Profecías cumplidas y por cumplir en unidad, lucha, batalla y victoria

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Al cumplirse ocho años de su partida física, no hay dudas de que el comandante Hugo Chávez es el gran profeta de su propio tiempo. Unos cuantos momentos célebres, confirman esta cualidad suya como dirigente político-militar excepcional. No hay dudas de que, después de Simón Bolívar, Chávez es el gran patriota más popular, el revolucionario digno y más victorioso de este nuevo periodo histórico, después de 200 años de traiciones, retrocesos y opresión contra el pueblo venezolano y latinoamericano.

Es necesario advertir que Hugo Chávez aparece en la escena política cuando el país estaba convertido en un abismo entre dos pedazos: una minoría rica, opulenta, cómoda y gravitante en el lujo, los placeres, el consumismo y el derroche; mientras que la inmensa mayoría del pueblo trabajador del campo y la ciudad se hundía en la precariedad, la marginalidad, el abandono y la desesperanza, como parias extranjeros o esclavos en su propia tierra.

Igualmente debemos recordar que, durante todo el siglo XX, el imperialismo yanqui y las clases dominantes agrupadas en FEDECÁMARAS desarrollaron, para su exclusivo interés, el moderno sistema capitalista-burgués, rentista, dependiente y atrofiado. Hoy, en el nuevo contexto político y socio-cultural del proceso revolucionario bolivariano del siglo XXI, esa estructura económica sigue imperando, intacta y próspera. Pero lo grave es que esa estructura económica es la que genera y alimenta la trágica y criminal guerra económica contra el bienestar social del pueblo venezolano y la paz de la República.

Durante todo el período de sus cuarenta años exactos (1959-1999), la democracia burguesa, formal, representativa, generó cientos de miles o millones de ranchos de lata y cartón, construidos por los propios pobres y explotados en los cordones de barrios marginales de las principales ciudades del país. De manera que el rancho de lata y cartón es la imagen emblemática de la pobreza crítica y estructural de la Venezuela moderna del Pacto de Punto Fijo.

Esa dramática y terrible realidad de la pobreza atroz, focalizada en las rancherías marginales, quedó fijada en nuestra memoria cultural con la canción Techos de cartón de nuestro insigne poeta-cantor Alí Primera.

De manera que los barrios marginales son el testimonio imborrable de la injusticia y la opresión de la democracia formal representativa del Pacto de Punto Fijo, impuesto por las cúpulas de los partidos políticos AD, COPEI y URD, los capitalistas de FEDECÁMARAS, el Alto Mando Militar de las Fuerzas Armadas, el alto Clero de la iglesia católica y la burocracia sindicalera adeco-copeyana de la CTV.

Esa realidad injusta y cruel llegó a su punto crítico con el inicio del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, en febrero de 1989, cuando impone el paquete de medidas económicas neoliberales del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Inmediatamente se produjo el enorme estallido insurreccional del pueblo de Guarenas y Caracas el 27 de febrero de 1989. La rebelión popular se propagó como fuego en el pajonal por las principales ciudades del país. El saqueo generalizado de los comercios y almacenes fue la acción motora de esta rebelión popular. Por su lado, el Estado y el gobierno adeco respondieron criminalmente a través de la DISIP, la Policía Metropolitana de Caracas y el Ejército.

La voz y la acción del pueblo humilde y oprimido en la miseria fueron literalmente aplastadas a punta de pistolas, fusiles y metralletas. La protesta justa del Soberano fue ahogada en sangre, sudor y lágrimas. Los asesinos dejaron un saldo superior a los tres mil muertos. A unos en las calles o sus casas de las comunidades más combativas de Caracas, como El 23 de Enero; y a otros se los llevaron amontonados en camiones al improvisado y macabramente célebre cementerio de La peste.

Tres años después, en el contexto posterior al Caracazo, surge la figura militar rebelde del comandante Hugo Chávez, cuando irrumpió en la escena política como el líder de la insurrección militar del 4 de febrero de1992. En esa acción, nos muestra tres cualidades fundamentales

Primero, su valentía, al asumir la rebelión y arriesgar su carrera militar profesional y su propia vida.

Segundo, su responsabilidad, cuando reconoce su derrota y se rinde para evitar mayor derramamiento de sangre.

Tercero, su visión profética cuando, ya derrotado militarmente, expresa su histórica y breve proclama: “Por ahora, no se lograron los objetivos; pero vendrán tiempos mejores y el país tendrá que enrumbarse por un nuevo destino…”.

Esas tres primeras cualidades, generaron el asombro y la empatía inmediata del pueblo pobre de Venezuela hacia ese hombre erguido como un ángel de la buenaventura, asumiendo sus acciones con la dignidad y el temple que distingue a los auténticos dirigentes revolucionarios.

Ulteriormente, Chávez desarrolla muchos otros valores como la unión nacional, el patriotismo bolivariano, la espiritualidad popular y la fe en Dios, el amor al pueblo y a la patria, la solidaridad entre los seres humanos, los pueblos y las naciones, la dignidad nacional, el respeto y la soberanía, la paz y el diálogo como condición y método para resolver los problemas y conflictos, entre muchos otros valores políticos, culturales, éticos, morales y espirituales.

Después que el pueblo lo elige como presidente de la República, en diciembre de 1998, inmediatamente Chávez inició el proceso de atención y superación del grave problema de la pobreza crítica, la miseria y la desesperanza reinantes en el 80 por ciento de la población, al lado de la creciente burocracia, la corrupción galopante y la ineficacia del Estado burgués. Con esto, su primera profecía se hace realidad

La segunda profecía, muy significativa, se produce cuando le sobreviene la enfermedad mortal y afirma: “Yo ya no soy yo. Yo soy un pueblo… Chávez eres tú, muchacho,… muchacha,… mujer,… hombre…”, con lo cual revela que la revolución no es ni depende de un hombre; sino es y depende del pueblo convertido ya en Sujeto Histórico de su propio proceso de transformaciones y cambios políticos, económicos, sociales, culturales, científicos y tecnológicos.

Junto a esas dos profecías claves, hay otras dos en el discurso dirigido al pueblo de Venezuela en cadena nacional de radio y televisión desde el Palacio de Miraflores el sábado 8 de diciembre del año 2012. En ellas podemos apreciar la profundidad y alcances de su pensamiento y su sensibilidad, coherentes con el valor fundamental de la responsabilidad que debe distinguir a todo verdadero y auténtico dirigente revolucionario. En la primera afirma tajantemente lo siguiente:

…mi opinión firme, plena como la luna llena, irrevocable, absoluta, total, es que en ese escenario que obligaría a convocar, como manda la Constitución, de nuevo a elecciones presidenciales, ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo se los pido desde mi corazón. Es uno de los líderes jóvenes de mayor capacidad para continuar, si es que yo no pudiera, Dios sabe lo que hace, si es que yo no pudiera continuar, con su mano firme, con su mirada, con su corazón de hombre del pueblo, con su don de gente, con su inteligencia, con el reconocimiento internacional que se ha ganado, con su liderazgo al frente de la Presidencia de la República, dirigiendo, junto al pueblo siempre y subordinado a los intereses del pueblo, los destinos de esta Patria.

Hoy, no puede haber ninguna duda de la palabra final del comandante eterno, acerca de la capacidad política y la inteligencia fina y aguda de Nicolás Maduro, que lo distinguen como un extraordinario dirigente político, no solo de nuestro país, sino también de toda Nuestra América y de la nueva configuración geopolítica del naciente mundo multipolar y multicéntrico, en el cual ya Venezuela ocupa un espacio del liderazgo junto a Rusia y China.

La profecía de Chávez fue inobjetable. Nuestro presidente Nicolás Maduro es hoy el dirigente político revolucionario bolivariano más importante de Venezuela, América y el mundo. Por esa razón, el imperialismo necesita y pretende derrotarlo y desaparecerlo de la escena nacional e internacional. Frente a esa amenaza, el propio Chávez nos advirtió proféticamente lo siguiente:

No faltarán los que traten de aprovechar coyunturas difíciles para, bueno, mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la Patria. No, no podrán. Ante esta circunstancia de nuevas dificultades, del tamaño que fueren, la respuesta de todos y de todas los patriotas, los revolucionarios, los que sentimos la Patria hasta en las vísceras, como diría Augusto Mijares, es ¡Unidad, lucha, batalla y victoria!

En este fragmento, es fácil distinguir tres profecías de Chávez:

Primera, la reacción de los agentes del capitalismo neoliberal para “aprovechar coyunturas difíciles… mantener ese empeño de la restauración del capitalismo, del neoliberalismo, para acabar con la patria”.

Segunda, la respuesta histórica del pueblo: “No, no podrán”; en efecto, no han podido ni podrán.

Tercera, la respuesta del pueblo chavista: seguir su proclama: “¡Unidad, lucha, batalla y victoria!”, tal y como, en efecto, lo ha sabido orientar nuestro presidente Nicolás Maduro, fortaleciendo no solo la capacidad de resistencia, sino la de continuar el avance del proceso revolucionario con mayor calidad política, social, cultural y espiritual.

Cuando Chávez levanta en vuelo hacia el otro reino y en medio de la tristeza y el dolor colectivo del pueblo chavista dándole su último adiós, nuestro presidente Nicolás Maduro, con sus brazos y manos extendidas sobre el ataúd y el dolor brotándole en lágrimas de sus ojos, mostró ante la historia su primera expresión profética: “Hemos roto el maleficio de la traición”. Ciertamente, no ha habido traición y hoy Chávez está más vivo que nunca.

Luego, después de la primera elección presidencial de Nicolás Maduro el domingo 15 de abril de 2013, Capriles Radonsky, pretendiendo desconocer el resultado y desatar la violencia de calle para desencadenar la guerra civil, anuncia la toma de Caracas para el día jueves 19 de abril.

Inmediatamente, el presidente Maduro le dio una respuesta muy precisa, inteligente, certera y contundente para reafirmar su victoria y la derrota del adversario en aquellas circunstancias difíciles: “Aquí no habrá ninguna marcha el jueves. Aquí lo que hay es trabajo y más trabajo”. En esta expresión, ubicamos la segunda profecía del presidente Maduro, pues, con ella señala el rumbo futuro del país: no a la guerra; sí al trabajo productivo para seguir en paz construyendo el proyecto bolivariano plasmado en el Plan de la patria, tal como ha ocurrido a lo largo de estos ocho años.

Un tercer momento profético lo ubicamos en el acto conmemorativo del 1º de mayo de 2017, cuando en medio de la ofensiva fascista y violenta de la oposición, que buscaba el estallido de la guerra civil, Nicolás hace el llamado a la elección de la segunda Asamblea Nacional Constituyente para derrotar la amenaza de guerra y consolidar la paz. La profecía, efectivamente, se cumplió con el extraordinario éxito de participación nacional por encima de los ocho millones de votantes.

Hoy, a ocho años de la partida física de Chávez, de la fuga de su alma hacia el cielo infinito y la siembra de su cuerpo en la tierra fértil de la Patria, reafirmamos la luz y la esperanza del camino trazado, ahora con Nicolás Maduro en el timón de esta inmensa nave, tan compleja y dinámica como el alma y la espiritualidad de todo nuestro pueblo.

Mientras haya conciencia política revolucionaria en el pueblo venezolano…

Mientras la dignidad, el amor y la lealtad sean el escudo inexpugnable del sujeto histórico que somos…

Mientras la formación política, doctrinaria y metódica sea constante y elevada en su calidad…

Mientras esté en marcha indetenible la construcción del nuevo sistema económico productivo nacional independiente y soberano…

Mientras se fortalezca la unidad entre civiles, militares, policías y religiosos para la defensa de la soberanía nacional…

 

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Mientras hagamos todo eso y más, nosotros y nosotras derrotaremos de manera definitiva y firme al imperialismo norteamericano que hoy nos quiere destruir.

Cuando hayamos cumplido con todos esos retos para asegurar que tenemos patria; y cuando logremos la construcción firme y segura del socialismo bolivariano del siglo XXI y los otros tres objetivos históricos del Plan de la patria; solo entonces podremos decir que toda la gran profecía de Bolívar y Chávez ha dejado de ser un acumulado de utopías o quimeras, para cristalizar en la realidad histórica, verdadera y concreta de todo el pueblo libre y soberano, dueño único y eterno de la gran patria de Bolívar, Chávez y Maduro.

 

Christian Farías / Ciudad VLC