Quien dude de la célebre sentencia: «Creo en los poderes creadores del Pueblo», utilice cualquier unidad de transporte público y preste minuciosa atención a los vendedores espontáneos presentes en buses y busetas, casi como por arte de magia.
Su capacidad histriónica es óptima y sumada a su audaz creatividad producen una «puesta en escena», nada despreciable.
Un ejemplo es el señor con cara de sincero arrepentimiento pidiendo «colaboración» para reponer un arma que le prestaron y extravió «y si no la devuelvo me van a mata’.»
Seguidamente y sin cortes comerciales aborda el bus otro señor que, primero, muestra rostro muy triste, luego solloza para seguidamente desembocar en un llanto abierto y desconsolado al tiempo que extiende la mano.
No superado el acto anterior, se hace presente un joven con un loro mudo, solicitando dinero para llevarlo al veterinario y así, tal vez, recupere el habla.
Otro actor-solicitante entra zapateando al mejor estilo andaluz-gitano, y así viene y va del fondo del transporte a la puerta de entrada para finalmente plantarse ante los pasajeros y solicitar «ayuda» con repiques de tacón.
Hay otros que, acompañados con artefactos, «doblan» cantantes y solo mueven los labios. Y así continúan las presentaciones: los recién salidos del penal, los magos, raperos, exhibidores de «eventraciones» y tullidos, que al bajarse, corren a subirse a otra unidad.
También se ve a los rezanderos, pastores, sobrevivientes de espantosos choques y solicitantes de medicinas con «récipes» arrugadísimos.
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Douglas Morales Pulido