Tenía yo unos seis años, cuando por rara circunstancia de la vida, conocí «de trato y comunicación» al más artero de los dictadores que ha conocido Venezuela… el «Benemérito» General, Juan Vicente Gómez…!

La casa de Don Atilano Viscarrondo, afecto al régimen gomero, estaba situada en la hoy Avenida Boyacá, a la mitad de la cuadra comprendida entre Libertad e Independencia. Diagonal con el «lujoso» Hotel Juana de Arco, funcionaban las oficinas de las obras públicas y al final de esa misma cuadra, el depósito o garaje de esa dependencia oficial, diagonal con el famoso Bar de Bartolo.

Allí trabajaba de chofer un personaje inolvidable que incidiera a los largo de mi juventud, con carácter de padre: mi tío José Olinto Niño, protagonista del episodio que me permitió hacer contacto físico con el «tirano».

 

Una tarde, el tío José Olinto se desplazaba por la citada calle Boyacá, rumbo al garaje donde debía guardar el camión confiado a su pericia de chofer profesional.

Inesperadamente, surgió delante suyo un lujoso automóvil La Salle, modelo «Faetón», emergiendo de la «puerta cochera» de los Viscarrondo. Fue un choque inevitable!
Del carro siniestrado, se baja un negro fornido, alto como un yagrumo y con los kilos de Joe Luis… todo un «peso completo»..

Estas ciego, piazo e carajo, que no te fijas por donde vas?

– Ah no. Señor mío, con groserías no!

– Hasta marico serás y en tu casa no lo saben!

Fue corta la discusión que culminó con una poderosa izquierda y un negro caído en el duro pavimento! Minutos más tarde, José Olinto fue a dar con sus huesos al «rastrillo» que así llamaban a la Casa Páez, donde funcionaba el cuartel policial.

– Lo siento, señora, pero no puede ver al preso! Ya lo podrá visitar cuando lo mandemos pa, «La Rotunda»…!

– Pero si no ha comido desde ayer…!

– No hay permiso, para comida… Orden superior…!

Pero, madre es madre y por ello mi abuelita comenzó
a mover los resortes de sus relaciones, abundantes sin duda.

Para la época, ya sabia yo leer y escribir perfectamente gracias a la enseñanza que me impartieran mis primeras maestras las hermanitas Buysse. Una de ellas, viejecita adorable, de larga cabellera blanca, me enseñó a declamar y logro que mi memoria retuviese una decena de hermosos poemas. Era esta noble ancianita muy amiga de Don Manuel Alcázar quien a menudo visitaba la Escuelita de las Buysse.

– Ya lo sabes, Manuel: derechito a tu casa…!

No pasaron dos días, sin que mi diligente abuelita y mi tía Carolina, la pianista, lograran obtener de un bondadoso amigo, el Coronel Manzanilla (nunca supe su nombre de pila), vecino de las familias Clavo y Closse, una carta para su compadre el también Coronel TARAZONA, hombre de confianza y edecán del presidente Gómez. Una mañana, muy temprano, mi abuelita y yo tomábamos el tren rumbo a Maracay. Una vez allí, en carro de alquiler, llegamos a Las Delicias, residencia presidencial, para cumplir la importante misión…! Entregada la carta, el mismo Tarazona se ocupó de recibirnos:

– Alas..! Las amistadas de mi compadre Manzanilla, tienen que ser mis amistades! Pase mi señora, pase usted y también el chavalito…

– Usted debe ser el Coronel Tarazona, verdad?…

– Ese miso! Vamos a ver si mi General los atiende, porque se encuentra un poquito engripado…!

– Deber ser el frío del Diciembre, que ya empezó..!

 

Sin responder, giró instrucciones a un soldado que nos hizo pasar a la sala donde despachaba el General Gómez. En un rincón, podía verse el típico «nacimiento». Acá, un juego de muebles de estilo, una mesa de mármol de tres patas, un radio, una ortofónica y un escritorio de caoba finamente elaborado, y con sillón de amplio respaldo.

Media hora más tarde, aparece el General Gómez. Desde el regazo de mi abuela, se me antoja muy alto y pienso:

– Debe medir unos cuatro metros…

Con recia voz que retumbaba en el ambiente, el benemérito nos dio los buenos días agregando:

– Así que este es el chavalito que recita…! Tendrá como unos seis años, verdad..?

– Si General, pero ya lee de corrido y escribe. Esta aprendiendo la tabla de multiplicar. Este año Dios mediante, lo inscribo en el Colegio de los Sale si anos…!

 

Ya estaba bastante cerca y me dió un suave apretón en una mejilla, cosa que me tranquilizo ligeramente, porque temblaba de pies a cabeza. Un sudor frío, recorría mi cuerpo y para no salir corriendo, me subí a las piernas de mi abuelita Carolina…!

Me temblaban las piernas y el corazón me daba duros golpes: pum! pum!

– El Coronel Manzanilla dice que su hijo preso, trabaja con mi gobierno, que su nietecito declama muy bien…! Y que vale la pena!

– Eso es verdad. General! Hijo, recítale al Señor Presidente aquella poesía «Alas de Mariposa» para que te escuche!

– Es que no me la se…!

– Pero si el domingo pasado, se la recitaste al Coronel!

– Si, pero ahora no me acuerdo, abuelita…!

– Vamos, no te de pena..! Acuérdate: «Ráfagas de luz y grana…

Vista del Lago de Valencia en Maracay

 

– Ah si! Ya me acordé..! «Ráfagas de luz y grana, mostraba allá en el Oriente el crepúsculo esplendente, precursor de la mañana y en los cálices fulgentes de recién nacidas flores….

Los versos iban rotando ahora con relativa facilidad… a veces hacia una breve pausa para memorizar, pero pude continuar recitando hasta el final..!

– Alas, pero que bonito… no Tarazona?

El general me pidió que me acercara y yo, un poco más tranquilo me coloqué frente a él:

– Estudie, que usted va a llegar lejos! ¿No Tarazona? Aquí tiene, para sus dulces!

Sacó del cinturón, reluciente moneda de plata que dejó caer en mi bolsillo, para luego agregar:

– Y su hijo, señora, el que está preso, como se llama?

José Olinto Niño, General…

– Como?.. Pero si Olinto es amigo mío! Que lo suelten, Tarazona que lo suelten..! Mande un telegrama urgente a Valencia..!

El tren pitaba y yo recordaba aquel relato del libro Mantilla:

«NO ES TAN FIERO EL LEÓN, COMO LO PINTAN»

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Carlos Delgado Niño nació en Valencia el 2 de septiembre de 1928, locutor, publicista, radiodifusor y periodista. Fue profesor de teatro, docente cultural, humorista, actor, escritor, cronista, libretista, poeta, cantautor y compositor.

Estuvo siempre ligado con el mundo del espectáculo en la ciudad siendo organizador del «1er Festival de la voz y la canción juvenil» en el año 1973 y «Valencia le canta a Valencia» en 1996.

Fue también director de varias estaciones de radio, productor radial y escritor de programas radiales cortos, novelados, y noticieros entre otros. Co-fundador de la Escuela de Teatro José Antonio Páez en Guanare, Portuguesa, y miembro de la Asociación de Escritores de Carabobo.

Falleció el 17 de noviembre del 2012, en su vivienda, rodeado del cariño de sus familiares y amistades más cercanas.

 

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