#Opinión: «La rebelión de las niñas» por Elda Cantú

0
408

Pareciera que en el centro de las grandes controversias de los últimos días siempre hay una adolescente. Darnella Frazier tenía 17 años el día que captó con la cámara de su teléfono celular los últimos momentos de George Floyd.

La escena y los pedidos de auxilio de Floyd —“No puedo respirar”— conmovieron a Estados Unidos y desencadenaron protestas contra la brutalidad policial y la injusticia racial.

Esta semana, en el juicio contra el oficial de policía que apoyó la rodilla en el cuello de Floyd, Frazier relató por primera vez en público lo que vio aquel día.

Contó que algunas noches se queda sin dormir, “pidiendo perdón a George Floyd por no haber hecho más”. Y por “no haberle salvado la vida”.

En India, cuando una joven de 16 años denunció que un vecino la había violado, sus parientes la ataron al sospechoso y los pasearon por las calles de su pueblo en el estado de Madhay Pradesh para que todo el mundo los viera, les gritara y escupiera.

Captada en un video que se viralizó, esta joven encarna los horrores de un sistema que culpa y humilla a las víctimas.

Wendy Yoselín Ricardo tenía 16 años cuando desapareció y fue hallada muerta en un canal en el Estado de México.

La fotografía en redes sociales de un grupo de sus amigas cargando su féretro fue un recordatorio público de la inseguridad e impunidad que acecha a las mujeres del país.

“¿Qué pasaría si dejáramos de ver la magnitud inimaginable de las emociones de las adolescentes como ansiedad o histeria?”, reflexionaba la escritora Samantha Hunt, madre de tres chicas, en un ensayo sobre las complejidades de la adolescencia femenina.

Por qué, se preguntaba, el mundo finge que a ellas solo les importa sacarse selfis y suspirar con intensa emoción en lugar de escuchar a quienes “nos podrían mostrar la mejor manera, y la más humana, de avanzar”.

Lo cierto es que, aunque nos empeñamos en verlas como seres frágiles e impredecibles, las niñas son capaces de señalar a un agresor o tomar un fusil o un teléfono celular e interrogar al poder y denunciar las injusticias.

“En un mundo que no valora las emociones”, proseguía Hunt, “sentir emociones es un acto de valentía”.

 

LEER MAS:#OPINIÓN: «LA INTERMITENCIA DE LA MUERTE» 

 

Por Elda Cantú
The New York Times
Senior News Editor, Latin America