana.
Pero, igualmente, para lo contrario: reducir el trabajo, destruir la convivencia y frenar el progreso,
La segunda dimensión corresponde a la vida intelectual, cognitiva, sensible y espiritual, asociada al valor abstracto y trascendente de las ideas. Por eso, aquí se incluyen la religiosidad, el amor, la felicidad, la paz, la moral, la ética y el arte. Todo un universo infinito, que genera a su vez conjuntos o sub-sistemas abstractos: cognoscitivos, morales, éticos y estéticos, dentro del gran sistema de la condición humana.
Igualmente, en este campo funciona la contrariedad o la negación dialéctica, representada respectivamente, en lo profano, el odio, la desgracia, la guerra, la inmoralidad, el cinismo, la fealdad.
El surgimiento de estos dos campos de ideas y su indisoluble interacción, está relacionado con la aparición del conflicto dialéctico del ser humano consigo mismo, es decir, su propia lucha y confrontación subjetiva y objetiva, desde el terreno de la actividad económica productiva, basada en la propiedad privada individual o particular, que se erige como forma dominante frente a las primeras formas de propiedad colectiva, familiar o tribal.
Este proceso es la base material originaria de la lucha de clases y, por ende, del conflicto recurrente entre el Bien y el Mal como ideas-fuerzas generadoras de lo bueno y lo malo, respectivamente.
Con todos estos elementos, tenemos contextualizado el problema de las diferencias entre las ideas correctas y las no correctas, de donde se infiere que las primeras son las necesarias y pertinentes; mientras que las segundas deben someterse a corrección o rechazo. Cabe preguntarnos, entonces ¿Cuándo y por qué una idea es correcta y cuándo no lo es? ¿Cómo determinar esta diferencia?
3.- Las ideas como claves del funcionamiento social
En primer término, podemos decir que las ideas constituyen sistemas; y desde ellos se controla y se determina el comportamiento humano. Esta relación entre el sistema de las ideas y el sistema del comportamiento humano individual y colectivo es la clave del funcionamiento del macro sistema social. De manera que la realidad social es la síntesis de la relación dialéctica entre las ideas dominantes y el individuo que nace, se forma y actúa bajo su influencia y potencialidad transformadora y revolucionaria.
Nuestra actual vida moderna tiene sus antecedentes más remotos en las ideas o sistemas de pensamiento que surgieron y se desarrollaron institucionalmente durante las épocas antiguas de lo que hoy son Asia, África, Europa y América. Cada una de esas partes puso en marcha las ideas que pudieron crear; y a partir de ese recorrido histórico, existe la diversidad y pluralidad que conforman la totalidad del actual Sistema-Mundo del planeta Tierra.
De Sócrates, por ejemplo y siguiendo a Ferrater Mora, heredamos la condición pensante de un hombre que “ataca dondequiera toda doctrina que no tenga por objeto único examinar el bien y el mal.” De donde se deduce la necesidad de identificar las buenas ideas de las malas ideas. Así, la gran paradoja de Sócrates consiste en que su sabiduría se resume en que “sabe que no sabe nada”. Esto indica que no hay una idea o saber único y absoluto, sino muchas y diversas dentro de ese péndulo ético del bien y el mal.
Luego, Platón cohesiona todo lo que es el idealismo filosófico, que sirve de sustento a las ideas ensimismadas o encrapuladas en su propio absolutismo que lo llevó a comportarse como un tirano y déspota frente a los poetas por considerarlos y enjuiciarlos como vagos y corruptores de las normas establecidas en la polis para mantener el trabajo, el orden y la obediencia en una sociedad esclavista.
Con Aristóteles, las ideas se orientan sobre la base de la lógica de las cosas, de los fenómenos y hechos de la realidad empírica, social, histórica. En consecuencia, las ideas deben responder a las definiciones de las cosas por lo que ellas mismas son y no por lo que no son. Siglos después, el gran Shakespeare impondrá su dilema existencial hamletiano: “Ser o ser”. He allí la cuestión.
Durante todo el periodo de la Edad Media europea, la doctrina del catolicismo se impuso como el centro depositario de la verdad absoluta de Dios. En ese contexto, las ideas correctas eran las que rendían tributo al gran poder de Dios, a través de sus representantes, los sacerdotes y la Santa Iglesia. En consecuencia, toda idea que negara ese poder era rechazada, juzgada y condenada por las correspondientes instituciones. De manera que el poder religioso negaba y condenaba el libre albedrío, que es una “potestad de obrar por reflexión y elección”.
Ubicado en el periodo de transición entre la Edad Media y la Edad Moderna de la antigua Europa, surge el filósofo francés René Descartes, que le da inicio al racionalismo filosófico individualista de la modernidad emergente frente a la hegemonía católica, decadente y conservadora. Su idea más importante y trascendental está expuesta en su famoso librito Discurso sobre el método.
En esa obra, Descartes convierte el viejo idealismo metafísico platónico y toda la herencia de la lógica racional aristotélica en el nuevo idealismo de la razón individualista, como fundamento del conocimiento científico y no religioso, lo cual equivale a la negación de la fe como verdad absoluta. Así, Descartes se convierte en el verdugo del totalitarismo católico, criminal y perverso, de su época; aunque después tuvo que moderar sus opiniones y doblar la cerviz ante la Santa Inquisición.
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De manera que en la razón cartesiana, la idea fundamental es la búsqueda y construcción de la verdad. Pero, esa verdad, no es totalmente objetiva porque es construida desde la perspectiva racional y sensible del sujeto. “Pienso, luego existo” es la premisa filosófica de René Descartes. De ella se deduce que la verdad no está dada en el fenómeno como tal, ni en el acontecimiento o el hecho mismo; sino, en lo que el yo pensante y observador logra reconstruir en su pensamiento y acepta como verdad.
Continuará…
Christian Farías / Ciudad VLC