Lo lograron. Ya los medios y la élite política colombiana pueden sentirse satisfechos. Lograron su cometido, y es que para nadie es un secreto que revistas como Semana y periodistas como Salud Hernández y Vicky Dávila se encargaron de llevar a Piedad Córdoba al paredón de fusilamiento mediático.

 

En Colombia hablar de paz, dignidad y justicia social se termina convirtiendo en una de las prácticas más peligrosas. El solo hecho de querer tender puentes entre Venezuela y Colombia incentivaba a los sicarios del hecho noticioso a apretar el gatillo.

 

Colombia perdió a una de sus mejores mujeres, un ser incansable, pieza clave de la construcción de la paz en Colombia, que ayudó a sacar rehenes, secuestrados y pare usted de contar.

 

Una valiosa mujer que pensó en grande, que siempre defendió las causas justas, a los desamparados, no sólo de su país, sino de todo el continente. De ahí el dolor que nos embarga por su muerte y la rabia de ver que los mismos sicarios mediáticos colombianos de siempre, que tanto han saboteado la paz en Colombia, los procesos de transformación de nuestros pueblos y la unión latinoamericana, aquellos que tanto daño han hecho a miles de personas en Colombia, otra vez se salen con la suya.

 

Piedad fue una mujer berraca y valiente, una de las mejores expresiones de la política caribeña, una luchadora que nunca se cansó de estar al lado de los desposeídos, de los afrodescendientes colombianos. Era uno de esos personajes históricos que no ocultaba su amistad con Chávez, que podía mirar de frente y sentarse al lado de Uribe si lo que estaba de por medio era la paz que tanto necesitaba (y necesita) Colombia.

 

El papel nefasto de la mediática y los forjadores de opinión en Colombia contribuyeron al deterioro de su condición física. Se metieron con sus seres queridos, con sus hermanos, con sus hijos. La colocaban siempre en los titulares más amarillistas para horadar su dignidad y decoro. La planteaban como una “terrorista”, la “Teodora Bolívar”, “cómplice de las FARC”, no sin antes preparar el terreno para que el procurador Ordóñez la inhabilitara políticamente y así garantizar que nunca pudiera llegar a la presidencia.

 

De ahí que desde Venezuela señalemos y acusemos a esos personajes mediáticos y políticos de haber contribuido a su muerte. De haberle puesto una lápida encima por no haber traicionado a su pueblo.

 

Se ensañaron sin piedad contra Piedad Córdoba. Sus asesinos mediáticos nunca lo podrán borrar. Y aunque ahora puede que celebren su muerte, su consciencia siempre los va a atormentar.

 

En Colombia, en América Latina y en el mundo siempre recordaremos a Piedad en tono de rebeldía, paseando por el Orinoco y el Magdalena, construyendo puentes para forjar un continente de dignidad. De ahí podemos decir con todo el dolor del mundo que América Latina ha perdido a una de sus mejores hijas, una víctima de los sicarios mediáticos de Colombia que solo están a la espera de ver su cuerpo en un ataúd, para corroborar el daño que hicieron contra un ser humano que solo gritó al unísono de los colombianos de bien: que ese país se merecía un tiempo de paz.

 

Mientras que ellos quedarán registrados en la historia como unos asesinos mediáticos, vinculados a la vileza, al egoísmo y a la falta de escrúpulos, Piedad volará y seguirá viva en cada ciudadano que lucha por la justicia social, en cada latinoamericano que sueña con la unidad de nuestros pueblos y en cada grito por la paz del mundo.

 

Ciudad Valencia/Venezuela News