“Porque el tiempo es un curso / Sin corazón ni leyes / Que olvida las historias
/Y jamás obedece/”.
Luis García Montero (Poema suicida)
“Las contradicciones parecen insufribles / En nuestro mundo. / Pero uno intenta /
huir de ellas / como los pájaros: / huir quedándose”/
Ángeles Mora (Cotradicciones, pájaros. 2001)
“¿Acaso no ves que estoy soñando? / En un sueño nunca se tienen ochenta años”
Anne Sexton (Vieja)
“El día es deseo y la noche es sueño. / No hay sombras en ninguna parte.”
Wallace Stevens
Árido es
el tragaluz
por donde perpetúas
la inclemencia.
Feroz distancia
para extravío
de náufrago.
Talas el bosque
sin destrenzar
amarre.
Dignificas la herida,
en tiempo de incertidumbre,
el estupor del desafío
te dibuja ávido.
Recuerda:
Aprendimos,
de antiguas canciones
a tejer el amor
con manantial,
no rivera turbia.
El agua talla la superficie de la piedra,
logra alisar sus rigores.
¿Quién busca la ebriedad, el desasosiego?
Miro los dedos de tu mano
mientras contemplas
el humo del cigarro
y refieres
la muerte del padre
en fatal cataclismo.
Hay
una herida sin sutura,
un hilo en sangre desbordado
palabra muda
un pájaro se quema todas las noches
en tu cable de alta tensión.
Pero no tiene medida el mar
ni escafandra la noche
y custodias
como bandera entumecida
el dolor de la madre
en turno de cava congelada.
Repasas la anécdota,
y el humo del cigarro
enmudece el grito,
susurro amargo de fondo,
señala brumas
en el corazón.
No hay guarida.
Conocemos nuestras torpezas.
Habrá siempre lobos en espacio cercano.
El tiempo pasa y seguimos
llenos de preguntas.
Pero huyamos de las trampas,
no pongamos sentencias.
Mira la copa del árbol, las hojas que retoñan,
el tronco transfigura los tonos irregulares
de su entramado,
y sin embargo:
sigue
sosteniendo lo imposible.
¿Oyes las risas desordenadas
a la salida del liceo?
Cachorros en flor,
sudando entusiasmo,
escuchan cada palabra,
como acertijo
adivinatorio,
en escondite dulce.
Más allá de la herida,
el colibrí se detiene en la ventana de la cocina,
sobre la rama florecida de la sábila,
la disposición delicada, cerca de los pistilos,
el zumbido de sus alas,
es un regalo matutino
de sutil elocuencia.
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¿Ves cómo el sol
consuela
la melancolía de la luna?
Siempre habrá
tibieza y ternura
en algún lugar.
Laura Antillano / Ciudad Valencia