#Opinión: «Cómo diferenciar las ideas correctas de las incorrectas (y III)» por Christian Farías

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Podemos decir que así como hubo un siglo del cobre; otro denominado siglo de oro y el famoso siglo de las luces, el siglo XX se distingue fundamentalmente por cuatro elementos que serían los siguientes:

Primero, el surgimiento de la sociedad de masas y de consumo, creada y alimentada por la gran industria capitalista; segundo, las guerras mundiales como consecuencia del desarrollo desigual y competitivo del capital de Europa y Estados Unidos; tercero, la configuración o reducción del mundo a la Aldea Global a partir del desarrollo de la massmediación capitalista; y cuarto, las crisis recurrentes y crónicas como estigma del desarrollo vertiginoso del sistema-mundo capitalista-imperialista.

En el marco de esos cuatro elementos, podemos ubicar las relaciones dinámicas de las ideas correctas e incorrectas que, a lo largo de ese siglo y en las dos décadas que van del actual siglo XXI, se confrontan permanentemente con resultados no siempre saludables sino desastrosos.

En esa perspectiva, el método aportado por Mao Tse Tung luce bastante adecuado para determinar la pertinencia o no de las ideas y sus correspondientes acciones o manifestaciones conductuales, que conforman, nutren y dinamizan la lucha de clases, las luchas nacionales antiimperialistas y las luchas entre las potencias; así como el debate político, teórico, conceptual, doctrinario, religioso y cultural de nuestro tiempo.

Siguiendo entonces la perspectiva de la dialéctica marxista, expuesta por Mao Tse Tung, la estructura económica es el primer espacio desde donde se generan las ideas que mueven y dinamizan la vida planetaria en dos direcciones opuestas y confrontadas permanentemente: por un lado, las ideas que responden a los intereses del capital; y por el otro, las ideas que expresan los intereses de los trabajadores, trabajadoras y los pueblos en general. Se trata entonces de una bipolaridad que, en términos de la ética aristotélica, constituye la eterna lucha entre el Bien y el Mal.

 

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Igualmente, estas ideas germinan desde el terreno de la lucha de clases y el desarrollo de las ciencias y las tecnologías. De manera que, en ese triángulo de la realidad económica, político-social y científico-tecnológica, es donde se encuentran, coexisten y se confrontan las clases sociales y sus intereses en pugna. La lucha histórica por un mundo mejor, a partir de una economía sana y beneficiosa para todos por igual, la convivencia política y social en sana paz y el disfrute colectivo e igualitario de los avances de la ciencia y la tecnología, serían las ideas correctas para la convivencia humana.

Pero, lejos de esa utopía, en el capitalismo actual persisten los conflictos sociales, la violencia y las guerras de liberación y por el socialismo; pues, lo que es bueno y de gran provecho de enriquecimiento económico para el capital; no lo es para el pueblo trabajador del campo y las ciudades. Ese es el origen material de la discriminación y la desigualdad social existente entre ricos y pobres, entre la clase trabajadora y la clase de los capitalistas burgueses.

En tal sentido, podemos decir que en Venezuela estamos viviendo un conflicto estratégico entre dos campos de ideas opuestas que surgen del proceso de la actividad económica, de la lucha de clases y el desarrollo científico-tecnológico del país, que podemos sintetizar de la siguiente manera:

La primera idea, encarnada por el chavismo, plantea el desarrollo de un modelo económico independiente, soberano, auto sustentable y de profundo contenido social para beneficio de toda nuestra población, tal como está plasmado en nuestra Constitución, y con una proyección socialista propia y original, como lo postula el Plan de la patria elaborado y propuesto por el comandante Chávez y aprobado por nuestro pueblo en elecciones libres y democráticas, primero del presidente Hugo Chávez; y luego, del actual presidente Nicolás Maduro.

La segunda idea, representada por el imperialismo norteamericano y sus socios internos, insiste en la continuidad del sistema capitalista dependiente y atrofiado. Pero, además, sustentado y asimilado pasivamente al neoliberalismo económico norteamericano y su mecanismo más perverso y neo colonizador como lo es la dolarización del mercado y toda nuestra estructura económica.

De manera que la idea de la dolarización responde absolutamente a los intereses neocolonialistas del imperio. Estar dolarizado es estar colonizado. El comandante Chávez estaba muy claro en eso y permanentemente nos alertaba.

Es importante señalar que, en el marco de la guerra no convencional, multifactorial o de quinta generación, que Estados Unidos puso en marcha para destruir el proceso revolucionario bolivariano, la guerra económica ocupa una jerarquía estratégica fundamental. Con esa guerra silenciosa, sin balas ni tanques ni aviones, el objetivo es impedir nuestra independencia y soberanía económica para el bienestar colectivo de todo nuestro pueblo en revolución liberadora y socialista.

La guerra económica de los yanquis contra nuestro país, ciertamente, no hace ruidos de cañones ni de aviones; pero, su objetivo estratégico es destruir nuestro país; y para ello ha venido causando estragos en todos los sectores populares, especialmente en quienes dependemos de un salario para vivir bien. Podemos destacar dos escenarios nefastos de esta guerra económica que es la más perversa y criminal entre todas las otras formas de guerra

El primero es la dolarización norteamericana de nuestro comercio. Estados Unidos nos impone su hegemonía y control sobre los precios de los productos que mueven nuestra economía. Nos somete a sus dinámicas monetaristas que nos hacen más dependientes y subordinados a sus mecanismos de fijación de precios; y de esa manera, genera un proceso inflacionario y especulativo, sin control institucional porque se impone la mano negra del libre mercado neoliberal burgués que es la filosofía económica perversa del imperialismo y sus lacayos internos.

El segundo escenario es consecuencia del primero y consiste en destruir y pulverizar el salario y el ingreso familiar de la inmensa mayoría de la población venezolana. Por primera vez en nuestra historia, el salario de la clase trabajadora ha quedado reducido a la nada, totalmente liquidado, frente a la incesante y descomunal alza de los precios de todos los bienes de consumo humano: comida, vestido, calzado, medicinas, educación, transporte, gas, combustibles, servicios, recreación, etc.

Las ideas de los amos y señores del Capital responden a sus particulares intereses, centrados en el dominio absoluto del mundo desde la producción de todos los bienes de consumo humano. En tal sentido, los capitalistas introducen lo que podemos llamar una racionalidad alienante, enajenadora y excluyente, pues, el capital, su poder económico, se auto erige como la verdad única y supuestamente benefactora de la vida moderna. De donde se infiere el conjunto de ideas que lo justifican y reproducen, invalidando así cualquier otra concepción o modo de organizar la producción económica.

Es pertinente recordar que las ideas imperialistas de los Estados Unidos de Norteamérica, tienen su origen en la antigua vocación de la piratería marítima de los corsarios ingleses que asaltaban embarcaciones y pueblos para matar la gente y apropiarse de sus bienes y riquezas. Esa herencia permanece viva y modernizada con nuevas tecnologías militares.

De igual manera es necesario recordar que las ideas capitalistas, imperialistas y hegemonistas de los gringos, tienen su fundamento doctrinario a partir del año 1823 con la aprobación de la doctrina Monroe y la idea del Destino manifiesto, según las cuales “América es para los americanos” y “solo Estados Unidos está llamado a orientar y proteger el destino de todo este continente”.

 

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Pero, además, esa idea imperialista inicial es reforzada en el marco de la segunda guerra mundial del siglo XX con dos nuevos instrumentos doctrinarios: el Plan Marshall para la reconstrucción y recuperación económica de la Europa occidental y la doctrina de Harry Truman (ambos documentos de 1947) para contener o frenar el avance de la Rusia comunista en la Europa occidental; pero, para ellos imponer su hegemonía y tutelaje a la vieja Europa capitalista.

De manera que la idea central que orienta a la burguesía y a los gobernantes de Estados Unidos, respecto a todo nuestro continente, consiste en que ellos están predeterminados para controlar, hegemonizar y dominar todas las naciones que conforman Nuestra América desde el Norte hasta el Sur.

Por esa razón, en Venezuela, el atrevernos a reconstruir la independencia y la soberanía de la República fundada por los libertadores, para construir el estado de bienestar social, de justicia y de derecho que merece nuestro pueblo, en el marco de la paz y la convivencia necesarias entre las naciones de nuestro continente, tiene un valor inmenso. En tal sentido, el destino de nuestra República es indeclinable.

Las ideas del proyecto bolivariano son correctas e históricamente incuestionables. Ellas nacen directamente de las necesidades de cambios en nuestra estructura económica, de las necesidades de superar las diferencias sociales entre pobres y ricos y de las necesidades de nuestro propio proceso de desarrollo científico y tecnológico.

Todo ello orientado hacia el logro de lo que el comandante Chávez identificó acertadamente como el Bien Supremo de la República, fundado en la independencia, la soberanía y el socialismo bolivariano del siglo XXI.

 

Christian Farías / Ciudad VLC