#Opinión: La Gloria de la Plaza «La Glorieta», por Douglas Morales

0
474

Porque Dios dio tanto color y luz a ese espacio, ¿qué esperaba?

Verdaderamente impacta con agrado percibir lo lindo de una plaza destinada en un principio, según algunos cronistas, a la tarea poco noble de cobrar el impuesto de alcabala, además de los roles inherentes como: vigilar, ser vanguardia de la ciudad.

La plazoleta de «La Glorieta» fascina, encanta. Los historiadores locales aún no están de acuerdo con su origen; algunos le atribuyen una edad más longeva, afirman que fue construida antes que el puente «Morillo», de allí que a esa construcción se le denominara alguna vez  «Puente de la Glorieta», un nombre que caería de perlas ahora que fervientes Valencianos como Pedro Téllez o Sabino Linares (por adopción, puesto es Falconiano) solicitan el rebautismo del aludido Puente «Morillo».

A la originalidad de ser una plaza atravesada por una calle, la «Colombia» (en honor a la «Gran Colombia») se le suma su abrumador colorido, su llamado al descanso urbano, y la extraordinaria escultura «La Instrucción» mostrando la ternura de la educación.

La belleza peculiar de la Plaza «La Glorieta» se debe en gran parte a la iniciativa de Don José Rafael Pocaterra (Grande entre los grandes valencianos), cuando ordenó en su calidad de Presidente del Estado (gobernador para la época), en 1941, la remodelación completa de la «Glorieta», iniciando la recuperación del esplendor de antaño de la Calle Real de Valencia, equivalente a lo que hoy sería la avenida «Bolívar».

Recordemos que la ciudad se extendía hasta la década de 1940 en sentido Este a Oeste, y no Norte a Sur como calamitosamente crece en la actualidad.

Bien podría la Plaza «La Glorieta» constituir un punto de arranque para diseñar una ruta turística citadina.

Ya la calle «Colombia» ostenta diversas joyas urbanísticas patrimoniales, desde la La Plaza «Negro Primero» en sus inicios hasta el Paseo del Calvario, en su final.  Como bien lo reseña Vicente Gramcko, no estaría mal reabrir «La Puerta de los Milagros» o entrada a la Catedral desde la Calle Colombia, que una errada decisión eclesiástica en mala hora clausuró.  Repongamos el Palacio Municipal que una criminal decisión Municipal demolió.

Un bien recordado colega docente y mejor locutor, «Cantaclaro», utilizó el «Kiosko» de la Plaza «La Glorieta» como estrado para presentar parrandas o conjuntos de aguinaldos en las pascuas navideñas. Ahora que declina el año, sigamos su ejemplo y, en diciembre, «nos vemos en La Glorieta».

 

Ciudad Valencia / Douglas Morales Pulido