“Supermán contra el Chapulín Colorado” por Arnaldo Jiménez

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Supermán: la conciencia manipulada

Cada sociedad está destinada a forjar sus héroes, sus mitos de grandeza bajo los cuales resguardan la crudeza de sus conquistas y las acciones de los pequeños seres que envían a las guerras. Son estos sujetos de carne y hueso los que sacrifican sus vidas para ofrendarlas al tiempo que les ha tocado vivir, tiempo de obsesión por la verdad, por la fe, por el capital o por la lealtad que los enloquece y ciega.

Supermán es un héroe de ficción que encarna al poder de la información en Estados Unidos y, desde allí, al resto del mundo, recordemos que en su rostro “humano” es un periodista del diario “El Planeta”; nombre muy característico de lo que se quiere lograr: unificar los criterios de la comunicación en una aldea global. Supermán es la representación de la globalización a través de valores como la justicia y el poder del bien sobre el mal; valores y principios de manipulación ideológica incubados en el imaginario de los niños, a quienes inducen a creer inconscientemente que la Nación a la que pertenecen es de acero, blindada; de allí el horror al caer las torres gemelas.

Igualmente, a través de los valores antes mencionados, el sistema capitalista se muestra como inmortal y logra crear un cerco ideológico (en este ensayo ideología es tomada en su significado de falsa conciencia) dentro del cual las personas no conciben otro orden de cosas existentes. La propiedad privada no debe ser violentada ni en lo real ni en lo imaginario ni en lo simbólico.

El anhelo del Imperio es vigilar al resto del mundo: controlar con una especie de visión súper poderosa capaz de traspasar la dureza de la materia y ver a través de la misma los complots, las tramas individuales y colectivas de los países que tiene o puede tener bajo su dominio. Al parecer, las redes sociales ofrecen esta vigilancia superlativa en la que el individuo es analizado a través de sus expresiones escritas, gustos, etc.

El prefijo súper ha fungido, desde hace muchos años, como sinónimo de desarrollo; además, en el campo de la tecnología ha pretendido ser de uso casi exclusivo de los países imperialistas, sobre todo, de Estados Unidos: súper armamento, súper moderno, súper chévere, cultura superior, supremacía blanca, súper asesinos…

Entonces ¿quién es Supermán? No tengo dudas en responder que es un policía, un súper policía (quizás un superyó colectivo en términos psicoanalíticos) que satisface simbólicamente los anhelos del Imperio y coadyuva a la dominación psíquica y a la colonización moral, tanto de sus habitantes como de los habitantes de otros países.

Es propicia la ocasión para señalar que el dominio de Estados Unidos se irriga en múltiples fronteras y en miles de vectores sociales y culturales. El objetivo es descentrar a los sujetos, movilizarlos hacia la aceptación del dominio como algo inevitable o natural. Algunos de esos vectores son: el debilitamiento de las identidades nacionales y la forja del hombre consumista: desde gestos hasta argumentaciones pre-elaboradas para comprender o diagnosticar la realidad social y política.

Supermán adquiere nuevos trajes, ya no es importante la vestimenta, los colores de la bandera del monstruo del Norte –disfraz que llegó al extremo de la imitación con la Mujer Maravilla y el Capitán América–; ya no es importante la búsqueda de un rostro cuya mirada se asemeje, lo más posible, a la del águila, símbolo del poder estadounidense (como la de Christopher Reeve).

Supermán se multiplica, al igual que Frankenstein: el hombre clonado (de quienes RoboCop es una síntesis); todo héroe que no muera jamás en manos del hampa, de los negros, de los latinos, de los asiáticos, de los árabes, de los indígenas, de los humillados del Tercer Mundo, es un Supermán; así tenemos a: James Bond, Rambo, Tarzán (quien merece un estudio aparte) el mismo RoboCop y los incontables soldados que lograron invertir la historia real de Vietnam en películas especialmente producidas a tal efecto de compensación de una frustración histórica. También debemos nombrar a una gran cantidad de series televisivas en las que utilizan a los policías y detectives para atrapar y enjuiciar a criminales y traficantes latinos, afroamericanos y árabes, en su mayoría. Todos ellos son variaciones del súper héroe venido de otro planeta.

 

La ironía y la burla: la astucia de la defensa

Pero Supermán no contaba con la astucia del Chapulín Colorado (personaje creado por el actor y productor Roberto Gómez Bolaños Q.E.P.D). México ha buscado muchas maneras de defenderse de su vecino imperialista; contra este se han enfilado héroes de la historia como Emiliano Zapata y Pancho Villa; contra ese vecino se han proyectado grandes personajes de la trama cotidiana en actores como Pedro Infante, Jorge Negrete (el primero, idolatrado por la población, recibe el sobrenombre de “inmortal”), igualmente lo ha hecho Cantinflas y Tintán, actores de humor que contrarrestaron el efecto de dominio publicitario e ideológico que a través del cine y la televisión Estados Unidos ha planificado.

Todos esos personajes han llevado oculto en sus manos y en sus espíritus un chipote chillón para golpear al Imperio y detenerlo en sus ambiciones de colonización cultural. El Chapulín no es solo un héroe infantil con las características contrarias a las de Supermán: no es gigante como el norte, se achica ante la pérdida de territorio, es temeroso, torpe, gracioso, es un héroe humano que encarna los valores con que Latinoamérica enfrenta el despojo del alma y el intento de borrarle sus rostros.

El Chapulín satisface los deseos de todo niño de querer meterse por rendijas diminutas y averiguar lo que sucede escondido entre gavetas o realizando torpes maromas sobre los hombros mismos del enemigo; así Pulgarcito o Alicia en alguna parte del país de las maravillas; así los enanos que montados unos sobre otros pueden mirar más lejos. A la deshumanización se le opone la humanización; a lo perfecto que se enfría, como la muerte, se le enfrenta el error, la compasión por el criminal, la otra mirada deslastrada de la manipulación ideológica que ya hemos mencionado en cuanto a la justicia y la relación entre lo bueno y lo malo.

Algo similar ocurre con la colonización estética por medio de la cual la representación de la belleza femenina está contenida en la muñeca Barbie, que incuba un estereotipo a tempranas edades, así como las actrices de Hollywood, incluyendo a muchas pornostar, lo hacen en edades avanzadas y no solo a las mujeres, sino también a los hombres, creando así un reforzamiento de la manipulación estética que conduce al consumo masivo de productos para realzar la belleza y evitar el envejecimiento. De tal manera que todos tenemos un ideal del yo, construido culturalmente, que no nos pertenece. A la razón tecno científica, a la razón opresora, se le enfrenta la razón emocional, la razón liberadora, el corazón como escudo.

Es curioso que Supermán se debilite ante una piedra roja que, en la serie, recibe el nombre de kriptonita, pero que podemos comparar abiertamente con la piedra que representa la verdadera inmortalidad. En la historia de los símbolos la piedra roja tiene el significado de integridad, la totalidad de la riqueza del hombre interior. Y así debe ser, toda apariencia muere al entrar en contacto con la esencia de la vida, con la sangre que palpita, con la piedra inmortal del alma humana; todo acero se funde con el fuego del espíritu que apunta a salvar las cosas esenciales y guardarlas en el tiempo de perennidad.

Otra batalla se libra entonces en las pantallas del subconsciente humano; otra batalla se libra a nivel de los desafíos cognoscitivos para entendernos y entender el entorno político y cultural que nos rodea, nos determina y, al mismo tiempo, determinamos con nuestra actitud y nuestros compromisos, sean estos asumidos consciente o inconscientemente.

El Chapulín representa el forcejeo intelectual de los oprimidos por liberarse de los opresores, una respuesta al artefacto publicitario que procura deformar la realidad y transmitirla como correcta. Precisamente, el inicio de la serie televisiva mexicana comienza con una voz que anuncia al contra-héroe, burlándose directamente de Supermán:

“Más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más noble que una lechuga, su escudo es un corazón…” (Recordemos que las primeras series de Supermán transmitidas por televisión lo presentaban así: “Más veloz que una bala, más fuerte que una locomotora; no le teme a las alturas: es un ave, es un avión; no, es Supermán…) Esto lo podemos llevar un poco más allá: la burla y la ironía son armas usadas desde hace mucho tiempo por las clases dominadas y por los países dominados para mantener un equilibrio en la relación donde la superioridad del otro queda desarmada y abiertamente comprendida.

 

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El Imperio sabe así que los habitantes a quienes él pretende denominar como colonia, también usan y fabrican sus armas basadas en los valores que el pasado le ha otorgado a través de sus héroes reales, muertos e inmortales al mismo tiempo.

El cine norteamericano transforma héroes ficticios en símbolos de poder y procura eternizarlos en la medida en que estos sirvan para eternizar el estado de cosas existentes, para ello cuentan con el gran mercado publicitario, la industria del entretenimiento, la llamada industria cultural. El cine latino ha procedido desde lo real a lo mítico, hombres de carne y hueso son convertidos en mitos y utilizados como respuestas al dominio del Imperio, al menos, en el campo de lo cultural.

De tal manera que al apropiarnos del Chapulín como contraparte de Supermán debemos cambiar el título de este artículo y colocar la lucha desde Latinoamérica, desde nuestras creencias, desde nuestras maneras de ser libres: EL CHAPULÍN COLORADO CONTRA SUPERMÁN. De eso se trata.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde el 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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