“Reverón, El Mago de la Luz (2)” por Penélope Tovar

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Penélope Tovar-columna-Trazos en el tiempo-Bienal de Artes Visuales en pequeño Formato Arturo Michelena

En Venezuela, muchos conocedores del arte se han dedicado a analizar la obra de Armando Reverón. Para mí, uno de los más importantes a la hora de conocer y sentir la vida, obra y visión cosmopolita del “Mago de la luz” es el maestro, escritor, pintor y critico de arte Juan Calzadilla, quien ha dedicado gran parte de su vida al estudio e investigación del “GENIO DE MACUTO”, como el mismo lo llama.

En mi opinión, Calzadilla siempre ha ido más allá, descifrando a Armando desde una visión mucho más humana que académica, y es justo lo que intento descubrir y mostrar en mi columna “Trazos en el tiempo”.

Por eso que hoy les quiero narrar brevemente lo que fue mi última tertulia con algunos intelectuales de las artes, donde dicho banquete se transformó en una batalla campal de visiones, posturas y percepciones absolutamente distintas sobre la obra y vida de Reverón.

 

Juan-Calzadilla-Reverón

 

Dicha conversación inicio con el debate sobre la epistemología del teatro y la teatralidad, ya que en mi artículo anterior, “El Mago de la luz”, describí la vida y obra de Armando como una puesta en escena, afirmando que Reverón, desde una visión mística, tenía una relación amorosa y nada convencional con el teatro, entre otras disciplinas artísticas.

Partiendo de esta visión muy particular de mi parte, en la cual aclaraba que el teatro, a mi juicio, tiene una mayor carga simbólica en el saber y hacer de Armando, dichos intelectuales insistían en establecer una separación entre teatro y la teatralidad. Es decir, ellos determinaban que el teatro y la teatralidad se rigen bajo dos conceptos distintos, que no eran lo mismo y, por lo tanto, concluyeron que Armando Reverón no hacía teatro, que nunca hizo teatro, sino que en medio de su proceso creativo existía una carga de teatralidad.

Claramente cada una de estas posturas provienen de percepciones subjetivas, decir lo contrario sería rechazar uno de los principios fundamentales del arte, que es el subjetivismo artístico, que no es más que la visión o perspectiva individual a la hora de crear o establecer nuestros propios criterios y conceptos del arte.

Y es que a pesar de que el individuo se rige constantemente por las convenciones sociales en términos conceptuales y epistemológicos, de manera innata el ser humano va alcanzando, desarrollando y creando sus propios juicios de valor, su propia construcción del conocimiento y criterios de dichas conceptualizaciones y, por supuesto, dichos juicios o posturas del pensamiento son el producto de sus propias circunstancias, experiencias, contextos históricos, culturales, sociológicos y religiosos.

Luego de comprender este principio básico, me pregunto, cuestiono y describo dicho argumento como un absolutismo, pues ¿cómo podríamos separar al teatro de la teatralidad cuando uno nace de la otra?… Ya que sin teatro no hay teatralidad y sin teatralidad no hay teatro, ¿Cómo podríamos separar entonces el ritual del teatro, si ya conocemos que el teatro es gestado de la acción del ritual?

Juanita y Reverón

En mi humilde opinión, sigo insistiendo y defendiendo mi percepción y conceptualización de que Armando Reverón hacía teatro, pues su vida, como lo dije anteriormente, es una puesta en escena, su obra es el producto de su introspección ritualista, de su saber consciente, de su cosmovisión; y no inconsciente, como uno sostenía bajo su tesis de que la esquizofrenia dominaba a Armando y, por ende, no tenía consciencia de lo que hacía ni como lo hacía.

Reverón poseía un agudo sentido del performance y de la escena. “Más que un pintor Reverón era un gran actor. Era ante todo un hombre de teatro”. (Calzadilla, 1979).

¿Cómo podemos encarcelar el hecho artístico? El arte es netamente subjetivo, más allá de las convenciones y reglas establecidas, que a lo largo de los años se rompen, se reinventan. Las ideas y conceptos siempre están a la espera de su propia metamorfosis, pues de allí emerge nuestra evolución y crecimiento del pensamiento.

Defender y determinar posiciones como absolutas es mutilar al pensamiento crítico, la reflexión y la investigación. Es la muerte anunciada a la evolución intelectual del ser humano en todas sus dimensiones.

¿Quién dice que no podríamos entonces hacer una mágica analogía entre la vida y el teatro, si diariamente todos nos encontramos en escenarios distintos, donde actuamos diariamente frente a un público desconocido?

El ser humano no necesita ser actor o actriz, ni estar en las tablas para ponerse máscaras invisibles, inventar historias, narrar diálogos o interpretar personajes, que luego presentará ante la ocasión pertinente y el público que lo habite.

Y esto sucede simplemente porque somos los actores intelectuales de nuestra propia historia de vida, creamos nuestros propios rituales cotidianos; desde que nos levantamos recreamos nuestros propios escenarios donde se gestará nuestra creación artística, asumimos distintas personalidades y conductas aprendidas, imitamos gestos y frases, generamos nuevos constructos lexicales para ser aceptados y reconocidos en determinados núcleos sociales y hasta nos vestimos para complacer a otros y no a nosotros mismos, convirtiéndonos así en los personajes que vamos inventando a lo largo de nuestra existencia y que pertenecen a nuestro maravilloso aspecto teatral de vivir.

 

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Penélope Tovar, artista plástica, egresada de la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena”; es también licenciada en Pedagogía Alternativa, mención Desarrollo Artístico, por la Universidad Nacional  Experimental “Simón Rodríguez” (UNESR). Ha participado en exposiciones  colectivas a nivel nacional (Galería de Arte) e internacional (Canadá, EEUU, Reino Unido, Portugal y España). Exposiciones individuales: Museo de Bellas Artes de Caracas y Museo de Arte Valencia (MUVA).  Reconocimientos: Artista  Joven del mes de Noviembre 2021 por el Museo de Bellas Artes, Caracas, Venezuela.

Actualmente es facilitadora en Arte-terapia en el Centro de Neuro-desarrollo “KOKIGYM”, apoyando en la rehabilitación de niños y niñas con discapacidad.

 

Ciudad Valencia