¿Qué releer? (6): El Barón de Münchhausen es un comentario crítico a esta novela de Gottfried Bürger publicada en Alemania en 1786. JCDN.

Las Aventuras del Barón Münchhausen (1786) del poeta y escritor Gottfried Bürger no es un disparatado libro para niños, sino un ladrillo que se estrella en el exhibidor de vidrio del racionalismo extremo y la estética neo-clásica que lo cobija. La novela ancla en la tradición y la renovación del Relato fantástico que se opone al espíritu científico o cientificista.

Nos queda un sabor reivindicativo de la narrativa picaresca, eso sí, más imaginativa que la española con su crudo realismo que cuestiona a su modo el contexto histórico de su realización. El Barón de Münchhausen refiere sus peripecias asombrosas, tal como los estupendos conversadores muy embusteros, en el campo de la guerra, el amor galante y la cacería.

La voz narrativa de primera persona deja fluir el habla sabrosa e inmediata de este personaje salido del Barroco y el Romanticismo alemán de “la tempestad y el empuje” [Sturm und Drang]. Bürger no sólo tradujo la primera versión en inglés de Rudolf Erich Raspe de 1785 publicada en Oxford, sino que la interviene y mejora ostensiblemente.

 

Las descocadas aventuras y hazañas del Barón de Münchhausen, no ameritaron la tramoya densa y ornamental del Barroco, sino que se realizaron en una prosa transparente e inmediata. El discurso narrativo y lírico se apoya en una Poética del Decir. No en balde los fabulosos grabados barrocos de Gustave Doré que versionan plásticamente la trama.

Tenemos el despliegue desenfadado del imperio descocado de lo fantástico y lo satírico, ello por vía del embuste y la exageración festiva. El paladinismo del Barón no se emparenta con la épica conquistadora y avara de españoles y Belzares en pos de El Dorado: Se sostiene en una presencia de ánimo heroico que transforma la realidad roma y mezquina.

 

Salir de la laguna con todo y cabalgadura halándose de la coleta; gozar la cuadrilla increíble de sus criados que derrota flotas y ejércitos en tierra con soplidos y puntería inconcebibles; conservar fetiches como la honda con que David mató a Goliat; viajar dos veces a la Luna desafiando a la Física, más las hazañas fantásticas de cacería como ensartar decenas de perdices con un tiro de baqueta, suponen un modo de vida que importuna los poderes terrenales con sus reyes y consejeros enciclopedistas.

 

El punto de vista narrativo protagonista, de aparente pulso flemático y veraz, registra las conversaciones de sobremesa del Barón de Münchhausen, personaje ficticio y a la vez real [el muy parlanchín y fabulador nacido en 1720 y fallecido en 1797, descendía de la crema aristócrata de la Baja Sajonia] que gana la simpatía de contertulios y lectores en la más cínica de las impertinencias.

Detrás de los acontecimientos fantásticos, tenemos la pulverización del entorno real a través de la sátira y la impostura. Por ejemplo, nuestro noble caballero arremete sin protocolo contra la historiografía del momento y el Siglo de las Luces que la parió:
“En el siglo de escepticismo en que vivimos, las gentes que no me conocen podrían ser inducidas, en virtud de tan groseras mentiras, a poner en duda la verdad de mis aventuras reales y positivas, como hechos estrictamente históricos, cosa que ofende gravemente a un hombre de honor” (p. 106).

 

 

Gottfried Bürger, aliado insobornable del Barón de papel, apela a un efecto boomerang para darle una cucharada de su propia emulsión de bacalao al riguroso e intransigente racionalismo de la época. No repara en parodiar “La Eneida” de Virgilio, los cantos homéricos e incluso la Biblia para contraponerse a la guillotina iluminista.

 

Al margen de los febriles y pre-surrealistas hitos en el deporte caballeresco de la cacería, se escurre una crítica lapidaria y despiadada de los vicios del tiempo histórico del que se evadían –en apariencia- Münchhausen y Bürger.

La implosión fantástica del oso por el choque de dos pedernales lanzados a su hocico y a su ano por el cazador sobrenatural, le movió a esta reflexión sobre las inconveniencias del discurso apolíneo y racional en materia moral: “(…) el choque produjo fuego, y el oso estalló con una explosión terrible. Estoy seguro de que un argumento a priori lanzado así contra un argumento a posteriori, haría en moral un efecto análogo en más de un sabio” (p. 46).

El Barón es un raro antecesor de los anarquistas de los Siglos XIX y XX, puesto que no guarda para sí las opiniones desfavorables que le inspiran los políticos, reyes o republicanos, de su tiempo.

Por tal razón se alinea y desalinea políticamente, sin ser precisamente un mercenario: españoles, ingleses, franceses y turcos han sido aliados y enemigos circunstanciales muy suyos.

Lo que cuenta es el Egotismo aventurero y no la fidelidad a causas poco virtuosas.
Por ejemplo, pondera la muerte de un noble y criminal cacique [“era un abominable tirano”, p. 96] para celebrar la ascensión al poder de unos recogedores de pepino [“reinaron tan laudablemente que, como supimos más tarde, nadie comía pepinos sin antes exclamar: ‘Dios salve a nuestros caciques’”, p. 99].

La crueldad que implica el encontronazo entre ficción y realidad, es soportable e incluso disfrutable en el ejercicio de un sentido ácido corrosivo del humor. La justicia poética es por demás peripatética: El Barón en una caída accidental [?!] en un montón de heno, había matado a un muy avaro propietario judío, acaparador de alimentos y, por ende, hambreador del pueblo.

“En esa caída no me hice el más ligero rasguño; pero el infeliz propietario no pudo decir otro tanto, pues quedó desnucado en el acto bajo el peso de mi cuerpo” (p. 201).
Münhhausen, antípoda de Francisco de Miranda pero su igual como Don Juan o Casanova, ha ganado además de la fama militar el favor de las mujeres de toda condición: Desde la Diosa Venus, esposa de Vulcano, hasta Catalina la Grande, emperatriz de Rusia.

Probablemente, nuestro Miranda haya leído el libro de Bürger o por lo menos haya conversado con el Barón en persona. El debate entre la locura fantástica del europeo y la pasión independentista e iluminista del americano, después de la confrontación elegante o a voz en cuello, redundaría en un diálogo auténtico entre genios de distinta dimensión.

Ecos de este incunable relato, los conseguimos en las películas satíricas del grupo inglés Monty Python como “El sentido de la vida” o el desternillante film anarquista “Sopa de Ganso” de los Hermanos Marx con Groucho a la vanguardia.

Luego de que los lectores conversen con el habla del Barón y la impecable escritura de Bürger, les resta escuchar con irresistible morbo a nuestro [anti] héroe: “Por hoy me tomo la libertad de retirarme, deseando que paséis muy buena noche” (p. 255).

No hay mejor despedida que la invitación abierta a continuar muy pronto el placer de escuchar historias que vindiquen al hombre más sencillo y humilde.

 

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BIBLIOGRAFÍA

Bürger, Gottfried (1986; 1786). Las Aventuras del Barón de Münchhausen. Barcelona, España: Orbis. Traducción de Cecilio Navarro, prólogo de Théophile Gautier y grabados de Gustave Doré.

 

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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