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El arte del encuentro en la convivencia, es la manera de estar juntos a los otros, aceptando la diferencia que nos une, en eso de no ser iguales. Somos el resultado de esa experiencia en especial  que tiene todo un texto de intercambio afectivo, la familia.

Al instante de nacer el hombre es un ser enteramente desvalido y desubicado, la falta de referencias confiables y lenguaje adecuado para insertarse en el mundo para humanizarse es un dato bien definido en el hombre.

Entonces empeñamos un proceso de socialización que sugiere el don de la palabra y la vivencia con otros seres humanos.

Mediante actos pedagógicos de aprendizajes que nos conducen a una posición de usar la «competencia o facultad gramatical» para la interacción grupal, como seres humanos somos el resultado de las relaciones sociales y culturales gastadas en la sociedad.

La estructura primaria de este acontecer es el lugar de acogida inicial que sin lugar a dudas es la familia.

El acontecimiento y posterior reconocimiento  son imprescindibles para el recién nacido para adquirir una condición auténticamente humana de acuerdo a la evolución de los modelos de familias.

Resulta harto conocido, que en las diferentes cultura la vida familiar se ha convertido en la célula de mayor significación, ya que por medio de ella se inculcan los modos y visiones influyentes y persistentes de patologías de comportamientos.

Los elementos biológicos, afectivos, jurídicos y religiosos, se convierten en los lugares naturales de hombres y mujeres, desde la lengua materna, hasta las relaciones sociales de dominación, tal como lo es el patriarcado y su colofón reproductor de coacción ideológico, simbolizando una sociedad de alto riesgo para las mujeres, donde la seguridad de las tradiciones y costumbres mantienen el sesgo del estatus de opresión en la dinámica familiar en especial, hacia el género femenino.

La situación de la familia como estructura de acogida junto a la ciudad, país y modelo de sociedad, con relación a la salud y enfermedad es una vinculación concomitante ya que constituyen situaciones globales, en especial en época del coronavirus, donde la emergencia sanitaria es más terrorífica que la peste negra de 1348, a pesar de todos los avances científicos médicos, las distintas mutaciones biológicas y de comportamientos, muestran el impacto social y emocional de la realidad, los vacíos son relevantes la falta de argumentos creíbles para salir del desencanto general, lo vemos en todos lados, los grandes maestros y expertos oficiales, siguen fuera del signo de los tiempos, de la necesidad de un nuevo enfoque de salud y enfermedad, que la preservación de la vida en el planeta, amerita una conducta existencialmente irrenunciable, tal cual es la responsabilidad  como complemento del crecimiento humano, entonces la atención a la familia es parte de retomar la vía para aprender a vivir y sobrevivir.

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José Ramón Rodriguez / Ciudad VLC