Teologia de la Liberacion (5): Eros y Cristo
Reconciliado con la vida en el maravilloso reencuentro con el amor integral a la mujer de nuestras ganas, no hallo contradicción entre lo religioso y la realización del ser en el plano sexual. En mi caso como cristiano católico, menos todavía.
La institucionalidad, por desgracia y empeño histórico, ha pervertido la comunión erótica entre hombre y mujer, para esterilizar en ambos la libertad y el vuelo creativo que trae consigo.
La represión sexual y la inculpación inducida son instrumentos de poder absoluto, fáctico y de control con que nos arrebatan el sentido libertario de la vida.
Ni la Biblia ni la poesía mística cristiana matan la libido como factor liberador de la unión paradójica y enriquecedora de dos en uno.
El matrimonio cristiano es comunidad de amor pleno, no un contrato para imponer de lo macro a lo micro relaciones disfuncionales de poder.
En esta tempestad de amor que me gusta en demasía, revisito no sólo el amor de dios hecho carne en los evangelios, sino un libro contundente en su erotismo de diversas implicaciones, lecturas y registros.
El Cantar de los Cantares de Salomón explora el erotismo con amor de vida que revoluciona mundo interior y entorno exterior.
Es polifónico porque la voz desdice por un momento, equivalente al orgasmo, el imperio machista del momento.
El coito se hace sagrado con el combate en el solaz del lecho y el paisaje, amén de la complementación de las voces de los esposos. Contrapunteo cómplice de una sensualidad que eriza de electricidad los cuerpos al desnudo en el nuevo Edén en la tierra.
Asimismo, la inteligencia del amor místico reivindica el Eros sexual. Ello es perceptible dentro y fuera del poder metafórico del poema vivo. Sean los poemas y las moradas de Santa Teresa, el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz o el propio Cantar de los Cantares traducido, del latín, comentado y recreado por Fray Luis de León.
Si bien, coincidimos con Auden que el amor erótico y el místico se funden en una analogía y no en una identidad absoluta, toda esta red poética amorosa nos insta a hacer el amor con la amada, subrepticiamente claro, sin complejos ni medias verdades, para acceder felices en este acto liberador que hace más gozosa la Fe.
Por lo tanto, no es apostasía respecto a Dios pero sí para los inquisidores, el amarse asi teniendo de fondo la creación de un entorno bucólico a la medida del apetito erótico de ambos.
Se cazan dos pájaros de un tiro: se reafirma la autenticidad del modo de vida religioso y subversivo, y, también, se les da de palos al dictador amargado e inapetente que no admite que el pueblo llano se ame sin parar.
Refugiese en el regazo de la persona amada, mientras relee a estos gigantes de la fe, la poesía y la vida. No importa que le tachen de iluso, apóstata o loco.
Que se los digo yo en medio de las llamas que comparto con la mujer de mis sueños.
Si leemos con atención y emoción a Santa Teresa, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, escarnecidos por una desangelada y frígida Inquisición española, constatamos un increíble triángulo amoroso de Amor loco y místico.
Para apuntalar el idilio nuestro, ambos hemos incorporado sus versos luminosos impunemente. Sea por vía de la cita textual, la paráfrasis y la reescritura de corazón y piel excitados.
Cojan dato, este trío cómplice no cobra derechos de autor, pues la poesía es de todos, los humanos, el bestiario y la flora, la inmensidad del paisaje.
Vivir sin vivir en mí apareja morir de una muerte deliciosa. La dolencia de amor no se cura sino estando en la presencia y la figura del ser amado.
El orgasmos que nos ennoblece de placer extremo estriba en que ella y yo alternamos roles de sujeto y objeto de deseo. El señorío del amor es compartido, mutual y encarnado, pues astilla la ramploneria de dominadores viciosos y sumisos masoquistas. La misión implica liberación en el Amor más loco que ambos estamos concibiendo en la cotidianidad.
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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC