Amigas y amigos, constructores de sueños, forjadores de esperanzas. El 23 de septiembre de 1823 el general José Antonio Páez dio inicio al tercer sitio sobre la plaza de Puerto Cabello, último reducto del ejército realista en territorio venezolano. Las tropas españolas allí congregadas habían alcanzado refugio tras su derrota en la Batalla de Carabobo, en junio de 1821.
Durante veintiocho meses mantuvieron una férrea resistencia, realizaron exitosas incursiones militares sobre otras partes del territorio y lograron recuperar espacios perdidos. La derrota definitiva de los realistas hubo de exigir un empeño igual al realizado hasta entonces para alcanzar la victoria definitiva, el 8 de noviembre de 1823, con la toma y liberación de la imponente fortaleza.
Exitosas acciones ofensivas
El triunfo de la armada republicana en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823, creó las condiciones para que el general José Antonio Páez emprendiera el tercer y último sitio sobre Puerto Cabello después de Carabobo. Dos intentos de vencer la casi impenetrable plaza habían tenido lugar antes, en abril de 1822 y febrero de 1823.
Páez estaba consciente de la fortaleza estructural de la plaza de Puerto Cabello, razón por la cual se planteó un bloqueo naval que pudiera facilitar la incursión de las tropas de infantería. El día 13 de abril de 1822 una escuadra compuesta por dos goletas y cinco flecheras bombardeó el castillo de San Felipe, el día 16 comenzó oficialmente el primer sitio a Puerto Cabello. El 28 de abril se incorporaron al asedio el bergantín “Bolívar”, seis goletas y tres flecheras, comandadas por el capitán de navío Sebastián Boguier, posteriormente lo haría el capitán Daniells con los bergantines: “Voluntario”, “Vencedor” y la goleta “Centella”.
Para el día 2 de mayo Puerto Cabello se encontraba completamente bloqueado. El 17 de mayo se produjo la capitulación del capitán realista Raimundo Cavo Montero, encargado de dirigir la resistencia en el Fortín Solano, ubicado en el sector Cresta de El Vigía. Parecía, entonces, que la rendición realista resultaba inminente pues, esta pérdida, aunada a la carestía de víveres hacía difícil prolongar la resistencia.
Este primer sitio pudo tener el éxito deseado por los republicanos si no hubieran intervenido los azares de la guerra: la mala alimentación de las tropas, compuesta de una dieta mayormente a base de cangrejos, carne de burro y caballos, según informaba Páez al ministro de Guerra Pedro Briceño Méndez; así como por los efectos de la peste del “Vomito Negro” que diezmaron las tropas afectando su capacidad de vigilancia y control, obligando a Páez levantar el asedio.
El segundo sitio fue resultado de las exitosas acciones ofensivas emprendidas por el general Francisco Tomás Morales, quien sustituyó como General en Jefe del Ejército Expedicionario de Costa Firme al general Miguel de la Torre, designado Capitán General de Puerto Rico. Las acciones de Morales tuvieron como uno de sus objetivos reconquistar Maracaibo, propósito alcanzado de forma relativamente rápida.
Así, para enero de 1823 el ejército realista había reconquistado todo el Departamento del Zulia integrado por Coro, Maracaibo, Trujillo, Mérida, además de la plaza de Puerto Cabello.
En estas circunstancias, el 6 de febrero de 1823, Páez emprende junto a los batallones Apure, Boyacá y un pequeño grupo de caballería el segundo sitio sobre Puerto Cabello, que a diferencia del primero no buscaba doblegar la fortaleza sino contener el avance realista.
La derrota naval patriota en las costas de Puerto Cabello, ocurrida el primero de mayo, en la que el almirante español Ángel Laborde al frente de una cuadrilla naval conformada por la fragata “Constitución”, la corbeta “Ceres”, el bergantín “Hércules” y las goletas mercantes “Española”, “Rosalía” y “Rosario”; venció a la armada patriota comandada por el capitán de navío Renato Beluche, integrada por las corbetas “María Francisca”, “Carabobo”, la goleta “Leona”, y el bergantín “Independencia”; obligando a Páez a levantar este segundo sitio el día 6 de mayo.
Evitar la efusión de sangre
La victoria realista en el litoral porteño obligó a replantear la estrategia empleada hasta entonces pues los triunfos alcanzados ponían en peligro la estabilidad de Venezuela y Nueva Granada.
Como señalamos, la plaza de Puerto Cabello resultaba casi impenetrable y junto a la retoma de Coro, otorgaba al ejército realista comunicación directa con las islas de Aruba, Curacao, Cuba y Puerto Rico, con todas sus implicaciones: posibilidad de asistencia a las tropas, adquisición de pertrechos, auxilio de naves, información de diverso orden, entre otros.
Y Maracaibo, no solo contribuía al control del eje andino sino que creaba una línea de ataque directa sobre los puertos de Barranquilla y Cartagena de Indias, amenazando la estabilidad de Nueva Granada.
En este escenario el enfrentamiento en las aguas del Lago de Maracaibo estuvo precedido de un mejor conocimiento del territorio que aportaron el teniente Pedro Lucas Urribarri, su primo José Cenobio, Felipe Baptista, Tomás Vega, entre otros.
Con base en esto, el almirante José Prudencio Padilla no solo bloqueó la barra de navegación del lago, también aprovechó el conocimiento de los cambios en las corrientes marinas y la dirección de los vientos para fijar el momento ideal del ataque, el cual se produjo en horas de la tarde cuando las condiciones atmosféricas jugaban en contra de las naves enemigas de acuerdo a la posición en la que se encontraban sus embarcaciones; esta acción terminó siendo decisiva para el triunfo.
La victoria patriota en la Batalla Naval del Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823, constituyó un severo revés al éxito ofensivo que venía teniendo el ejército realista, no solo acabó con la superioridad naval que hasta entonces habían tenido, también representó la salida del territorio venezolano del último representante oficialmente designado por la corona española, Francisco Tomás Morales, hecho concretado tras la capitulación firmada el día 3 de agosto.
Este fue el contexto en el que Páez, siguiendo las instrucciones del general Pedro Briceño Méndez, emprendió el tercer sitio sobre Puerto Cabello el día 23 de septiembre.
Aunque varios factores jugaban en favor del ejército patriota, el abatimiento de la plaza de Puerto Cabello no resultaba fácil de alcanzar.
Con base en esto e invocando el espíritu de los Acuerdos de Trujillo del año 1820, el jefe llanero comenzó un intercambio de correspondencia con el jefe de la guarnición, el general Sebastián de la Calzada, en las que ofreció, primero una compensación monetaria y luego una honrosa capitulación.
Entre otros argumento, señalaba Páez de forma intimidatoria y al mismo tiempo conmovedora que, al momento de poner en marcha sus tropas le sobrevino la imagen sensible de las “víctimas que debe preceder la rendición”, razón por que prefería evitar esa dolorosa situación buscando un entendimiento con las mejores “ventajas posibles en favor de esa guarnición y su vecindario” que al mismo tiempo resultaran “compatibles con las leyes de la República e integridad de su territorio…”
Recordaba el jefe llanero que sólo ese bastión de resistencia quedaba en territorio de Colombia y que no tenían posibilidades de recibir ayuda externa, incluso de la propia España, pues su situación interna le impedía atender otros asuntos.
Terminaba conminándolo a establecer una negociación que evitara la efusión de sangre y al mismo tiempo brindara la oportunidad de permanecer en territorio colombiano a quienes así lo desearan.
La respuesta emitida por De la Calzada llegó el mismo día a manos de Páez: Señalaba el jefe español que resultaban inútiles los alegatos que interponía Páez en atención a la superioridad militar pues los rigores de la guerra “tienen perfectamente marcados cuáles sean mis deberes dentro de la plaza, y trato de cumplirlos; es todo lo que tengo que contestar al papel de vuestra excelencia…”
Al día siguiente, 24 de septiembre, Páez envió una nueva comunicación en la que reiteró la superioridad militar del ejército patriota y lo conminaba a evitar una inútil efusión de sangre. A la par de estos alegatos, y buscando intimidar al jefe realista, señalaba: “Trato de juntar y establecer todos los elementos para atacar y rendir la plaza, y después de juntos y puestos en acción sin que haya corrido una sola gota de sangre, sofocaré en mi pecho todos los sentimientos de humanidad para cumplir con las leyes de la guerra, denegándome a cualquier proposición que se me haga por no haberse atendido a las generosas que he propuesto en beneficio de la humanidad, vecindario y guarnición…”
El intercambio de correspondencia se prolongó durante semanas, hasta finales de octubre.
Fue solo cuando Páez estuvo convencido que la persuasión y la intimidación nada habría de lograr en el ánimo de los jefes realista, que se decantó para emprender el asalto de la plaza, para lo cual procuró el apoyo del jefe del partido civil entre la población, el señor Jacinto Iztueta, y la información aportada por un esclavo de nombre Julián, quien fuera capturado días antes del asalto.
En estas condiciones se produjo el asalto a la plaza el día 8 de noviembre, que terminó sumando una nueva gloria militar al general Páez y contribuyendo a inmortalizar más su figura.
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Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.
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